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Columna
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Enfermos

Rosa Montero

Hace diez días, un puñado de bárbaros mataron salvajemente a palos y pedradas a varios perros jóvenes y robaron un galgo, en cuyo destino no quiero ni pensar, en el Centro de Recogida de Animales de Aranjuez. Sucedió un viernes por la noche: se ve que los verdugos salieron de fin de semana a divertirse y organizaron esta pequeña fiesta de dolor y de sadismo. Todos los años se me encoge el corazón en estas fechas, porque los calores parecen avivar la brutalidad congénita española, y el país entero se tiñe de sangre y sufrimiento con las llamadas fiestas de los pueblos, que a menudo consisten en pasárselo bomba torturando a algún bicho. Disfrutar con el suplicio de un ser vivo es sin lugar a dudas un rasgo ferozmente patológico; pero en nuestro país hemos elevado esta perversión a fiesta social.

Esta tara, esta enfermedad, es la que provoca hechos como los de Aranjuez, o la que posibilita que cada verano cientos de miles de perros sean abandonados. Esta falta de sensibilidad nacional es la que permite que, hace una semana, salga una noticia en este periódico, que sin duda es uno de los mejores del mundo, mofándose de que en Estados Unidos se le haya puesto a un hombre una "cadena perpetua por matar a su perro", como decía el titular. Luego, leyendo la noticia, te enterabas de que no había sido por eso, sino en aplicación de una ley por la cual, si cometes tres delitos violentos, puede caerte la perpetua. El tipo había perpetrado múltiples asaltos, dos de ellos a mano armada, y su tercer crimen consistió en golpear a la perra de su novia con un palo de golf, clavarle una estaca y cortarle la cabeza con unas tenazas de jardinero. Una atrocidad que sin duda revela que es un hombre muy peligroso: rigurosos estudios hechos en Escocia han demostrado la relación directa entre la violencia contra los animales y los crímenes contra las personas. Uno puede desaprobar esta dura ley de las tres faltas (a mí no me gusta), pero lo inquietante era el tono burlón del texto y que el periodista dijera: "Lo peor es que el tercer delito no ha de ser necesariamente violento. Cualquiera vale. Incluso matar un perro". Si degollar a un animal con unas tenazas de podar no es considerado violento, me parece que de verdad estamos perdidos.

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