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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Ni ricos ni famosos, apenas reales

No todo el mundo tiene la suerte de tener un vecino pintor. En serio. Es casi un placer barroco bajar las escaleras detrás de alguien a quien, ya de buena mañana, le apasionan las técnicas de reproducción de la realidad que emplearon los pintores en tiempos de Velázquez mientras las compara con las técnicas fotográficas del hiperrealismo. Josep Segú (Salomó, Tarragona, 1958) es un tipo a quien no le espanta ni la realidad ni el realismo (de vanguardia), y tampoco las polémicas que una y otro generan. Con todo, a Josep Segú le ha estallado en las manos una polémica que, la verdad, ni se podía esperar. Tal como Mozart recibió, un buen día, el encargo de componer un Réquiem, Josep Segú recibió, otro día, una llamada misteriosa: "¿Josep Segú? ¿El pintor de retratos?...". Fue una llamada enigmática, casi recelosa, ante la que Segú se sintió perplejo. Con todo, con un par de llamadas más, un intercambio de fotografías de otros retratos suyos y un presupuesto calculado según los centímetros lineales resultantes de la suma de ambos lados, Josep Segú se encontró, de pronto, excelentísimo y magnífico, solemnemente ataviado con la toga académica, frente al rector de la Universidad de Lleida, Jaume Porta.

Josep Segú ha pintado un retrato del ex rector de la Universidad de Lleida, Jaume Porta. No han faltado las críticas a su labor

"Trabajo con fotografías", explica Segú, "pero los acabados son del natural. El color de la piel, la expresión, los ojos... quiero que el personaje tenga presencia, que sea él, sin otras consideraciones esteticistas". Mientras escucho a Segú, voy mirando el cuadro y, en efecto, a quien veo es al rector Jaume Porta, aunque, de pronto, y como sacudido por un colapso paranoico-crítico propio de Dalí, del cuadro aflora ante mis ojos (súbita estampa del mal) el cuadro de Inocencio X que pintó Francis Bacon. Segú, risueño y malicioso, desvía mi observación. "Si te pones a pintar a alguien togado, el referente es, inmediatamente, El papa Inocencio X, de Velázquez, que a su vez tuvo como referente El papa Pablo III, de Tiziano".

En todo caso no fue ahí -en el extraño bucle entre Tiziano, Velázquez y Bacon- donde estalló la polémica. El 27 de mayo Jaume Porta abandonaba el cargo y uno de los últimos actos que presidió fue el de la inauguración de la galería de rectores con su propio retrato y una acuarela de quien, para muchos, es el primer rector de la era moderna de la Universidad de Lleida, Víctor Siurana, retratado junto a un vaso de whisky mientras lee el diario. "Fui a la inauguración", comenta Segú, "y ya entonces me di cuenta de la estupefacción que provocaba mi cuadro". Pero lo que provocó realmente la polémica fue la inscripción que acompaña a ambos retratos y que relega a Siurana, muerto hace ya 10 años, a simple presidente de la comisión gestora de la Universidad de Lleida, al tiempo que hace de Jaume Porta el rector número 75 de la misma. La acuarela y el óleo, humanidad y hieratismo, hicieron el resto.

El caso es que la polémica desató un proceso que ha llevado a reivindicar como rector a Víctor Siurana (hermano de Antoni Siurana, alcalde de Lleida). La decana de Derecho, Agnès Pardell; el decano de Letras, Emili Junyent; el profesor de Historia Medieval, Joan Busqueta, y la profesora de Historia del Arte Imma Lorés se encargaron de realizar el estudio en profundidad sobre este extraño caso que recientemente han hecho público y que recoge en un artículo extenso el diario Segre del 2 de noviembre de 2003.

La polémica, a Josep Segú, le divierte. "Lo que está claro es que Víctor Siurana era alguien muy querido en la universidad y, de hecho, las críticas no van tanto contra el retrato. Por lo que parece, Jaume Porta tenía la virtud de caer mal. Supongo que lo que les fastidia es tener que verlo colgado allí todos los días. Otra cosa es la polémica artística y, la verdad, me parecen poco afortunadas las declaraciones a la prensa de Imma Lorés, al menos en dos de los argumentos que expone. El primero es que la del retrato de Jaume Porta sea una iconografía dinástica anticuada. El otro es que una galería de rectores de una universidad joven debería hacerse con fotografías. ¿Y por qué no videoarte?".

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Segú, cuya obra abunda en bodegones claramente pop con secadores del pelo ya de anticuario y, últimamente, en los objetos de plástico de "todo a 100", defiende la modernidad de su retrato. "Tengo clarísimo que mis antecedentes están en el pop-art y el fotorrealismo. El fondo plano, de un color que mezcla azul, verde y gris, la mesa de fórmica sobre la que reposa el Campus de Cappont, el mismo tratamiento del retrato, todos son elementos que forman parte de mi universo plástico".

Hoy estamos de vuelta, parados frente al ascensor, es de noche. Josep Segú calla unos instantes y, al fin, concluye: "La polémica la genera siempre la realidad: cuando muestras una realidad que la gente no quiere ver. Vamos permanentemente drogados por imágenes falsificadas. Imágenes que nos muestran la realidad tal como nos gusta verla, porque todos queremos creer que un día seremos ricos y famosos. El problema del realismo está en la realidad. Un Rembrandt, por ejemplo, o un Lucian Freud, lo que buscan es la realidad descarnada". Y luego, juntos, emprendemos la ascensión.

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