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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Primer europeo

El primer ministro europeo de Asuntos Exteriores será Javier Solana cuando entre en vigor la Constitución europea. El actual secretario general del Consejo de la UE y alto representante para la política exterior no sólo se vio ayer ratificado en su actual cargo, sino reforzado. Los Veinticinco dejaron claro en Bruselas que el futuro jefe de la diplomacia de la Unión Europea será este español que ha llegado más lejos que ningún otro en un difícil camino en el que las cualidades personales han suplido a menudo la falta de política común.

Hay también un objetivo funcional en la declaración de los Veinticinco sobre el futuro ministro de Exteriores tras la nominación del portugués José Manuel Durão Barroso como presidente de la Comisión Europea, que el Parlamento Europeo ha de confirmar el 21 de julio. Barroso tiene que contar que dentro de dos años, si se ratifica la Constitución, Solana pasará a ser también vicepresidente de la Comisión encargado de las relaciones exteriores, lo que debería favorecer la convergencia entre ambas instituciones en la acción exterior de la UE. Entretanto, en caso de conflictos de competencias entre los comisarios encargados de estas cuestiones, primará la competencia del futuro ministro. Francia y Alemania han avanzado peones para obtener en este envite dos poderosos puestos de supercomisarios, de Competencia y de Economía e Industria, respectivamente.

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La elección de Barroso, más hija de la necesidad que de la virtud, cierra una crisis. A la cabeza de las dos instituciones centrales de la UE se sitúan dos políticos de países ibéricos que comparten, aunque desde puntos de vista distintos -el portugués fue el anfitrión de las Azores-, un enfoque positivo de las relaciones transatlánticas. Ésta va a ser una pieza esencial en el desarrollo de una política exterior, de seguridad y de defensa común en la UE, para la que ya ha puesto algunas piedras institucionales y operativas. Y si el proceso de ratificación falla, los elementos de esta política exterior estarán ya funcionando con Solana al frente.

Las pugnas internas que ha vivido la UE en los últimos meses han sido duras. El intento de cerrar la Constitución en diciembre fracasó debido, entre otros factores, al obstruccionismo de Aznar. El cambio de Gobierno y de mayoría en España permitió que la presidencia irlandesa desbloqueara la situación y consiguiera cerrar el Tratado Constitucional. El primer ministro irlandés, Bertie Ahern, ha sabido negociar con habilidad y paciencia la Constitución y la presidencia de la Comisión, aunque en el camino ha provocado una crisis política en Portugal con la dimisión de su hasta ahora primer ministro.

Si la UE no hubiera logrado un acuerdo sobre la Constitución estaría hoy presa de una sensación de fracaso, y de no haber alcanzado el consenso sobre la Comisión habría hecho el ridículo. Con estos dos logros la presidencia irlandesa ha cumplido con creces.

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