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Columna
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Póntelo, pónselo

¿Qué hay de malo en ello? Coja usted uno y póngalo en su vida y en la de sus seres más próximos. Habrán supuesto que no me refiero a los preservativos, sino a los referendos, por más que en algunos casos también sirvan para controlar la natalidad, digo, a la población. Y es que no pasa día sin que surja una nueva propuesta plebiscitaria (casi cometo el error de escribir pelviscitaria). Los últimos en apuntarse a la moda han sido los socialistas Odón Elorza y Gemma Zabaleta porque, en efecto, no hay nada de malo en ello.

La propuesta de Odón pasaría por consensuar un acuerdo entre los partidos y someter lo alcanzado a una consulta consensuada entre los gobiernos de Madrid y Vitoria. Odón está convencido de que "no sería tan difícil alcanzar un acuerdo de mínimos que aparque los planteamientos más maximalistas". Bien, su conjetura resulta loable, pero incierta. La prueba es que ni siquiera ha podido alcanzar un acuerdo de mínimos con su compañera de partido Gemma Zabaleta, cuya propuesta de referéndum no pasa por consensuar previamente nada, sino por convocar directamente un plebiscito para saber si el actual marco cuenta o no con apoyo social en Euskadi. Hombre, no hay que ser un Euskobarómetro ni siquiera un CIS para saber que el arco nacionalista no está de acuerdo con el marco actual; otra cosa sería averiguar qué cotas de maximalismo estaría dispuesto a consentir. Y ahí es donde la propuesta de Zabaleta se revela suicida, porque basta con que la ciudadanía perciba que se debería cambiar algo por mínimo que sea, por ejemplo el Senado, para que contestara que no está de acuerdo con el marco actual y este rechazo sería indistinguible del manifestado por quienes desean un marco absoluta y radicalmente distinto, por ejemplo un Estado independiente. Resultado: el nacionalismo tomaría en cuenta la cantidad global de rechazo y lo presentaría como un refrendo a sus tesis soberanistas.

Claro que esto Gemma Zabaleta no puede verlo y ni siquiera visualizarlo, porque es de la opinión de que ya "es hora de que todos los proyectos se puedan llevar a cabo por vías pacíficas y democráticas". ¿Se habrá dado cuenta la ilustre politóloga que no se pueden llevar a cabo -otra cosa es presentarlos y defenderlos- todos los proyectos porque sencillamente hay algunos que se excluyen entre sí? ¿O se puede llevar a cabo a la vez la independencia de Euskadi y el mantenimiento de Euskadi dentro de España como una autonomía más?

En cuanto al optimismo de Odón sobre que no debe resultar muy difícil alcanzar un acuerdo de mínimos, tiene en su contra toda la práctica política de los últimos años, más concretamente desde que el PNV pactó con ETA excluir a quienes no eran nacionalistas, es decir a los del PSE, como él, y a los del PP, de la vida política. A partir de entonces, el que no se apea del burro ni se apeará es un nacionalismo conducido por un Ibarretxe tan vacuo como iluminado que no está dispuesto a sentarse a discutir nada que no sea su plan y eso sólo para que quien se siente le diga que el plan es muy bueno y que lo suscribe de cabo a rabo. Lo demás son mandangas, como ésa de que el plan sería revisable hasta la última coma, porque Ibarretxe no va a cambiar nada. Ibarretxe es un trilero que baraja las cartas de que con su plan Euskadi irá bien o de que con la discusión de su plan se acercará la paz, como repitió por enésima vez el otro día, pese a que ETA, que es la única que está en guerra, haya dicho que el plan se la suda, a fin de cegar a la ciudadanía para mejor endilgarle su plan.

Lo gracioso es que los odones y las gemmas parecen sólo escucharle cuando entona esas alharacas huecas y no cuando deja escapar su fondo inmovilista en frases como "si no se acepta la voluntad del Parlamento no habrá solución para Euskadi". Al paso que va la burra sólo se me ocurre, querido lector, recomendarle que se apunte al movimiento plebiscitario recogiendo unos miles de firmas y convocando el suyo antes que Ibarretxe o tendrá que ponérselo claro.

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