El guardián de la energía
Presidente de la Fundación Doñana 21, secretario general de Estructuras Agrarias en 1991 y ministro de Agricultura en 1993 y 1994, a Luis Atienza se le reconoce fundamentalmente como un personaje público y un político ligado al sector agrario. De ahí que su reciente nombramiento como presidente de Red Eléctrica haya sido recibido en algunos medios como la imposición socialista de un personaje ajeno al sector.
Sin embargo, la realidad es muy distinta y, al margen de sus responsabilidades pasadas en política agraria, la energía ha estado presente en su actividad profesional. En los años ochenta, como consejero de Economía del Gobierno vasco, fue miembro del consejo de administración del Ente Autonómico de la Energía para desempeñar el cargo de secretario general de Energía durante casi un año en el Ministerio de Industria. En los últimos años ha seguido desarrollando trabajos de consultoría en estas materias.
Su nombramiento como presidente de Red Eléctrica no lo considera como un puesto político, sino simplemente como un cargo profesional promovido obviamente por el accionista de referencia en la empresa, que es el Estado. Cree en el sector eléctrico como un sistema integrado y considera muy importante la independencia de los operadores y el funcionamiento de la competencia. Llegado al puesto en un periodo de apagones, estima que el funcionamiento del sistema es correcto y que los problemas se deben especialmente a deficiencias zonales en las redes que no son un reflejo de la realidad del sector.
Burgalés, nacido hace 46 años en una pequeña localidad al norte de la provincia, Trespaderne, casado y con dos hijos, recorrió sus primeros años la zona de la mano de su padre, un veterinario de pueblo, para desarrollar su vida de estudiante y posteriormente sus primeros pasos en política en el País Vasco, donde se licenció en Económicas por la Universidad de Deusto.
Siguiendo una afición muy extendida de los pueblos entre la provincia de Burgos y el País Vasco, el ciclismo es su deporte favorito y cada verano le caen en sus piernas unos 1.000 kilómetros, palizas de las que se recupera con la lectura y el ajedrez. Durante su estancia en Agricultura algunos amigos le inculcaron la afición profesional por el vino, y en los años noventa debutó con varios socios experimentados, como un pequeño empresario en el sector, con la constitución de una pequeña bodega ya galardonada en Priorato, a la que luego ha seguido otra también en Cataluña.
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