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Columna
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Política

"Para ustedes", decía Pilar Manjón hace apenas un mes, "todo es política". La madre de un chaval asesinado el 11-M en la estación de El Pozo de Vallecas lograba sonrojar a los comisionados que, supuestamente, iban a arrojar luz sobre las sombras del salvaje atentado terrorista perpetrado en Madrid el pasado año. Pero nuestros políticos han debido olvidar la reprimenda de doña Pilar. Un mes es mucho tiempo, demasiado. Una semana suele ser suficiente para que un cargo público enferme de amnesia irreversible (esa que ni las hemerotecas logran remediar).

El político vuelve por sus fueros. Y todo, inevitablemente, vuelve a ser para él sólo política, nada más que política. Es su ley y es su naturaleza más profunda. Lo hemos visto hace poco con motivo de la absurda batalla de las cajas. Esas 507 cajas de legajos que Salamanca deberá devolver a la Generalitat catalana después de que el Gobierno aceptara la recomendación de la Comisión de Expertos creada por el Patronato del Archivo General de la Guerra Civil. Se armó el Belén antes de Navidad a cuenta de unos papeles que a la mayoría, en otras circunstancias (circunstancias normales) le importaría un bledo. Pero lo que, de suyo, interesaba sólo a los historiadores, se convirtió de pronto en un tema político. Un asunto de trascendencia nacional. Lo cual que, tras las sucesivas carambolas, y quizás por aquello de que Dios hace planas derechas empleando renglones torcidos, el fatigado archivo salmantino va a salir ganando a cuenta de las cajas. Lo que jamás hubieran conseguido (es decir, medios humanos y materiales para desempeñar y mejorar su función archivística) invocando argumentos científicos llenos de sensatez y racionalidad, lo van a conseguir gracias a este barullo político. Imagino las contestaciones del baranda ministerial de turno ante las peticiones económicas de los responsables del Archivo de Salamanca antes de este follón de las cajas. Convierta usted su reivindicación o su problema en un tema político y verá, de verdad, lo que es bueno.

Todo es política para los políticos, y lo demás no existe. Lo demás son los otros, el infierno de Sartre o el de la oposición (esa segunda división a la que nadie quiere descender). Sólo lo que es político -sólo lo que es política- da votos, es decir, proporciona poltronas y despachos en edificios públicos. Convertir en político un asunto cualquiera es como recalificar unos terrenos, un negocio rentable (ahí tienen el famoso conflicto vasco). A veces, como en el caso de las cajas, la cosa sale bien para todas las partes implicadas. Pero en lo que pensaban los benefactores del Archivo de la Guerra Civil no es en los aburridos historiadores, sino en el coste o rendimiento político de su intervención y, consiguientemente, en los votos ganados o perdidos. El horizonte es siempre un horizonte electoral. Y yo no sé ahora mismo quién hará más negocio electoral (más negocio político) con el plan presentado por nuestro presidente al lehendakari Zapatero.

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