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Europa: ¿cuál es el problema?

Europa es la mayor unión política del mundo. Es el mejor modelo de gobierno internacional basado en normas -o lo que Robert Cooper, el diplomático e intelectual, denomina el "estado posmoderno"- que la ingenuidad humana ha logrado organizar hasta el momento. Tiene éxitos reales en su haber, en lo que respecta a conseguir la paz, consolidar la democracia y los derechos humanos. Y, sin embargo, sigue siendo impopular. Mi argumento es que esta impopularidad no proviene de la naturaleza de la criatura, ni tiene por qué ser permanente. El modelo de la Unión Europea puede revitalizarse como el modelo del futuro en nuestro mundo interdependiente. El motivo por el cual en el presente se ha avinagrado el ideal europeo es que los retos de la globalización han cogido desprevenida a Europa.

Internamente, Europa no ha llevado a cabo las reformas económicas y sociales necesarias para crear el dinamismo, crecimiento y pleno empleo necesarios para enfrentarse a la globalización. Estas reformas se cimentan en la liberalización del mercado y la libre competencia como vehículos iniciales para garantizar una mayor aceleración de la transformación industrial. Externamente, Europa aún no se ha desprendido de la complacencia resultante del colapso del comunismo y del final de la guerra fría. Puede que no queramos admitirlo, pero nos estamos amparando en gran medida tras Estados Unidos como protección frente a las nuevas amenazas a la seguridad global. No es que la globalización haya convertido en irrelevante la integración de Europa, como promulgan los antieuropeístas. Es más bien lo contrario. La globalización es un impulsor de la mayor integración regional en nuestro mundo interdependiente que se muestra como nuestra mejor baza para ayudarnos a afrontar la tremenda agenda internacional que se nos presenta, desde la inmigración hasta las armas de destrucción masiva, pasando por el calentamiento global y el sida en África.

El fin de la retirada. Ha llegado el momento de construir una defensa positiva convincente que garantice los intereses nacionales en el contexto de las realidades del mundo moderno. Porque el proeuropeísmo no es más que el patriotismo moderno. En primer lugar, tenemos que ser más abiertos a la realidad de la interdependencia. El Estado nacional es, en gran medida, incapaz de crear prosperidad y seguridad para sus ciudadanos sin una estrategia de asociación internacional. En segundo lugar, la interdependencia requiere un compromismo internacional de un alcance sin precedentes y la ampliación del orden internacional basado en normas. Este punto de vista está arraigado en la creencia de que el internacionalismo y el interés nacional se deben ver como uno solo y que la justicia social doméstica depende de salvaguardar la democracia, la seguridad y la estabilidad del exterior.

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Los retos de la globalización. Los socialdemócratas tienen que descubrir medios innovadores de manejar la globalización con justicia, y la UE es nuestro principal instrumento internacional para conseguirlo. Seamos francos sobre el formidable reto competitivo que la globalización representa para Europa, con China como una gran potencia industrial, que invierte ahora más en I+D que Alemania, e India como el centro mundial de programas informáticos y servicios internacionales. Mi estrategia para enfrentarse al reto de la globalización es mejorar el empleo individual a la vez que se contiene el desempleo. Necesitamos hacer nuestra economía más flexible y dinámica, capacitando a las personas para el cambio, facilitando el acceso a trabajos decentes y manteniendo unos criterios básicos para la protección del empleo. Éste es el planteamiento económico y social moderno.

Yo lo denomino socialdemocracia moderna. Y es el plan de reforma económica que Europa debe seguir ahora, abarcando una competencia mucho más aguda combinada con unas normas y mecanismos de ejecución que impulsen nuevos socios de mercado y que no se limiten a defender a los actuales. Es la única vía hacia una Europa social más exitosa así como hacia una economía europea más dinámica. Un retorno al pleno empleo es la base fundamental de la justicia social y la oportunidad para todos, y el retorno a unas tasas más altas de crecimiento son la condición necesaria para la modernización progresiva de los estados de bienestar europeos. De modo que la cuestión no es si Europa debería integrarse más a causa de la globalización, sino cómo debe tener lugar esa integración.

La UE más, no menos, relevante. No puedo aceptar la conclusión de que la globalización ha convertido a la UE, y la defensa de una mayor integración económica, en irrelevantes. En primer lugar, la consumación del Mercado Único proporcionará a las empresas globales de Europa el estímulo competitivo de un enorme mercado doméstico como base para la expansión en el resto del mundo. En segundo lugar, todos los mercados libres han de ser regulados por un conjunto de normativas para la protección medioambiental, social y al consumidor y que crean un entorno más fácil en el que las empresas pueden competir si estos reglamentos son comúnmente establecidos por toda Europa. En tercer lugar, con la importante excepción reconocida de la agricultura, el historial de la UE ha sido de firme apoyo a la apertura de mercados y un comercio más libre. Mancomunar nuestra soberanía nos da autoridad para hacerlo.

Pero el impacto de la globalización no es sólo económico. Existen importantes áreas para el desarrollo de políticas en las que Europa se está volviendo más relevante, tales como la inmigración, el crimen transfronterizo y el desarrollo mundial. Inmigración y globalización van unidas de la mano. La inmigración puede ser de un gran beneficio cultural y económicamente. Una mejor custodia de una frontera común de la UE y una normativa común para abordar la presentación de solicitudes de asilo en distintos países serían de inestimable ayuda. Seguidamente, sobre seguridad, los criminales ya no respetan las fronteras, pero nuestros sistemas policiales y judiciales están profundamente arraigados en el Estado nacional. Aunque apoyemos los principios de cooperación policial y judicial necesitamos desarrollar un instrumento supranacional efectivo que tenga autoridad sobre las jurisdicciones legales nacionales. El terrorismo nos está haciendo pensar más profundamente que nunca sobre estos temas. Por último, desarrollo mundial. La pobreza extrema en un mundo de interconexión y percepción más cercanos que nunca se convierte en caldo de cultivo del terror y la enfermedad. Si nos mantenemos unidos y diseñamos programas dentro de Europa, estaremos en una posición mejor para conseguir resultados.

Pero se dirá que ésta es la agenda de seguridad "blanda" en la que Europa en su conjunto está unida. ¿Y qué hay acerca de los retos de seguridad "dura"? Creo que la mezcla de terrorismo y armas de destrucción masiva es la mayor amenaza para la seguridad en este nuevo siglo. El compromiso de seguridad posterior a 1945 fue erigido en función del principio de la no intervención en los asuntos internos de los Estados nacionales. Pero en un mundo de creciente actividad terrorista, la contención y la disuasión están siendo desafiadas. A la vez que intenta ampliar el dominio del multilateralismo basado en normas, Europa tiene que desarrollar un planteamiento duro y realista del mundo que nos rodea, reconociendo que, en algunas circunstancias y como último recurso, el uso de la fuerza no puede ser siempre descartado.

La cuestión crucial al otro lado del Atlántico es si podemos involucrar a EE UU en una agenda internacionalista más amplia que incluya la responsabilidad de abordar "las causas del terrorismo" así como el propio terrorismo. Esto sería mucho más efectivo si existiera una posición Europea común. Y si Europa quiere ser un socio global, menos desigual, de EE UU, tiene que tomarse en serio las capacidades militares basadas en Europa. Aunque esto produzca tensión nerviosa en ciertos sectores, dada nuestra preocupación por que el desarrollo de la defensa europea no socave a la OTAN, debemos tener confianza.

Un nuevo tratado que funciona. A medida que avanza la integración europea, los debates sobre gobierno, eficacia y legitimidad cobrarán más importancia. Si la UE quiere hacer más en ciertos campos, la opinión pública exigirá garantías frente a una centralización excesiva. El nuevo Tratado Constitucional adoptará nuestra visión a largo plazo del desarrollo de Europa como un modelo no federal único de cooperación entre vecinos cercanos que comparten valores esenciales.

Mientras que es perfectamente posible ser proeuropeo y no socialdemócrata, es inconcebible que, en el mundo actual, un socialdemócrata que piense pueda ser anti-UE. Tenemos que dejar de pensar en la UE como una alianza de oportunismo diplomático que presenta más problemas que oportunidades. Si tenemos el valor para hacerlo, el problema que ha constituido el tema de este texto, dejará de serlo con el tiempo.

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