_
_
_
_
Reportaje:ARQUITECTURA

Un sueño, una casa

En su momento fue una de las imágenes más cautivadoras del panorama arquitectónico: dos altos muros blancos elevándose del suelo como si fueran las velas de un barco, atrapando las brisas y reflejando el sol o sombreando un patio semienterrado, en cuyas profundidades las habitaciones se iluminaban cenitalmente mediante serpenteantes lucernarios. Exceptuando la evidencia de los muros, la casa se esconde en vez de enfatizar su relación con lo que la rodea. Distinguida en 1980 con el Premio Progressive Architecture a obras no construidas y muy publicada desde entonces, la "casa de retiro espiritual" fue el primer proyecto de Emilio Ambasz que atrajo la atención de la crítica internacional.

Aislada en la finca, la casa se recluye bajo tierra: los dormitorios donde se disfruta del sueño más profundo y los baños que destilan sensualidad oriental
El ideal verde actual es la conexión, no el aislamiento; es la vivienda colectiva en una ciudad compacta

Sin embargo, las opiniones no fueron unánimes; algunos quedaron desconcertados por las imágenes, incapaces de imaginar el prolongado ritual de aproximación y entrada, los cambios de la luz en el patio, la poesía de la experiencia sensorial. Ambasz nunca renunció a su construcción, aunque ello suponía asumir el reto de superar con la realidad un sueño, un mito agrandado con el paso del tiempo. Y lo ha logrado; ha levantado la casa en un lugar idílico, un promontorio cercano a un embalse en un paraje serrano de la Ruta de la Plata, que une Andalucía con Extremadura, situándola con suma precisión frente a las vistas y la orientación. El terreno, suavemente ondulado y salpicado de encinas, pertenece a una finca de 600 hectáreas, una dehesa de ganado bravo donde también se crían caballos de raza española y cerdos de pata negra.

Alzándose entre olivos centenarios, los dos muros altísimos y encalados se unen en un ángulo recto, cuya arista apunta hacia el punto de llegada. A eje con la arista, un portal de madera repujada situado en chaflán marca la entrada. Justo encima, cerca de la coronación de los muros, sobresale de la esquina un balcón de madera cerrado con celosías, de innegable influencia árabe.

Al atravesar las puertas uno se encuentra en la esquina más alta de un patio en pendiente, de planta cuadrada y orientado en diagonal. Vistos desde dentro, los muros se entienden como prolongación de las paredes ciegas del patio, haciendo un gesto de acogida para mostrar al visitante una panorámica del embalse y las montañas situadas más allá del primer plano: la cubierta vegetal de la casa semienterrada. Un pórtico umbrío cierra la esquina opuesta a la entrada y una escalinata de anchos peldaños desciende hasta la bisectriz del patio, con una fuente semicircular para señalar su centro.

Tanto el portón de entrada como el mirador y las vigas de coronación del pórtico son de madera oscura, labradas artesanalmente y en contraste con el resto de los elementos, lisos y de color blanco. Los suelos del patio, del pórtico y de los interiores son de mármol blanco veteado en gris; el mismo material se ha empleado en la escalinata. Por último, en los escalones en voladizo que llevan al balcón el murmullo del agua, que desciende por los canales pasamanos excavados en los muros -como los que existen en la Alhambra, aunque Ambasz no los conocía cuando proyectó la casa-, contribuye en gran medida a la atmósfera fresca y contemplativa que reina en el lugar.

En el interior, rodeando en L

dos lados del patio, se dispone un gran salón, abierto al pórtico a través de puertas de vidrio correderas y a un segundo patio, cuyas paredes curvas contrastan con la ortogonalidad del patio principal; desde aquí, una escalera conduce hasta el exterior de la finca. En el muro interior de la sala se abren las puertas que dan al resto de las habitaciones, iluminadas cenitalmente.

El nombre del proyecto hace explícita su finalidad. Aislada en la finca, toda la casa se recluye bajo tierra: los dormitorios donde se disfruta del sueño más profundo y los baños que destilan sensualidad oriental. El balcón-mirador, único elemento que se asoma al paisaje, utiliza la celosía, que brinda privacidad y sombra dejando pasar la brisa al mismo tiempo. Si bien al abrirse ofrece magníficas vistas, su carácter introvertido invita más bien al reposo o la lectura, levantando ocasionalmente la mirada para contemplar la puesta de sol reflejada en el embalse, tiñendo los muros de rosa.

A pesar de su carácter único la casa está llena de resonancias locales: a las viviendas en cuevas que aún existen en Andalucía, y sobre todo a la herencia árabe, de la que derivan el patio y los elementos de madera labrada. Cuando Ambasz proyectó la casa el posmodernismo ecléctico historicista estaba en su apogeo, y esta coincidencia se percibe en los motivos rituales e históricos. Sin embargo, desde el punto de vista formal, la casa es abstracta y moderna, y los elementos tradicionales se utilizan directamente, sin reinterpretaciones irónicas. Como la Villa Savoye de Le Corbusier, el proyecto dibuja un itinerario procesional que atraviesa un patio y culmina en una vista enmarcada del paisaje. Pero mientras el recorrido en la primera asciende hasta el centro de la casa, aquí el trayecto evita el centro y es descendente. El énfasis espacial de la Villa Savoye es centrífugo y horizontal, mientras en esta casa es centrípeto; en el patio domina la vertical que conecta la tierra con el cielo, con la fuente como axis mundi.

Las críticas negativas no hacen mella en una arquitectura tan original, fruto de unos deseos tan concretos. Sin embargo, las reflexiones de los arquitectos en general se centrarán probablemente en lo que ellos habrían hecho de otro modo. Por ejemplo, ensanchar la zona porticada haciéndola más estancial, como en la tradición hispanoamericana; ampliar el balcón y bajar las ventanas para permitir las vistas desde un punto más bajo, como desde una tumbona; sustituir la gravilla de mármol de los escalones y el patio por un pavimento tradicional de cantos rodados para evitar el deslumbramiento y enfatizar su carácter de espacio exterior... Con tales cambios la casa sería otra, no la soñada por Ambasz.

Según el propio arquitecto y algunos críticos norteamericanos, la obra de Ambasz tiene un planteamiento ecológico, pues busca la armonía con la naturaleza, conservando el emplazamiento original casi intacto y con niveles de aislamiento muy altos. La casa cuenta con climatización artificial de apoyo, que aún no ha sido necesaria. Sin embargo, su carácter ecológico va más allá de la cubierta ajardinada y el ahorro energético. Cuando se proyectó esta obra, el ideal ecológico era la casa autónoma, aislada y autosuficiente. Hoy día esta solución se considera un derroche, no tanto por la energía necesaria para los desplazamientos como por la segregación social que supone, considerada la mayor amenaza para el medio ambiente.

El ideal verde actual es la co

nexión, no el aislamiento; es la vivienda colectiva en una ciudad compacta de barrios multifuncionales, con todos los servicios accesibles y fuertes vínculos locales. También se busca el re enchantment o recuperación del idilio con el mundo, animándonos a vivir en armonía con el planeta en vez de expoliar sus recursos. La agenda ecológica busca la comunión con los demás y con la naturaleza como modo de recuperar la alegría y el significado que nos ayudarán a superar la necesidad de consumo desaforado con que nos defendemos del persistente legado de alienación y sinsentido que nos ha dejado la modernidad.

Además de medidas ecológicas, la sostenibilidad requiere un cambio en nuestra representación del mundo y, consecuentemente, en nuestro comportamiento. Es en este sentido en el que la casa de Ambasz cobra significado más allá de su carácter excepcional: señala hacia el futuro y hacia el pasado, evocando dimensiones cruciales para la arquitectura ecológica del porvenir. Quizá esta casa de retiro espiritual no ofrece contacto con la comunidad local, pero es un lugar mágico para la comunión con otros y, sobre todo, despierta un sentido intenso tanto de la conciencia interior que se asoma al mundo como del cosmos infinito que la casa atrae hacia su centro.

Ambasz ha construido la casa en un excepcional paraje de la sierra de Sevilla.
Ambasz ha construido la casa en un excepcional paraje de la sierra de Sevilla.FERNANDO ALDA

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_