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VISTO / OÍDO
Columna
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La cultura perdida

La civilización está devorando la cultura. Entiendo que la cultura es el "conjunto de conocimientos que permite a alguien desarrollar su juicio crítico", y que civilizar es "elevar el nivel cultural de sociedades poco adelantadas", aunque me parece que el DRAE, tantas veces conformista y antiguamente conservador, no tiene en cuenta el nivel de las sociedades civilizadas desde fuera, que puede ser superior al del civilizador. Sin recurrir a la cultura musulmana "elevada" por los guerreros cristianos o las precolombinas asaltadas por los porqueros extremeños, Franco civilizó la sociedad española destruyendo una de las cumbres culturales, la llamada "edad de plata", que me parece superior al Siglo de Oro; y Aznar en unos años ha hecho desaparecer la breve cultura reconstruida tras el desmán franquista; trabaja activamente en civilizarla.

Está ocurriendo en Estados Unidos, y es lógico que se transmita aquí. Lo que llamamos España, sea lo que sea, y que excede el idioma castellano, ha ido parasitando otras culturas: adquiriendo la de quienes nos civilizaron, moros y cristianos y los eternos transeúntes judíos, hasta los sosos godos; o buscando ideas en otras culturas ajenas: la francesa desde la Revolución hasta el grupo de posguerra, la inglesa imperial a lo Kipling, la de EE UU desde sus ideas de libertad hasta su caída. Con la diferencia de que en Estados Unidos se mantiene, y muy fuerte, aunque perseguido, el pensamiento crítico que expande el conjunto de conocimientos, que sobrepasa ya a las gentes con banderas enormes en la solapa hasta el punto de que el civilizador Bush pierde rápidamente puntos. Y es que todavía el país imperial, la metrópolis, tiene más posibilidades de rehacerse y de mantener sus impulsos abiertos que el satélite.

Es indudable que, para imitar a Bush, Aznar tiene que enardecer más su vocabulario, hacer que su mimetismo aparezca original: se caricaturiza. Necesita civilizar una sociedad que se culturizaba por sí misma. Hasta metiéndole por un embudo la religión escolar, hasta agrandando el tamaño de sus banderas porque es lo suyo. Ocupando medios de transmisión de cultura de manera que sólo puedan transportar lo civilizado; manejando la capacidad adaptativa y salvadora de sí mismos de los creadores de cultura, y excitándolos contra el espíritu critico; o acusando a los críticos que no respetan su manera de poner letra al orden.

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