_
_
_
_
_
OPINIÓN DEL LECTOR
Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

El ensueño

Esta nuestra comunidad es una comunidad envidiada. Sanamente envidiada, se entiende. Es algo que ya sabíamos, y nos enorgullece saberlo. Tanto que a la mayoría de los valencianos se nos ve como envueltos en un halo de satisfacción incorregible. Emanamos un fragante perfume a autocomplacencia que nos hace sentirnos levemente narcotizados. Aquí todos andamos oficial, oficiosa y artificiosamente contentos. Y es que estamos convencidos de una verdad indiscutible: en pocos sitios se vive como aquí, nadie nos gana en esto. El recado se lo hemos sabido trasmitir con acierto incluso a muchos otros que no viven aquí. Tanto es así que en la pugna por ocupar la cabeza de la clasificación de lugares dignos de ser considerados habitables, a la Comunidad Valenciana se la sitúa siempre en uno de los honrosos primeros puestos. Lugar de ensueño, se atreven algunos a decir encastillándose en el tópico y haciendo en seguida como si se abanicaran para ahuyentar el rubor que les produce sostener esa atribución.

Desde luego, de existir el ensueño están apareciendo señales de que algunas de sus marcas emblemáticas se están empezando a desvanecer. Datos hay que manifiestan que se han traspasado límites. Pero un conformismo añejo ha elevado a la categoría de inatacables los cimientos de las falacias montadas en los últimos años. En los últimos años nos han estado intentando fascinar, nos han tratado de encandilar con proclamas adornadas con la fantasmagoría de unos logros inexistentes. Nos han conminado a asentir con el encantamiento de la irrealidad enviándonos mensajes aderezados con vacuidades retóricas.

La realidad es otra, y ya hace tiempo que se admite, pero aún se le pone sordina al hecho de que aquí estamos viviendo, en la vida a ras del suelo, forzadamente. Pendientes, a merced siempre de la fragilidad de las oscilaciones crónicas de los sectores productivos; sujetos a la provisionalidad inquietante de las estructuras económicas. Por eso, sin que apenas nos percatemos de los motivos, no es de extrañar que casi de una manera cíclica cunda entre los ciudadanos de la comunidad un cierto desaliento. Una desazón que se ha tratado de camuflar bajo la fórmula equívoca de que todos tenemos aquí un estilo de vida pasable. Y hasta se ha alardeado de hacerles creer a otras comunidades que la nuestra se podía considerar como el modelo a seguir en aspectos clave de la vida pública. Pues ya es hora de que sepan que hay indicios de que la maquinaria de ese modelo podría estar quebrándose por el eje. Quizás sea aventurado decirlo, pero lo que está pasando en Terra Mítica es una muestra elocuente de hasta donde podría llevar este estado de cosas.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_