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Reportaje:MATANZA EN MADRID | Identificaciones

Los forenses que bajaron a los infiernos

Dos médicos explican las 72 horas que vivieron levantando cadáveres y haciendo autopsias

Andrés Bedate y José Luis Prieto llevan 19 años ejerciendo de médicos forenses y en este tiempo han visto decenas y decenas de cadáveres en todas las condiciones imaginables. Pero nada comparable a lo que tuvieron que ver y sufrir entre el 11 y el 14 de marzo. "Cuando llegas y te encuentras con aquello es como bajar a los infiernos", explica Bedate. Y el infierno para él empezó cuando acudió a la estación de El Pozo para participar en el levantamiento de los cadáveres. Más de cincuenta, calcula, aunque la cifra total de fallecidos en esa estación fue de 67.

Bedate estaba de guardia en el Juzgado de Instrucción número 47 de Madrid el día de los atentados, pero si no lo hubiera estado también habría acudido al Instituto Anatómico Forense ante la gravedad de los hechos, como hicieron otros colegas suyos. Los equipos de forenses los coordinó José Luis Prieto, que, al igual que Bedate, es profesor en la Escuela de Medicina Legal, la rama de la medicina que colabora más estrechamente con la justicia. Ambos, además, trabajan en el Instituto Anatómico Forense de Madrid. Bedate es especialista en radiología, y Prieto, en antropología.

Llega un momento en que dejas de trabajar con un cadáver y le tienes que poner un nombre
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Insomnios y pesadillas

"Aquí llegan los cadáveres más deteriorados que uno pueda imaginar, carbonizados o en descomposición, para que aclaremos las causas de la muerte. Son lo peor de lo peor, pero lo que no podíamos imaginar es lo que vimos a partir del 11 de marzo", relata Prieto. "Un colega que estuvo en Ruanda nos explicó que esto aún le impresionó más", tercia Bedate.

Su trabajo y el de otra veintena de forenses que levantaron los cadáveres e hicieron las autopsias se inició al poco de estallar las bombas y acabó a las siete de la mañana del 14 de marzo, cuando se dio por finalizada la identificación a través de las autopsias. La segunda fase de concreción, hasta cerrar la lista definitiva de fallecidos, corrió a cargo de la policía científica y de los especialistas del Instituto Nacional de Toxicología. Fueron casi 72 horas, con periodos de descanso, pero ambos forense dicen que en esos tres días apenas pudieron dormir cinco horas porque el impacto de la tragedia les impedía conciliar el sueño.

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Bedate explica que lo que no podrá olvidar es el olor que sintió cuando llegó a la estación de El Pozo. "A nosotros hay un olor que nos resulta familiar por nuestro trabajo, pero aquello era distinto". Así se entiende, en su opinión, que lo primero que llevaba la gente que acudía a ayudar a los equipos de rescate eran mantas. "Para tapar a los muertos. Sobraron decenas y decenas de mantas". En aquellos momentos trabajaron contrarreloj, prosigue relatando Bedate, "porque había que evacuar a los cadáveres, pero sin perder de vista datos importantes para la identificación". En el caso de los hombres fue más fácil porque suelen llevan la cartera en el pantalón o la americana, pero con las mujeres costó más. "Recuerdo también las decenas de bolsos dispersos por los vagones, por las vías, los cuerpos mutilados dentro de los trenes", dice este forense, que no sabe responder cuando se le pregunta por qué eligió esa profesión.

Prieto no estuvo tan en primera línea al principio, pero le tocó después. Fue él quien coordinó los trabajos en las cinco mesas de autopsias que se montaron en Ifema, pero ante la avalancha de cadáveres, acabaron siendo siete. "En cada mesa había tres forenses, tres policías científicos y los fotógrafos". Algunos cuerpos se autopsiaban al completo y otros bastaba con un reconocimiento externo porque la familia explicaba que tenía un tatuaje o berrugas en determinadas zonas. En esos casos se les sacaban las huellas y finalizaba el proceso.

"Estamos acostumbrados a decir: varón de unos 40 años, de 1,75 de estatura..., pero aquello era otra cosa. Llega un momento en el que dejas de trabajar con un cadáver y le tienes que poner un nombre. Y es entonces cuando dejas de profesionalizar lo que estás haciendo y piensas en las familias que están esperando, en lo que deja detrás esa persona que has tenido en la mesa de autopsia", explica Prieto con la mirada acuosa.

En ocasiones ese mismo final costó más tiempo en llegar. Los cadáveres que no pudieron identificarse ni siquiera con autopsia pasaron a una segunda área y derivados a tres gabinetes: radiología, extracción de muestras de ADN y odontología. Bedate estuvo en radiología y fue allí donde volvió a ver algunos de los cadáveres que había levantado con el equipo judicial en la estación de El Pozo.

Los dos forenses insisten en que se deje constancia de "la enorme solidaridad de la gente" en aquellos momentos, en la ayuda de médicos desconocidos para ellos que se pusieron a sus órdenes y de las atenciones que recibieron de la Consejería de Justicia de la Comunidad de Madrid. Pero admiten que llega un momento en el que hay un trabajo poco agradable que sólo ellos pueden hacer. ¿Hablan de lo vivido con sus amigos? "Es inevitable que nos pregunten", responden los forenses.

Los forenses Andrés Bedate (izquierda) y José Luis Prieto.
Los forenses Andrés Bedate (izquierda) y José Luis Prieto.BERNARDO PÉREZ

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