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Reportaje:

Invierno de belleza en Florencia

Arte y cultura sin pausa en la ciudad italiana donde surgió el Renacimiento

El tren se detuvo en la estación de Santa Maria Novella. Vine a Florencia para contemplar expresamente, entre tantas obras de arte, un retrato pintado hace más de cinco siglos. El cuadro, que fue encargado a Piero della Francesca, se halla en la galería de los Uffizi y representa a Federico de Montefeltro, duque de Urbino, de perfil y ataviado con capa carmesí y bonete. Sus ojos entornados no miran a ninguna parte, reflejan una mirada triste, pero de una tristeza que nada tiene que ver con la melancolía, sino con un control absoluto de la amargura. La nariz aquilina y la forma de encajar la mandíbula no dejan lugar a dudas. Se trata de alguien que ha hecho tratos con el destino. Este hombre que durante quinientos años fue considerado modelo de estadista y cuya corte era una de las más cultas de Italia, fue en realidad un asesino y su crimen estuvo a punto de truncar la historia del Renacimiento.

Más que un pasatiempo o una pasión privada, en Florencia el crimen fue una pieza esencial de la vida, como cualquiera puede deducir leyendo 'El príncipe', de Maquiavelo. Y por eso lo primero que se nota al pasear por las calles de esta ciudad es un aura que la corona como una atmósfera muy gastada, a veces incluso opresiva, a pesar de la belleza, o quizá precisamente por ella

La mañana del 26 de abril de 1478, sábado santo, la catedral de Florencia acogía a la nobleza local, encabezada por el indiscutible hombre fuerte de la República, Lorenzo de Medici, llamado El Magnífico. En el momento culminante de la misa, cuando el sacerdote se disponía a elevar el cáliz en el altar mayor de Santa Maria del Fiore, un grupo de conjurados sacó los puñales de debajo de sus jubones de terciopelo y se abalanzó sobre la familia de los mecenas, tiñendo de sangre aquella eucaristía. Sin embargo, Lorenzo consiguió escapar, y más tarde, algunos de los culpables fueron ahorcados mientras un adolescente llamado Leonardo da Vinci tomaba apuntes de la ejecución a carboncillo. Pero el verdadero instigador de la conjura permaneció impune y libre de toda sospecha hasta hace sólo unos meses, cuando un profesor de la Universidad de Connecticut demostró, a través de unas misivas escritas con tinta invisible, que había sido precisamente él, Federico de Montefeltro, duque de Urbino, el hombre que hasta el último momento contó con la confianza de los Medici, quien organizó la matanza.

Para alguien como yo, que creció entre las copas de champán envenenadas y las rubias asesinas que ilustraban las portadas de las novelas policiacas de la colección El Búho, Florencia representa la cumbre del misterio, porque ningún enigma del género negro ha tardado tanto tiempo en desvelarse. Exactamente, 526 años. De niños, a todos nos fascinan los acertijos. Recuerdo que cuando tenía 11 o 12 años llegué a adquirir cierta destreza con una modalidad de tinta invisible hecha a base de zumo de naranja, que descubrí en un viejo manual inglés de detectives. Pero el misterio de verdad es otra cosa que sólo se puede afrontar desde la edad adulta, porque tiene que ver con el deseo, es decir, con la inteligencia y la moral. El misterio no es algo que uno pueda resolver como cualquier vulgar enigma, sino algo en lo que uno se adentra como se adentra en una ciudad. Más que un pasatiempo o una pasión privada, en Florencia el crimen fue una pieza esencial de la vida, como cualquiera puede deducir leyendo El príncipe, de Maquiavelo. Y por eso lo primero que se nota al pasear por las calles de esta ciudad es un aura que la corona como una atmósfera muy gastada, a veces incluso opresiva, a pesar de la belleza, o quizá precisamente por ella.

El rostro de Simoneta Vespuci

En todas las ciudades donde ha vivido gente tocada por la pasión más fuerte, algo queda alterado para siempre. Por estas calles anduvo Poliziano, que fue otro de los protegidos de los Medici, un hombre brillante y terrible que escribió un gran poema sobre Simoneta Vespuci titulado Le Stanze per la Giostra. Después, Boticelli se inspiró en esa obra para pintar el rostro bellísimo de aquella muchacha que murió de tuberculosis a los 23 años. Hoy se pueden encontrar retratos de ella por toda Florencia. Cuando alguien contempla El nacimiento de Venus, no puede dejar de pensar que nueve décimas partes de lo que vivimos ya ha sido vivido por otros antes que nosotros, durante siglos. Sí, sucedieron muchas cosas en esta ciudad. Cuentan que por la noche, en la villa Bruscoli, Lorenzo el Magnífico se reunía con Poliziano, con su amigo Pico della Mirandola y con el joven Miguel Ángel. En la biblioteca había libros de Cicerón, viejos mapas como los que trazó Toscanelli basándose en su correspondencia con los mercaderes. Se sentaban junto a un busto de Platón y pasaban toda la noche discutiendo. En una mano sostenían el nuevo mundo, y en la otra, el viejo. Poco después apareció Savonarola y encendió su hoguera de las vanidades. Acabó con todo: el libre albedrío, la aspiración a la elegancia, el derecho a venerar a los filósofos. "Arrepentíos, que se acerca el diluvio", gritaba, corriendo por la plaza de San Giovanni, mientras las llamas devoraban libros, mapas, tablas científicas, pieles de animales... y hasta la estatua de mármol de Platón se exfoliaba a causa del calor. Dicen que el fuego se veía desde la vertiente opuesta del valle, donde Poliziano olfateaba el futuro en lo alto de una colina, mientras su amigo Pico della Mirandola, en la celda de un palacio, lo observaba todo con el ojo terrible de la salvación.

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Pero también a Savonarola le llegó el momento de la hoguera bajo el papado del Borgia Alejandro VI. Su ejecución tuvo lugar en la Piazza della Signoria, delante de la Loggia dei Lanzi, donde una placa en el pavimento lo recuerda, exactamente en el mismo lugar que un siglo antes el joven poeta Dante Alighieri contemplaba cómo jugaba una niña bellísima de no más de ocho años llamada Beatrice. Siguió la línea grácil de su cuello y de ahí nació La Vita Nuova. Sí, sucedieron muchas cosas en Florencia, y su recuerdo flota todavía en el aire, porque cualquier ciudad que se precie tiene al menos dos estratos de habitabilidad: uno pasado, muy espeso, donde se ancla la historia, y otro actual más liviano, como suspendido en el tiempo. Entre ellos fluyen las vidas cruzadas de la gente que transita por la ciudad. Ambos espacios están comunicados por un plano de inclinación máxima, y uno nunca puede saber exactamente en qué punto se encuentra.

A punto de esfumarse

Por eso, la mejor forma de iniciar el acercamiento a Florencia es a distancia, desde lo alto de un mirador ajardinado en el pueblecito de Fiesole. El valle del Arno, tan melancólico en invierno, permanece envuelto en un leve silencio de bruma. Todo parece lejano, frágil, a punto de esfumarse: las villas, repentinamente majestuosas con sus arcos y sus tejados de terracota, hacen pensar en un mundo agonizante, en perpetuo peligro de extinción; las puntas negras de los cipreses se agitan marcando senderos oscuros en la niebla; a lo lejos se adivinan las ruinas de una abadía, campanarios, el pliegue gris de la autopista al insertarse en el paisaje...; en algunas zonas, el barro de la tierra adquiere un color granate por la corona de salicornia, en otras se vuelve terrizo como el caparazón de una tortuga, y luego reverdece con el color tierno de los pastos. De vez en cuando, el toque dorado de las hayas y los abedules en la ladera de una colina crea la esperanza de una revelación interior. Es como si el Arno fuera drenando hacia la ciudad toda la sustancia cromática del valle, infiltrando en ella los anaranjados, los ocres, los sienas, el verde veronés... mientras la luz de la tarde, algo gastada, arroja ese tinte del brillo de los cuadros cuando envejece el barniz.

Pero una vez dentro de la ciudad, la mejor perspectiva es sin duda la que se abarca desde el segundo piso de la galería de los Uffizi. A esa altura, los tejados rojos de Florencia y sus campanarios adquieren una sutil destilación bajo el humo de las chimeneas que le dan un aire íntimo de ciudad vivida, con lavanderías que huelen a colada fresca y hornos de pan ácimo, que es el preferido de los florentinos, y librerías y cafés con espejos nublados por el aroma de los capuchinos, y braseros de castañas en las calles invernales, donde hay pocos turistas en esta época del año, salvo algunos hare krishnas con el cráneo pelado al aire frío de diciembre y sus campanillas de rebaño perdido. Sin embargo, no faltan las tiendas de recuerdos, y en ellas, el fetiche más preciado son unas postales que muestran un primerísimo plano detallado de los genitales del David de Miguel Ángel. Así son las cosas.

En muchas calles del centro, los pasquines contra Berlusconi evidencian la raigambre izquierdista de esta ciudad que, al igual que toda la Toscana, late bajo un corazón rojo. A las cuatro de la tarde empiezan a encenderse las primeras luces en los tenderetes del puente Vecchio, y más allá se alarga la perspectiva del Arno, majestuoso e incurablemente gris como una viñeta medieval. A esta hora, perderse por los callejones de Florencia es entrar en un laberinto de iglesias y placitas extraordinarias donde las pisadas retumban sobre el pavimento exactamente igual que hace siglos: la plaza de Santa Maria Novella, con el mármol blanco, rosa y verde travertino, o la de la Santa Croce, deliciosamente popular; la iglesia de San Lorenzo, que fue el templo funerario de los Medici y está llena de obras de arte; las callejas del Lungarni, próximas al río, como la Via Costa de San Giorgo. Por esta calle dicen que anduvo al final de su vida, medio ciego y condenado por los cardenales, el sabio Galileo, que pensaba que toda la bondad del cielo estaba simbolizada en el arte de la geometría.

Mientras cae la tarde en Florencia, la luz se vuelve tan frágil que de repente encoge el ánimo como una corriente fría que nos dejara desnudos ante la belleza, el único misterio que de verdad nos hace vulnerables. A esa hora, cuando el cielo parece a punto de helarse, puede que se levante un soplo de viento muy ligero como la sombra de un fantasma, y acaso, con suerte, alguien que camina a nuestro lado y que tal vez sea un caballero salido de un retrato de Durero o un príncipe renacentista que nos ha amado con pasión en otra vida, pronuncia muy despacio a nuestro oído los primeros versos de La divina comedia: "Nel mezzo del camin di nostra vida, mi retrovai en una selva oscura...". Sólo entonces es cuando el viajero puede llegar a comprender por primera vez que todas las Florencias son reales y que todas están cruzadas entre sí.

- Susana Fortes (Pontevedra, 1959) fue finalista del Premio Planeta 2003 con la novela El amante albanés.

Entrada a la catedral de Florencia, Santa Maria del Fiore, que fue construida a partir de 1296 y cuenta con una gran cúpula de 42 metros de diámetro y 91 metros de altura diseñada por Filippo Brunelleschi en el siglo XV.
Entrada a la catedral de Florencia, Santa Maria del Fiore, que fue construida a partir de 1296 y cuenta con una gran cúpula de 42 metros de diámetro y 91 metros de altura diseñada por Filippo Brunelleschi en el siglo XV.COLIN DUTTON
El puente Vecchio cruza el río Arno, que queda oculto para el viandante tras la hilera de edificios a ambos lados de la acera, donde se multiplican las tiendas.
El puente Vecchio cruza el río Arno, que queda oculto para el viandante tras la hilera de edificios a ambos lados de la acera, donde se multiplican las tiendas.TONI ANZENBERGER
La Piazza della Signoria (en la fotografía, escultura de Hércules y Caco) fue el escenario de la ejecución de Savonarola.
La Piazza della Signoria (en la fotografía, escultura de Hércules y Caco) fue el escenario de la ejecución de Savonarola.RIPANI MASSIMO

MUSEOS FLORENTINOS

DIFÍCILMENTE SE REPETIRÁ una conjunción tan fecunda para el arte como la que se dio en la Florencia de los Medici. Con esta familia de ambiciosos y sagaces banqueros toscanos, que en el siglo XV tomaron el poder en la comuna florentina y la convirtieron en principado bajo el mando de Cosme I, la capital toscana conoció un periodo de opulencia y esplendor que hizo de ella la cumbre del humanismo y el Renacimiento. Estos tres museos son un buen ejemplo.Galleria degli UffiziEl palacio que construyera Vasari por encargo de los Medici aloja uno de los museos más importantes del mundo. De las paredes de sus 45 salas cuelgan sublimes obras de arte, como la Madonna d'Ognissanti, de Giotto; la delicadísima Anunciación, de Simone Martini; la Virgen del Jilguero, de Rafael; la Adoración de los Magos, de Leonardo; la Batalla de San Romano, de Paolo Uccello; las sensuales El nacimiento de Venus y La primavera, de Botticelli; el Tondo Doni, tabla circular de Miguel Ángel, o la voluptuosa Venus de Urbino, de Tiziano. - Piazzale degli Uffizi, 6 (238 86 51). De 8.15 a 18.50; cierra los lunes. Precio: 6,50 euros.Galleria dell'AccademiaEn este museo se puede admirar un impresionante conjunto de estatuas de Miguel Ángel, entre ellas, los cuatro esclavos, figuras masculinas inconclusas, destinadas originalmente a la tumba del papa Julio II en el Vaticano. También puede verse la Pietà Palestrina, última e inacabada obra del escultor, y el sublime David, que se vuelve a exhibir tras una restauración que ha devuelto a su piel de mármol su blancura original.- Via Ricasoli, 60 (238 86 09). De 8.15 a 18.50; cierra los lunes. Precio: 6,50 euros.Palazzo PittiFue construido en la segunda mitad del siglo XV por encargo de la poderosa familia Pitti, tradicional enemiga de los Medici, según un proyecto del maestro Brunelleschi. Su Galería Palatina es la segunda pinacoteca de Florencia, con obras de Caravaggio, Rafael, Tiziano, Rubens y otros artistas del Renacimiento y el Barroco. En ella se pueden contemplar algunas de lasMadonnas más célebres de Rafael, como la Virgen del gran duque, la del Baldaquino,la Dama del velo o laVirgen de la Silla.- Piazza Pitti (238 86 14). De 8.15 a 18.50. Precio: 8,50 euros.

GUÍA PRÁCTICA

Datos básicos- Prefijo telefónico: 0039.- Población: Florencia tiene cerca de medio millón de habitantes.Cómo ir- Alitalia (www.alitalia.es; 902 100 323) vuela a Florencia vía Milán o Roma. Ida y vuelta, por ejemplo, desde Barcelona, a partir de 79 euros más tasas y gastos (comprando el billete con 30 días de antelación), o desde Madrid, por 99 euros más tasas y gastos (comprando el billete 10 días antes).- Iberia (www.iberia.com; 902 400 500) y Air Nostrum ofrecen tarifas de oferta para la ciudad de Pisa, a unos 80 kilómetros de Florencia, desde Madrid o Barcelona, por 110 euros más tasas y gastos (comprando 40 días antes).- Meridiana (www.meridiana.it; 902 10 12 49) vuela a Florencia directamente desde Madrid y Barcelona; precio de ida y vuelta a partir de 120 euros más tasas.- Lufthansa (www.lufthansa.es; 902 22 01 01) vuela a Florencia vía Francfort, ida y vuelta, desde 99 euros más tasas y gastos, comprando el billete una semana antes.Viajes combinadosMuchas mayoristas ofrecen paquetes de vuelo más hotel. Por ejemplo:- Catai (en agencias), hasta el 20 de marzo, un combinado de vuelos más dos noches de hotel, desde 378 euros más tasas por persona (la noche extra, desde 46 euros).- Mapa Tours (en agencias), hasta el 20 de marzo, vuelos más dos noches de hotel, desde 346 euros por persona más tasas (noche extra, desde 46).- Vivatours (en agencias), hasta el 30 de abril, un paquete de vuelos más dos noches ampliables, a partir de 408 euros por persona más tasas.Dormir- La asociación de alojamientos turísticos de Florencia ofrece en suweb (www.firenzealbergo.it) una práctica base de datos para buscar todo tipo de alojamiento incluyendo categorías económicas como bed and breakfast y residencias.Información- Oficina de turismo de Florencia (055 29 08 32). Ofrecen también un servicio de reserva de hoteles en la ciudad.- www.firenzeturismo.it.- www.fionline.it.- www.firenze.net.- www.turismo.toscana.it.- Oficina de turismo de Italia en Madrid (915 67 06 70).- www.enit.it.

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