Una dirigente acusada de 14 asesinatos
Soledad Iparragirre, Anboto (Eskoriatza-Guipúzcoa, 1961), llegó a la dirección de ETA por el camino contrario al de su compañero Mikel Antza, al que no se le conoce que haya utilizado una pistola o una bomba en un atentado. Iparragirre es, sobre todo, una mujer de acción -está acusada de participar en 14 asesinatos y podrían ser más- que, al parecer, ya en la madurez y aprovechando el año de tregua, se retiró a Cuba para dar a luz el hijo que tiene de Antza, y regresó posteriormente a Francia para integrarse en el aparato político etarra.
Anboto está considerada por los expertos como una activista escurridiza y discreta, de quien es difícil conocer sus movimientos después de 25 años en la clandestinidad. Junto a Dolores González Cataráin, Yoyes, -a la que asesinaron sus ex compañeros en 1986 por haber regresado con su hijo al País Vasco- es la segunda mujer que logra formar parte de la dirección etarra, después de haber integrado los comandos Araba y Madrid, con los que acumuló un intenso historial delictivo. Tras la detención de la cúpula de la banda en Bidart, en 1992, y hasta la tregua de 1998, se ocupó de la dirección de los comandos legales (no fichados).
Iparragirre tomó el testigo de su novio, el etarra Pana, muerto en una operación policial
La biografía de Iparragirre es la de una persona casi predestinada a militar en ETA. Nació en un caserío situado en pleno monte, denominado Angel de la Guarda. Haciendo honor a su nombre, la casa acogía en un escondite subterráneo a los sucesivos miembros del comando Araba, cuando no servía como almacén de los 3.000 kilos de explosivos procedentes del robo de Soto de la Marina (Santander). Hasta que lo descubrió la policía en 1981 en una operación en la que resultó muerto un miembro del comando, Jose Aristimuño, Pana, novio de Iparagirre. Detuvieron a toda la familia, incluida ella, que entonces tenía 20 años y estudiaba magisterio, mientras su padre se escapaba a Francia.
Anboto fue puesta enseguida en libertad, pero cogió el testigo de su novio y huyó a Francia para regresar a España en 1985, formando ya parte del comando Araba, junto a José Javier Arizkuren, Kantauri, hasta 1987. De esta época data una larga lista de atentados en toda Álava, en su mayor parte contra agentes de la Guardia Civil y la Policía Nacional, que incluye el asesinato del cartero de Amurrio o el ametrallamiento de un equipo móvil de TVE en Mendizorroza.
Tras desaparecer por un tiempo de las acciones terroristas, Anboto volvió a ser detectada como integrante del comando Madrid en 1992, cuando se encontraron sus huellas dactilares en un coche bomba que había hecho estallar al paso de una patrulla policial. En esta época , ETA cometió en la capital de España varios atentados con coches bomba que mataron a 10 personas, y en los que la policía sospecha que pudo tener una implicación directa. Entre ellos se encuentran los artefactos que hirieron gravemente a Irene Villa y a su madre, así como al comandante Villalobos.
Iparagirre se hizo cargo en Francia de la dirección de los comandos legales tras la detención de Kepa Pikabea en 1994. Es entonces cuando empieza a utilizar el alias de Anboto, en vez del anterior: Marisol. Según el testimonio de etarras detenidos, ella citaba a los nuevos activistas, les adoctrinaba, les adiestraba y les señalaba los objetivos, a la vez que les proveía del dinero y las armas.
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