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Reportaje:

Fuego y devastación

La catástrofe ferroviaria en Corea del Norte arrasó un pueblo entero

Grandes cráteres, vías retorcidas, cascotes por todos lados. Devastación. Cuando Brendan McDonald, director de la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU en Corea del Norte, llegó el pasado sábado tras cuatro horas de viaje a la estación de Ryongchon, situada unos 20 kilómetros al sur de la frontera con China, se encontró con un panorama desolador. "En 500 metros a la redonda todo había sido arrasado, no quedaba nada en pie", explica por teléfono desde la capital, Pyongyang. No fue el escenario de un terremoto ni de un bombardeo, aunque lo pareciera, sino de la gigantesca explosión que se produjo el pasado jueves, cuando varios vagones cargados de nitrato de amonio y fuel estallaron durante unas maniobras tras entrar en contacto con unos cables eléctricos, sembrando de fuego y destrucción el mismo lugar por el que nueve horas antes había circulado el convoy acorazado del líder norcoreano, Kim Jong Il, en su camino de regreso de Pekín. El Gobierno surcoreano se ha apresurado a asegurar que no cree que la catástrofe haya sido un intento de acabar con la vida del líder.

"En 500 metros a la redonda todo había sido arrasado, no quedaba nada en pie", dice McDonald
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McDonald y otra treintena de miembros de organizaciones humanitarias y diplomáticos llegaron a Ryongchon, una ciudad de 27.000 habitantes, en un viaje organizado por las autoridades, temiéndose encontrar los heridos y miles de personas a la intemperie. "Sólo vimos alguna gente que tenía rasguños y vendajes, todos los que requerían hospitalización habían sido trasladados", dice. Habían pasado 48 horas de la catástrofe. Nadie buscaba cuerpos bajo los ladrillos. No quedaban cadáveres que contar.

Dice McDonald que las autoridades movilizaron a más de 400 voluntarios de la Cruz Roja, establecieron un puesto de primera ayuda en la estación y evacuaron a los heridos graves a la ciudad de Sinuiji porque el hospital de Ryongchon había resultado gravemente afectado por la deflagración. Varios miles de personas se quedaron sin viviendas y fueron acogidas por los vecinos. "El 40% de los edificios de la ciudad resultaron seriamente dañados, y no pudimos visitar a los heridos porque Sinuiji [donde hay ingresadas 350 personas] es una zona económica especial, que requiere permisos especiales", explica. "Además, nuestra primera misión era inspeccionar el lugar y comprender lo ocurrido".

El balance de víctimas provisional es de 161 muertos y más de 1.300 heridos, según dijeron ayer funcionarios norcoreanos. Las informaciones facilitadas el pasado jueves por los medios de comunicación surcoreanos, los primeros que informaron del suceso, cifraron las víctimas en 3.000 en conjunto. En Corea del Norte, el país más aislado del mundo, no hay prensa extranjera, salvo rusa y china, y los pocos diplomáticos y miembros de ONG residentes en el país tienen limitado el movimiento, por lo que no hay datos independientes sobre el accidente.

Otros miembros del grupo desplazado el sábado aseguran que el escenario era apocalíptico. "Era como si una bola de fuego hubiera barrido la zona", afirmó John Sparrow, portavoz de la Cruz Roja en Pekín, después de hablar con miembros de la organización en Corea del Norte. El estallido destruyó una escuela cercana a la estación, por lo que al menos 76 de las víctimas son niños.

El Gobierno -que normalmente ha ocultado los desastres ocurridos en el país- ha reconocido, de forma sorprendente, que la catástrofe se debió a un error humano.

Imagen del gigantesco socavón provocado por la explosión de un tren el pasado jueves en Ryongchon
Imagen del gigantesco socavón provocado por la explosión de un tren el pasado jueves en RyongchonAP

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