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Socialismo y regionalismo

El 24 de agosto de 1918, el joven político Ignasi Villalonga publicaba en La Correspondencia de Valencia un artículo que llevaba este mismo título. En él, se hacía eco de la reciente conferencia que un socialista, un tal Ovejero, había realizado en la Casa de la Democracia y en la que, entre otras cosas, había abogado por compatibilizar la sensibilidad socialista con las aspiraciones autonomistas de los pueblos de España. Villalonga dedicó buena parte de su artículo a este tema, felicitándose, desde su posición más bien conservadora, por el hecho de que el conferenciante viera asumibles los postulados valencianistas. El artículo de Villalonga derivó rápidamente hacia otros dos temas igualmente actuales: el papel de los intereses estratégicos valencianos y la importancia de una España transversal contra una radial. En primer lugar, Villalonga se centró en la importancia del puerto de Valencia para la economía del país: "El puerto de Valencia es el objeto de los amores patrios de los regionalistas. Por defender el puerto de Valencia, romperíamos toda clase de alianzas". Y siguió defendiendo el ferrocarril directo Madrid-Valencia, aunque con un pero: "...la comunicación directa con Madrid y Portugal es aspiración que nosotros mantenemos (...), pero para llegar a ella es necesario un paso previo". Y éste no era otro que el diseño de una España no radial y por tanto no dependiente, de forma exclusiva, de la comunicación directa con la capital del Estado. Por ello, Villalonga se explayó en los planes que Francesc Cambó, líder de la Lliga, tenía por aquel entonces como ministro de Fomento en el gabinete de Maura y puso el ejemplo de una nueva línea entre el Atlántico y el Mediterráneo: "El ferrocarril Coruña-Barcelona es de suma utilidad, pues comunica Galicia, agrícola y ganadera, con Cataluña, industrial y mercantil. Esos ferrocarriles transversales vendrán a deshacer la obra radial y centralista del plan anterior, comunicando a las regiones sin el intermedio de Madrid, deshaciendo el centralismo ferroviario". En este texto, las concomitancias con la época actual son muchas: la importancia del puerto de Valencia y la línea con Madrid no deben hacer olvidar la red transversal. Además, Ignasi Villalonga supo vislumbrar el meollo del asunto de forma precisa: "Por esa misma razón, debemos buscar en Valencia la rápida comunicación con Andalucía, sin llegar, como ahora, hasta Alcázar. Entonces el mercado andaluz y el valenciano se enlazarán, estratégicamente correrá un ferrocarril cerca del litoral mediterráneo y Valencia tendrá comercio de tránsito de Cataluña y Francia con la parte oriental de Andalucía y Murcia".

Villalonga pensaba aquel 1918 que esta "deconstrucción" de la España radial la llevaría a cabo el regionalismo que representaba Cambó en alianza con el conservadurismo regeneracionista de Maura. No tuvieron tiempo, ni fuerzas para hacerlo. Y, con el paso del tiempo, la derecha ha perdido una nueva oportunidad de retomarlo. José María Aznar nunca estuvo dispuesto a hacer de Maura (mucho menos en la segunda legislatura), aunque es verdad que Jordi Pujol nunca quiso ser su Cambó (ni dejó a Miquel Roca, serlo). Y el problema de la radialidad, entre otros, ahí sigue. ¿Quién hará el papel que aquellos no quisieron hacer? ¿Será José Luis Rodríguez Zapatero el Maura del siglo XXI y Maragall su Cambó, aunque más a la izquierda? ¿O entroncará Rajoy con la tradición conservadora y regionalista española que pueden representar, por necesidad o convicción, antes un Piqué o un Ruiz-Gallardón que un Acebes? ¿Nacerá un centro reformista español, catalán o valenciano adaptado a las circunstancias, de carácter moderado, social y regionalista entre PP y PSOE? Más preguntas que respuestas, sin duda.

Hoy, el socialismo tiene en su mano hacer lo que Villalonga pensaba que harían Maura y Cambó. El centro-derecha tuvo su oportunidad que no quiso o no supo aprovechar: todavía recuerdo las sangrantes comparecencias de Benigno Blanco, secretario de estado de Infraestructuras en el parlamento español defendiendo en enlace de todas las capitales de provincia con Madrid que motivaron un artículo mío en esta misma tribuna. Y no lo quiso hacer despreciando una tradición descentralizadora, tímida pero real, de los gobiernos de Maura y su alianza con el regionalismo catalanista. Por otra parte, Villalonga mostraba nuevamente que era posible y deseable el establecimiento de una prioridad en estrategia territorial y económica valenciana en el corredor mediterráneo sin menoscabar el papel del puerto o de la comunicación con Madrid. ¿Hacen falta más pruebas de centralidad y de vigencia de un pensamiento geoestratégico constante en la historia de los valencianos: la necesidad de mirar al norte y al sur si perder de vista el oeste?

Josep Vicent Boira Maiques es profesor de la Universitat de València.

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