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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Un nombre para Europa

Los resultados de las elecciones al Parlamento Europeo no han configurado una Cámara muy distinta de la anterior. Pierden peso relativo, según las cuentas provisionales, tanto el Partido Popular Europeo como el Partido de los Socialistas Europeos, por lo que se verán obligados a entrar en alianzas con otros grupos. El nuevo Parlamento acoge en su seno a un mayor número de euroescépticos y a un preocupante pelotón de diputados de la extrema derecha populista que sigue haciendo de las suyas en Europa. Estos datos, sumados a una escandalosa abstención, requieren una reflexión política en profundidad y obligarán a los europeístas a cooperar en muchas ocasiones por encima de las diferencias entre izquierda y derecha.

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La primera tarea que obligará a definir posiciones es la sucesión de Prodi al frente de la Comisión Europea, que se producirá en noviembre pero se decidirá esta misma semana. El problema que en parte explica la alta abstención registrada es que en estas elecciones no se votaba por un Gobierno europeo. El próximo presidente de la Comisión lo designará el viernes el Consejo Europeo -teóricamente por mayoría, aunque será difícil que no lo haga por consenso-, o en julio si no hay acuerdo, y posteriormente lo ratificará el Parlamento. Jacques Delors y otros sugirieron en su día, con toda la razón, que los partidos europeos debían acudir a estos comicios proponiendo candidatos para este alto cargo. Dado que no se ha hecho, lo mejor es que, más que un político de una familia u otra, se nombre a una personalidad con el empuje suficiente para volver a darle a esta institución el peso y el dinamismo que necesita.

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Wilfried Martens, presidente del PPE, se ha apresurado a pedir que sea uno de los suyos, y lo ha aprovechado además para exigir la introducción de una referencia al cristianismo en la Constitución en ciernes, ya que su grupo es el mayor de la nueva Eurocámara. No es nada seguro que consiga ni lo uno ni lo otro.

Junto con la abstención y el debilitamiento de varios Gobiernos que deben tomar decisiones difíciles sobre reformas en sus países y en la UE, lo más preocupante de los resultados de las europeas y otras elecciones coincidentes es la sombra que arrojan sobre la perspectiva de sacar adelante la Constitución, sobre todo en las consultas populares de algunos países como Dinamarca, Irlanda, Polonia y sobre todo el Reino Unido.

Blair se ha comprometido a tal consulta, pero hoy por hoy no lograría sacarla adelante, dada su debilidad y el aumento del voto puramente euroescéptico, con la espectacular subida del partido de la Independencia. Por ello no sorprende que, más allá de las negociaciones últimas para cerrar el Tratado Constitucional, algunos Gobiernos empiecen a pensar qué hacer si algún país no lo ratifica. La posibilidad de la Europa a varias velocidades ha aumentado tras estas desastrosas elecciones que reflejan la falta de liderazgo político en esta Unión que acaba de ampliarse.

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