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Reportaje:

Un cable para la historia

Almería celebra el centenario del cargadero de mineral y deja atrás las voces críticas de sus detractores

La noche del martes 27 de abril la ciudad toda bajó hasta la explanada de Las Almadrabillas. Jóvenes, muchos jóvenes, pero también familias completas con niños y mayores. Fue una mezcla extraña arropada por los acordes de un grupo musical también lleno de mezclas. La ciudad toda bajó a escuchar a Chambao y a felicitarle el cumpleaños a la vetusta plataforma de hierro que preside Almería. El cargadero de mineral de El Alquife, conocido popularmente como El Cable Inglés, ha cumplido un siglo de existencia desde que un 27 de abril de 1904 el rey Alfonso XIII lo inauguró en su visita a la ciudad.

El muelle constituye una obra de ingeniería concebida como medio de transporte, almacenaje y embarque del mineral procedente de las minas de hierro de Alquife, en Granada. Su estructura, diseñada como un muelle de agua profunda, permitía el atraque de buques de gran tonelaje y un sistema de almacenaje de mineral que, al encontrarse en altura, permitía la descarga en los barcos deslizando el cargamento por acción de la gravedad. Durante todo el siglo XX, la ciudad ha vivido con el cargadero por testigo, con su grandeza arquitectónica, pero también con los efectos desagradables que generaba: era el origen de una persistente contaminación por polvo de mineral.

El tiempo fue pasando y el uso industrial cesó cuando las minas dejaron de explotarse, aunque la cicatriz del Cable en la ciudad persistió. Hoy es el único testimonio que sobrevive de la minería desarrollada en la provincia desde 1885 y que propició la instalación de empresas y capitales foráneos que acabaron con la minería autóctona. El Cable representa ahora una obra maestra y única de la llamada arquitectura del hierro desarrollada en la segunda mitad del siglo XIX, como alternativa a la arquitectura tradicional de piedra, mampostería o ladrillo. La Junta de Andalucía lo declaró Bien de Interés Cultural con la categoría de monumento en julio de 1998.

Sin duda, la peor época para el cargadero se retrotrae a hace unos siete años. Fueron numerosas las columnas y corrientes de opinión en diarios locales que defenestraron al muelle y exigieron su demolición. Voces como la de la entonces (y todavía) senadora del PP María del Mar Agüero, una de las más furibundas detractoras. También destacados profesionales de la arquitectura en la ciudad, como el Equipo Alfredo, o el prestigioso Gonzalo Hernández Guarch. Este último llegó a defender la demolición del cargadero como una manera de "devolver" la belleza original de la bahía. "Creo, sinceramente, que hace 25 años se habría celebrado la demolición del Cable con la misma intensidad que ahora celebramos sus 100 años", reflexiona el profesor de Historia Económica de la Universidad de Almería, Andrés Sánchez Picón. Este profesor, autor de publicaciones relacionadas con el patrimonio industrial andaluz, fue uno de los grandes defensores del cargadero allá por los ochenta.

El nuevo reto será convertir este cargadero en eje central de del Parque de las Almadrabillas como la gran zona de ocio de Almería. El arquitecto Ramón de Torres, encargado del proyecto de rehabilitación, defiende varias posibilidades que podrían pasar por un centro de interpretación del propio Cable, la concesión a un restaurante o bien una sala de exposiciones del Centro Andaluz de la Fotografía (CAF). Propuestas que garanticen, al menos, otros cien años de existencia como testigo mudo de la ciudad.

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