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La revuelta nacionalista kurda deja 19 muertos y más de un centenar de heridos en Siria

Tras tres días de desórdenes, el régimen de Damasco no consigue atajar la sublevación

La revuelta nacionalista kurda, que estalló este fin de semana al noreste de Siria, que ha provocado 19 muertos y más de un centenar de heridos, amenaza con desestabilizar el régimen del presidente, Bachar al Asad. Tras tres días de desmanes, las fuerzas de seguridad sirias no habían conseguido ayer restablecer el orden en la provincia de Hassake, cuya capital y principales ciudades se encuentran sometidas a la ley marcial y donde la policía ha detenido a más de cien activistas. Un grupo de cerca de veinte inmigrantes kurdos ocuparon ayer durante dos horas y media la Embajada siria en Ginebra.

Los manifestantes abandonaron ayer la legación diplomática tras negociar con la policía suiza. El domingo, un grupo de kurdos fue detenido después de haber tratado de asaltar la de Bruselas, en un intento por llamar la atención de la prensa y la comunidad internacional. Decenas de exiliados kurdos han protagonizado los últimos días manifestaciones en Alemania, Turquía, Bélgica y Suiza para protestar por los incidentes en Siria.

La revuelta kurda parece haber instalado en la capital del kurdistán sirio, Hassake, de 200.000 habitantes, situada a poco más de 500 kilómetros al noreste de Damasco, donde ayer continuaban sucediéndose los incidentes, provocados por exaltados nacionalistas, que habían tomado al asalto numerosos edificios públicos para después saquearlos y prenderles fuego. Testigos presenciales aseguraban ayer que el humo no dejaba de salir en lo alto de varios edificios, a pesar de que en las calles el Ejército había desplegado efectivos y en las esquinas apostado los tanques.

Los alborotos, que se iniciaron el viernes en la ciudad próxima de Qamichli, en la frontera con Turquía durante el transcurso de un partido de fútbol y que se extendieron al resto de esta región, se han convertido en los peores desórdenes registrados en Siria, tras la sublevación islamista de Hamás en 1982, que fue sofocada por los tanques del Ejército y que se saldó con centenares de muertos.

La minoría kurda, compuesta por casi dos millones de habitantes en una población total de 17 millones de personas, esconde detrás de esta protesta la situación de descontento provocada por la negativa del régimen de Damasco a reconocer sus derechos nacionales y culturales. Entre ellos, la posibilidad de establecer un régimen autónomo o un Estado independiente, con los otros grupos kurdos repartidos entre Irak, Irán y Turquía.

Los kurdos de Siria denuncian al mismo tiempo desde hace meses, la situación de marginación social y política en la que se encuentran sumidos cerca de 250.000 miembros de su comunidad a la que los gobernantes de Damasco les niegan la nacionalidad siria, alegando que son extranjeros. Las autoridades les obligan, sin embargo, a servir en el Ejército sirio.

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Los líderes de las comunidades religiosas musulmanas y cristianas de la zona kurda efectuaron ayer un llamamiento a la población recomendándoles que se opusieran a la "sedición fomentada desde el extranjero" y a respetar "la unidad nacional", como garantía de la seguridad y poder de Siria.

El llamamiento de estos líderes trata de contrarrestar las protestas de la oposición y de las organizaciones de derechos humanos sirias que reclaman la apertura de una investigación oficial para esclarecer las razones de la revuelta.

Por otra parte Abu Abbas, el líder del Frente Popular de Liberación palestino, fallecido hace pocos días en una prisión norteamericana en Irak, será enterrado en el cementerio nacional de Al Yarmuk, en Damasco. Las autoridades israelíes se negaron a que el cadáver fuera entregado a sus familiares en Ramala.

Abu Abbas, que falleció de una crisis cardiaca, fue el responsable en 1985 del secuestro del trasatlántico italiano Achille Lauro, en el transcurso del cual falleció un súbdito americano.

Varias personas de origen kurdo se manifiestan frente a la representación de Siria en Ginebra.
Varias personas de origen kurdo se manifiestan frente a la representación de Siria en Ginebra.ASSOCIATED PRESS

Las reformas no llegan

Cuando llegó al poder en 2000, el presidente sirio, Bachar el Asad, anunció la progresiva apertura del régimen. Pero cuatro años después, todavía no ha presentado ninguna verdadera agenda de reformas, pese a los repetidos llamamientos de Washington. Las presiones de Estados Unidos se hacen cada vez más fuertes para que Siria cambie su política exterior e interior, dirigidas por el partido único Baas desde hace años. Bachar el Asad introdujo nuevas libertades y liberó a algunos presos políticos, después de las tres décadas de régimen de hierro de su padre, Hafez el Asad. Pero el estado de emergencia sigue vigente desde hace 41 años, desde la llegada al poder de los

baasistas en 1963. La semana pasada, en el aniversario de la toma de poder, un pequeño grupo de manifestantes intentó entregar al Parlamento una petición para acabar con el estado de emergencia. Las autoridades dijeron que la protesta no había sido autorizada y detuvieron a los manifestantes. La resistencia a las reformas no viene sólo de la vieja guardia del partido heredada de la época de Hafez el Asad. La nueva élite económica, cuya riqueza proviene de los privilegios que le otorga el Estado, también se opone a toda apertura. La formación de un nuevo Gobierno en septiembre pasado para acelerar las reformas no ha aportado ningún cambio significante.

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