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Las víctimas de grupos terroristas que actuaron en Cataluña denuncian el olvido institucional

Un acto reúne a damnificados por ETA, Terra Lliure, los GRAPO y la ultraderecha

A la misma hora en que miles de ciudadanos se manifestaban contra ETA en la plaza de Sant Jaume de Barcelona, varias decenas de personas se reunieron en la otra punta de la ciudad en un acto singular. Eran "las víctimas desconocidas del terrorismo", personas que han sufrido en sus carnes o en las de sus familiares la acción de grupos terroristas tan diversos como Terra Lliure, los GRAPO, la ultraderecha u otros colectivos, además de ETA.

El acto había sido convocado por la Asociación Catalana de Víctimas de Organizaciones Terroristas (ACVOT) días antes de que la concentración contra ETA, prevista inicialmente para el próximo domingo, se adelantase a la tarde de ayer para no interferir en la campaña electoral. Los organizadores habían reclamado: "Que nadie hable en nuestro nombre si ni siquiera se han preocupado de conocernos". Todas las intervenciones coincidieron después en ese mensaje, por encima de consideraciones sobre quiénes cometieron el atentado, los motivos o las consecuencias.

David Bisbal tenía dos años cuando los GRAPO mataron a su padre, un policía municipal de Sabadell, para robarle la pistola. Ocurrió el 22 de mayo de 1979. "En aquel año hablar de terrorismo era tabú", explicó. Luego recordó que desde diversas instituciones "le prometieron a mi madre becas y ayudas, pero nada de eso llegó". Ahora, explicó, "he transformado mi rabia en un trabajo en favor de las víctimas reunidas en esta asociación".

También tomó la palabra Manuel Bultó Font, hijo del empresario José María Bultó, fallecido el 9 de mayo de 1977 al estallarle una bomba colocada en el pecho, atentado que reivindicó el Exèrcit Popular Català. Tras recordar con detalle el hecho y cómo quedó el cuerpo de su padre, explicó que el único consuelo que ha recibido desde entonces fue hace tres años, cuando el Rey le entregó una medalla a título póstumo.

Rosa Lorés tenía 23 años cuando ocurrió el atentado con paquete bomba contra la revista El Papus, en la que trabajaba. En ese atentado murió el portero del edificio. Ella estaba embarazada y no lo sabía. Su hija nació sin ningún problema, pero ella no ha podido superar el trauma. "Desde entonces me he sentido un bicho raro. Eres víctima del terrorismo toda la vida, no sólo el día del atentado". La acción fue reivindicada por el grupo fascista Juventud Española en Pie y ocurrió el 20 de septiembre de 1977.

Peor suerte tuvo Teodoro Lucas. El 15 de agosto de 1993 paseaba con su mujer por el Port Olímpic cuando estalló una bomba de ETA. Perdieron el hijo que esperaban y nunca han sido reconocidos como víctimas del terrorismo. "Cuando los flashes desaparecen y los políticos se van, sólo te queda el apoyo de la familia y de esta asociación", explicó ayer.

María del Carmen Pérez también sufrió el zarpazo del terrorismo cuando estaba trabajando en una oficina de Empleo. Una bomba de Terra Lliure produjo varios heridos graves el 25 de mayo de 1992. Ella estuvo cinco meses "de operación en operación". Cuando sanó, explica que se le "cerraron todas las puertas, era como si tuviera la peste". Todavía sigue en tratamiento médico.

También tomaron la palabra, entre otros, la profesora de la Universidad del País Vasco Gotzone Mora, amenazada por ETA, y la viuda de un policía nacional fallecido en Bilbao en 1989 al desactivar una bomba de ETA.

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