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Doce escultores de ocho nacionalidades trabajan con dólmenes en un islote del río Guadalquivir en Córdoba

Doce escultores de ocho nacionalidades trabajan desde ayer en un islote del río Guadalquivir entre los puentes de Andalucía y San Rafael de Córdoba. Se enfrentan a dólmenes de piedra arenosa de 16 toneladas con la tarea de convertir lo brusco en arte. Aunque los avances técnicos brindan posibilidades más rápidas y cómodas, los escultores sólo se valdrán de dos herramientas: martillo y cincel. Así que, como mínimo, estarán seis semanas en el tajo, como explicó el escultor australiano afincado en Córdoba, Lawrence Gundahaka, impulsor de la iniciativa.

La idea fue acogida con agrado por el Ayuntamiento de Córdoba, que invirtió 120.000 euros y lo ve como una forma de convertir un espacio natural en un "bosque escultórico". El primer teniente de alcalde de Córdoba, Andrés Ocaña, lo considera además un homenaje a la Mezquita. El material usado es el mismo y las esculturas están alineadas como una flecha que apunta al emblema de la ciudad.

La mayoría de los autores, españoles, sirios, libaneses, egipcios, italianos, búlgaros y colombianos, no habían decidido el tema de su obra. Se enfrentan a la inspiración que les suscite unos dólmenes que le arrancarán muchos sudores y callos. Pero ayer ya tenían sus bocetos listos. El escultor cordobés José María Serrano eligió el pie de un gigante descansando en el río. Lawrence Gundahaka se decantó por un torso de mujer desnudo y minimalista. El libanés, Antoine Basbous optó por una serie de cubos superpuestos y desplazados. El colombiano Fernando Pinto escogió una cabeza de guerrero maya o inca "muy abstracta". El italiano Gualterio Mocenni también apostó por lo abstracto, con una espiral en descenso. Así, hasta 12 opciones variadas y, sobre todo, geométricas y figurativas.

El Simposio Internacional de Escultura de Córdoba contará también con actividades complementarias. Los alumnos de la Escuela de Danza de Córdoba actuarán en el islote y los poetas de la ciudad también respirarán este espacio natural de creación, vigilado por el Guadalquivir y observado por los curiosos desde un mirador a 40 metros.

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