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Las prioridades de la UE

El pasado 10 de febrero, la Comisión Europea presentó las líneas maestras del marco financiero de la Unión Europea para el periodo 2007-2013. Este marco debería ser el soporte de los objetivos políticos de la Unión. Para que sea eficaz y beneficie a los Estados miembros y los ciudadanos se ha de centrar en prioridades concretas y bien definidas. Nuestro modelo demuestra que todo ello se puede conseguir con aproximadamente el 1,15% del conjunto de la renta nacional bruta (RNB), contando incluso con la adhesión de doce nuevos países.

En primer lugar, y por encima de otras consideraciones, los Estados miembros deberán decidir entre todos qué UE quieren en 2013 y cuáles deberían ser sus prioridades políticas.

El 1 de mayo próximo, diez nuevos países se adherirán a una Unión que en los diez últimos años ha estado cargada de nuevos desafíos y expectativas crecientes. Los Estados miembros se han comprometido a hacer de la Unión la economía más eficiente del mundo. Antes de que acabe esta década pretendemos alcanzar a los Estados Unidos y Japón en investigación y tecnología, contribuir a una reducción significativa del desempleo, ofrecer a mucha más gente una oportunidad de mejorar su nivel de cualificaciones y proteger el medio ambiente y nuestros recursos naturales.

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Las administraciones nacionales comparten el deseo de garantizar la libertad, seguridad y justicia a todos los residentes en la Unión. Todos esperamos que la UE construya redes ferroviarias de alta velocidad que reduzcan una congestión del tráfico cada vez mayor. Los europeos exigen a la UE que garantice la seguridad de los consumidores y de los pasajeros en el tráfico aéreo, se ocupe de la gestión conjunta de los flujos de inmigración y de mejorar la protección de las fronteras exteriores comunes.

Los Estados miembros han tomado decisiones al más alto nivel sobre todas estas cuestiones que ningún país europeo puede resolver por sí solo.

No deberíamos olvidar que la pertenencia a la Unión Europea ofrece grandes ventajas para todos. En los ámbitos en los que los Estados miembros de la UE han decidido cooperar, el gasto a escala comunitaria es mucho más eficaz que si los desembolsos se efectúan a escala nacional.

Los temores a un incremento del gasto de la UE no están justificados y se exageran enormemente. En la actualidad, lo que gasta la UE no puede superar el 1,24% de la renta conjunta de los Estados miembros, lo que sólo representa una pequeña parte del gasto público. En el futuro no gastaremos más del 1,15% de la renta nacional bruta por término medio. Una gran parte del gasto es ya inamovible: los Gobiernos de la UE ya han fijado el gasto agrícola hasta el 2013. Los nuevos países de Europa central y oriental serán "beneficiarios netos" durante bastante tiempo. Tenemos que fomentar el crecimiento en beneficio de la UE en su conjunto. La política de cohesión, destinada a mejorar las condiciones de vida y crear empleo en las regiones menos desarrolladas, ha demostrado sobradamente su utilidad en el pasado y ha de seguir vigente en una Unión que será más heterogénea que nunca desde un punto de vista económico. Para ello necesitamos dotarnos de medios financieros suficientes, que deberán repartirse equitativamente entre los actuales y los nuevos Estados miembros de la UE. Muchas de las regiones de los actuales Estados miembros seguirán necesitando apoyo, al tiempo que será necesario canalizar nuevas ayudas a las regiones más pobres de los nuevos Estados miembros.

Sin olvidar los compromisos contraídos con las regiones agrícolas y más desfavorecidas, es fundamental que el futuro presupuesto dote a la Unión de los instrumentos necesarios para hacer frente a los retos futuros. Aunque el gasto en estas políticas tradicionales seguirá absorbiendo la mayor parte del presupuesto comunitario, hemos de consagrar mucha más atención a las nuevas necesidades y prioridades de nuestra sociedad.

Con una economía europea en declive, la necesidad de que cristalicen proyectos de carácter transfronterizo es mayor que nunca. Si logramos cooperar en proyectos de investigación, fomentar la movilidad de los estudiantes, construir redes transeuropeas que conecten entre sí los distintos centros de crecimiento y hacer posible que todos los ciudadanos se beneficien plenamente de un mercado interior que muy pronto alcanzará la cifra de 450 millones de personas, habremos conseguido un verdadero valor añadido a escala europea. Todos éstos son pasos de gigante en pos de lograr un desarrollo sostenible en la nueva UE.

No obstante, sin unos recursos comunes resulta imposible cumplir las promesas de libertad, seguridad y justicia, seguridad alimentaria, una salud pública de calidad y un medio ambiente limpio. Europa ya no es sólo un mercado, sino también un espacio en el que se desarrollan las libertades públicas y los derechos y deberes individuales. La Unión está obligada a complementar las iniciativas de los Estados miembros y a garantizar que los beneficios de una Europa sin fronteras se reparten con equidad entre todos sus ciudadanos.

Europa también ha de desempeñar un papel más influyente en el contexto internacional. Tanto en los campos de la ayuda al desarrollo y la política comercial como en los de política exterior y de seguridad o de los aspectos externos de otras políticas, crecen las expectativas de que el peso político de Europa esté a la altura de su importancia económica.

Sólo si nos dotamos de instrumentos comunes y de recursos suficientes para que funcionen estaremos en condiciones de responder adecuadamente a las futuras situaciones de crisis que se produzcan en Europa o en cualquier otra parte del mundo.

En muchas de las nuevas áreas prioritarias, la capacidad de la Unión para cumplir las promesas de los Estados miembros se ve mutilada por la falta de voluntad política y la insuficiencia de recursos. No podemos dejar que siga creciendo la distancia que separa los ambiciosos compromisos suscritos al más alto nivel y su incumplimiento.

Romano Prodi es presidente de la Comisión Europea.

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