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Una marcha de parados se salda con 25 heridos en Buenos Aires

El estallido de un artefacto explosivo de fabricación casera colocado en un cubo de basura hirió a 25 personas, ninguna de ellas de gravedad, cuando finalizaba en la plaza de Mayo de Buenos Aires la concentración de militantes piqueteros -grupos de choque de los movimientos de trabajadores desempleados-, convocada para recordar el segundo aniversario de las manifestaciones populares y los cacerolazos del 19 y 20 de diciembre de 2001, que causaron 30 muertos en todo el país y concluyeron con la renuncia al cargo del ex presidente Fernando de la Rúa.

El líder del Movimiento Independiente de Jubilados y Desocupados, Raúl Castells, acusó al Gobierno de ser el "autor intelectual" de lo que consideró un "atentado". Se trata "de una campaña para atacar al movimiento de desocupados ante la imposibilidad de obligarnos a ser oficialistas. La Unión Industrial pedía represión y ahora tienen la sangre de 25 heridos", denunció Castells.

El ministro de Interior, Aníbal Fernández, advirtió de que "Castells está obligado por las circunstancias a hacer esas denuncias, pero él sabe positivamente que no es verdad". Según el ministro, "en la actualidad hay más de dos millones de beneficiarios de planes de asistencia a desocupados".

El anunciado y temido encuentro en el centro de la ciudad entre los sectores blandos, que mantienen el diálogo con el Gobierno, y los duros, bajo control de grupos vinculados a la extrema izquierda, finalmente no se produjo. Los organizadores montaron sus propios dispositivos de seguridad y la policía mantuvo sus fuerzas y sus vallas a una prudente distancia.

50.000 manifestantes

El propio jefe de la Policía Federal, vestido de paisano, deam-buló como un manifestante más entre la muchedumbre, estimada en unas 50.000 personas. La coincidencia de la alta temperatura, superior a los 30 grados, y el fin de semana, permitió que las columnas avanzaran lentamente y sin contratiempos por las calles vacías de coches y paseantes.

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Las consignas de los discursos no encendieron el fuego. Las instrucciones del presidente, Néstor Kirchner, que ordenó "no reprimir" las protestas, ni a los grupos que cortan las calles y accesos a Buenos Aires, sumada a la extensión de los planes sociales, los subsidios, el reparto de medicinas y alimentos, con el que colaboraron también los hipermercados de la periferia de Buenos Aires, desactivó la escalada prevista por los sectores más radicalizados.

Pasada la fecha considerada límite del 20 de diciembre, el Gobierno de Néstor Kirchner espera ahora un descenso paulatino de la tensión social con la celebración de las fiestas navideñas y el comienzo de las vacaciones de verano.

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