Televisión basura
"Por televisión basura se designa a cierto tipo de programas que se caracterizan por su mala calidad de forma y contenido, en los que prima la chabacanería, la vulgaridad, el morbo y, a veces, incluso la obscenidad y el carácter pornográfico" (Telebasura y democracia, Gustavo Bueno).
La televisión puede ser una aliada de la educación, de la cultura, de la libertad y puede contribuir a mejorar el nivel de convivencia y respeto entre los ciudadanos. Mal utilizada, puede provocar todo lo contrario. Programas idiotizantes, "pan y circo". Los programas basura van llenando espacio en las cadenas locales y nacionales, privadas o públicas. Juicios paralelos, presunción de culpabilidad; mentiras, bajos instintos, coyundas, malos tratos; se escupe sobre la memoria de los muertos; lenguaje soez, griterío, calumnias. Morbo y amarillismo. En ese circo mediático, magos, brujas, marcianos, tomboleros y famosetes (una nueva forma de vivir del cuento), exGH, macarras de la moral, unas y otros se prostituyen sin rubor ante las cámaras, por un minuto de gloria mediática.
Colaboradores que se jactan de "ser periodistas" (¡Si Larra levantara la cabeza!) pontifican, ponen a parir, utilizan el rumor como noticia y elevan el esperpento a la categoría de información de interés social. Personajes y personajillos son invitados al plató, cobrando (no en todas las cadenas) cuantiosas sumas por las que venden su alma al diablo. Todo por la pasta. ¡Por fin! el Gobierno andaluz ha presentado un proyecto de Ley de Creación del Consejo Audiovisual, tan demandado. Ese instrumento existe, en Cataluña, Madrid y Navarra y desde hace años, protege a los espectadores en varios países europeos. ¿Por qué no existe en España? La mayoría de los profesionales de los medios estamos asqueados del intrusismo, en esos programas que se realizan sin rigor, sin investigaciones serias y sin la más mínima ética.
La audiencia española no es cutre, como piensan algunos, pues cuando se ofrecen programas y series de calidad, responde firmemente. Es cierto que el público tiene el mando y bien podría castigar a determinados programas. La educación informal de la televisión, junto a la escuela, la familia y la Universidad, puede contribuir a la formación de ciudadanos más libres, más cultos y mejor informados en la sociedad democrática. En los estados totalitarios ya se encarga el Gran Hermano de controlar al personal. Aquí, si la sociedad civil no lo remedia, vamos por el mismo camino.
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