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Reportaje:

Un gol a la exclusión social

Un partido reúne en Baeza a inmigrantes de 14 países y representantes de las instituciones que les acogen

Ginés Donaire

El municipio de Baeza (Jaén) metió ayer un gol a la exclusión social y, de paso, lanzó un canto a la solidaridad y la integración. Un partido de fútbol-sala fue la excusa para reunir, de un lado, a inmigrantes de cuatro continentes y 14 países diferentes y, de otro, a los representantes de las instituciones locales que se encargan de la acogida a los trabajadores temporeros en la campaña de la aceituna. Políticos, guardias civiles, policías locales, dirigentes de las cofradías, miembros de Cáritas y de Cruz Roja y representantes de otros estamentos sociales dejaron atrás los complejos y se vistieron de corto para enfrentarse a una selección de inmigrantes asentados en la comarca de La Loma.

El promotor de la iniciativa fue Francisco Rodríguez, un teniente de la academia de la Guardia Civil de Baeza que ya había ideado algo igual durante su estancia en Navarra y ahora desea que se convierta en una cita obligada cada año en Baeza y en cualquiera de los pueblos olivareros de Jaén. Rodríguez lo tenía muy claro al organizar este partido, en el que actuó de portero: "El objetivo no es otro que concienciar y transmitir a la sociedad los valores de respeto, diversidad, integración y solidaridad con el inmigrante, dejando de ser indiferentes hacia este colectivo".

Éste no es el único miembro de la Benemérita que ayer quiso dar ejemplo de solidaridad. Sus compañeros José Magaña y Francisco Jiménez también quisieron prolongar una tarea social que para ellos es diaria. Así, cada día, cuando acaban su jornada laboral en la academia o en el cuartel baezano se desplazan a la sede de Cáritas de Baeza para ayudar en el dispositivo de ayuda a los temporeros. "Cada día recibimos un buen número que nos piden alimentos y mantas para abrigarse", explica Francisco, quien recientemente estuvo seis meses en Bosnia.

El partido acabó con empate a seis goles, pero todos coincidieron en que el resultado era lo de menos. Lo que animó a la grada del pabellón cubierto de Baeza, donde destacó la chiquillería, era ver al alcalde del pueblo, Javier Calvente, con sus casi dos metros de altura y su corpachón mostrando sus michelines sin pudor. "Son personas como nosotros, víctimas del desarraigo y entre todos tenemos que procurar que se sientan cómodas entre nosotros establecer lazos de colaboración", decía el alcalde, que admitía la falta de recursos para responder en estas fechas a la avalancha de inmigrantes.

En la misma línea se pronunció el concejal de IU Antonio Ortega, que fue otro de los porteros del combinado local. "El gesto es muy positivo, pero debe ir acompañado de medidas reales, para que los inmigrantes no duerman en la calle y que tengan trabajo y su situación regularizada", señaló.

No menos sorprendente para el público fue presenciar los regates y la técnica depurada del cura de la parroquia de San Andrés, Domingo Pérez, que en más de una ocasión rodó por los suelos, más por su falta de preparación física que por las entradas de los rivales. "Claro que es un gesto de acercamiento a estas personas, pero lo importante es que la gente se conciencia de que hay que hacerlo todos los días". El presidente de la agrupación de cofradías de Baeza, Antonio Jiménez, destacaba que su organización realiza cada año una campaña para la recogida de alimentos y ropas para los inmigrantes.

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Los dos equipos salieron al campo juntos y portando las banderas de España y de Andalucía y también la de la ONU. Un inmigrante ecuatoriano no quiso ser menos y se llevó los aplausos del público al ondear la de su país.

Al término del partido, todos prolongaron la convivencia con una comida en el albergue municipal de inmigrantes, uno de los 19 que se han abierto en la provincia y que hace días que tiene completas sus 16 plazas.

Una selección multiétnica

En las camisetas que portaban los dos equipos ya se recogía el mensaje que quería dejar el partido: Integración, Solidaridad, Inmigrantes. Tres palabras que hablaban por sí solas de la intencionalidad del encuentro.

El partido logró reunir, en la selección foránea, a jugadores de hasta 14 nacionalidades distintas. Fueron los siguientes: Steven Hubert y James Anaba (Ghana), Flores Bulta y Vergilio Bota (Rumanía), Camara Shadrack (Sierra Leona); Ivan Yarmolyvl y Yaroslav Vaskiv (Ucrania); Richard Eduardo Riera y Eric Velis (Ecuador); Whashintong Villalba (Colombia); Opoku Agyemang (Senegal), Mohamed, Bouziyane Abdelaziz y Hammout Kada (Marruecos); Ángel García (Argentina); Igor Ledof (Rusia); Luis Ney de León (República Dominicana); Carlos Vicente Tapia (Ecuador); Mohcen Ferij (Túnez); Eduard Gianlauskas (Lituania); Bogan Danel (Rumanía); y Dragomir Draganov (Bulgaria).

Algunos de ellos llevan algún tiempo afincados en Baeza. Como el rumano Flores Bulta, que tenía en la grada a su mujer y sus cuatro hijos. Él se gana la vida como oficial en la construcción. Menos suerte tiene el ucranio Yaroslav Vaski, que lleva dos años en Baeza trabajando en la agricultura, pero separado de su familia. El lituano Eduard Gianlauskas agradecía el gesto y tenía claro que, al menos en Baeza, no se sienten excluidos.

Se calcula que aproximadamente 7.000 inmigrantes llegarán en esta campaña de la aceituna a la provincia. Una buena parte de ellos se asienta en la comarca de La Loma, la zona de mayor densidad olivarera de todo el mundo y, por tanto, la de mayor producción.

Sólo el último año la cosecha superó los 93 millones de kilos de aceite y los 417 millones de aceituna. Es aquí, por consiguiente, donde más demanda de mano de obra existe, y eso lo saben muy bien los inmigrantes temporeros que desde principios de noviembre pululan por las calles de los pueblos jiennenses en busca de trabajo en la campaña olivarera.

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