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Reportaje:

La medicina de Rumania se llama Bruselas

La corrupción es el principal problema que el país debe resolver antes de su ingreso en la UE

Guillermo Altares

Vestido con una vieja cazadora de cuero, Vasile, de 68 años, contempla el concierto con el que los socialdemócratas en el poder cierran la campaña para las legislativas y presidenciales de hoy en Bucarest, ante la Casa del Pueblo, el segundo edificio público más grande del mundo, que resume los delirios del sátrapa Ceaucescu, quien para su construcción arrasó una parte del centro histórico de la capital rumana. Su pensión es de 75 euros y le da para llegar a fin de mes con problemas. Otra cosa es la salud: tiene que operarse de una hernia en la seguridad social y antes debe hacer muchas cuentas: hay que pagar sobornos para ser atendido y los precios pueden ser elevados. "No me acabo de creer que vayamos a entrar en la Unión Europea. Hay demasiada corrupción", asegura.

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En 1989, Ceaucescu, uno de los peores de los dictadores de la Europa comunista, gobernaba todavía Rumania (fue derrocado y fusilado en diciembre tras una sangrienta revolución) y sus excavadoras seguían destruyendo un país pelado de frío, hambre y miedo a su policía política, la Securitate.

Quince años después, Rumania es una democracia consolidada que, pese a sus problemas de pobreza y corrupción, ha logrado un crecimiento del 6,6%, controlar la inflación y está a punto de terminar sus negociaciones para ingresar, en 2007 junto a Bulgaria, en la UE.

Bruselas otorgó en octubre a Rumania el estatuto de "economía de mercado en funcionamiento", un paso clave para finalizar las negociaciones. La transformación puede verse en la proliferación de empresas e inversiones extranjeras en Bucarest, en el boom inmobiliario, en los buenos indicadores económicos. El ex ministro de Finanzas Daniel Daianu asegura: "En los últimos años, este país ha registrado unos progresos evidentes".

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Pero también existe la otra Rumania, reflejada en los datos sociales más crudos: una esperanza de vida de 67 años para los hombres; un gasto sanitario de 40 euros por persona y año; una renta per cápita que no llega al 30% de la media comunitaria y una pobreza que afecta a más del 20% de sus 22 millones de habitantes. En los últimos años, tres millones de ciudadanos han emigrado -250.000 de ellos a España- y sus remesas representan ya el 3% del producto interior bruto (PIB) rumano.

Ese otro país surge en la cuneta de una carretera a pocos kilómetros de Bucarest, donde Florica, de 42 años, vende carne de cordero, que expone colgada de un árbol y corta en una rudimentaria mesa. "En la radio dicen que viviremos mejor cuando estemos en la UE, pero no me lo creo. Las cosas van muy mal. Durante el comunismo, vendía la carne al Estado. Ahora no tengo distribuidores. Añoro aquel periodo", asegura.

El ex ministro Daianu cree que la UE representa una gran oportunidad para Rumania, "siempre que empiece a solucionar sus problemas sociales y de desarrollo".

Con un 76% de la población a favor del ingreso, los socialdemócratas del primer ministro y ahora candidato a la presidencia, Adrian Nastase, y la coalición de oposición liberal que encabeza Traian Basescu, alcalde de Bucarest, se han presentado con programas muy similares: hacer bien los deberes hasta 2007. Quedan dos capítulos por cerrar, y ambos, Competencia y Justicia e Interior, tienen que ver con el mismo problema: la corrupción, que ha sido el principal tema de campaña y es el asunto que más preocupa a la población.

"Justicia e Interior es un capítulo esencial, porque significa el buen funcionamiento del Estado de derecho en un país y Rumania tiene todavía que hacer muchos cambios en este sentido", señala Onno Simons, número dos de la delegación de la Comisión Europea en Bucarest. "Transparencia Internacional ha situado a Rumania en el puesto 83 por la percepción de la corrupción por parte de sus ciudadanos y no es el lugar en el que este país quiere estar, ni debería estar", agrega.

El informe sobre los progresos de Rumania difundido por la Comisión en octubre no puede ser más claro: "La corrupción sigue siendo un problema serio y muy difundido". El secretario de Estado, Leonard Orban, vicenegociador jefe con la Unión, reconoce que es un capítulo difícil, pero asegura que se han realizado "grandes progresos", como la creación de la Fiscalía Anticorrupción (con el asesoramiento de España), que "fue vista por la UE como un paso muy importante".

Los problemas con la libertad de prensa, que han despertado la preocupación no sólo de Reporteros sin Fronteras sino también de la Comisión Europea, también tienen que ver con el excesivo intervencionismo del Gobierno y los partidos y con las estrechas relaciones entre los empresarios y los políticos. "En vez de la mano invisible del mercado, aquí actúa la mano muy visible del Estado, en la medida en que privatizó y los clientes políticos se convirtieron en los empresarios con más poder", asegura el profesor Daniel Barbu, uno de los analistas políticos más respetados del país. "La corrupción aquí es una modalidad de funcionamiento de la sociedad. No existe todavía el concepto de un Estado de derecho que rige las relaciones. Pero estoy convencido de que la integración en la UE será para Rumania el acontecimiento más importante de su historia reciente. Muchas de las cosas que no funcionan cambiarán con la disciplina impuesta desde Bruselas".

Un hombre recoge pan de un contenedor de basura ayer en Bucarest.
Un hombre recoge pan de un contenedor de basura ayer en Bucarest.AP

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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