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La suciedad desborda el centro de Barcelona

Barcelona acusa un aumento de actos vandálicos e incivismo

Regueros de orines, bolsas de basura, cartones, colchones y hasta electrodomésticos pueden observarse a plena luz del día en muchas calles de Ciutat Vella y del Eixample de Barcelona. La suciedad se ha adueñado de las zonas de mayor afluencia turística. La ciudad ha soportado este verano un incremento del 20% en el número de visitantes, según Turismo de Barcelona, y eso ha repercutido sobre el estado de las calles.

En el diagnóstico hay acuerdo: la ciudad soporta un uso intensivo del espacio público, especialmente en verano, y eso genera más suciedad. Pero no hay quórum en la solución. Para el Ayuntamiento, el problema de la suciedad obedece, en buena medida, al incivismo e incumplimiento de las ordenanzas de limpieza por parte de comercios y restaurantes. En 2002, el consistorio impuso 1.577 sanciones de entre 120 y 300 euros y ahora ha decidido dar un paso más: incrementar el importe de las multas hasta 6.000 euros y proceder al embargo si no se pagan, como ya se hace con las infracciones de tráfico.

Lo servicios de recogida de basuras no dan abasto y la oposición reclama que se amplíe la actual contrata de limpieza
La ciudad ha soportado este verano un incremento de visitantes del 20% sin medidas suficientes de saneamiento
El Ayuntamiento impondrá multas de 6.000 euros a los establecimientos que incumplan las ordenanzas municipales
Los vecinos creen que el servicio municipal y la conciencia ciudadana deben mejorar
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"A veces nos encontramos con las papeleras llenas de bolsas de basura"
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El porcentaje de impagados en este tipo de sanciones es muy elevado. Y algunos infractores acumulan ya varias. En concreto, 14 establecimientos fueron sancionados más de cinco veces en 2002. Los comerciantes admiten que sí hay algunos díscolos. "Es verdad que no todos sacan los cartones de 10.00 a 13.00, pero también lo es que a veces los camiones de recogida pasan más tarde", comenta la gerente de Barnacenter, Maria Lluïsa Coll.

Ricard Frigola, gerente del área de Mantenimiento y Servicios del Ayuntamiento, no comparte una visión tan crítica, pero reconoce que los resultados distan de ser los deseados: "Cada verano se refuerzan áreas especiales -los ejes comerciales y turísticos de Ciutat Vella, entre otros- con 60 personas". Y este verano las calles del centro han sido regadas con más frecuencia. "Pero está claro que no es suficiente, hay papeleras de la Rambla que se vacían hasta ocho veces al día y, sin embargo, persiste la suciedad", resume el concejal del distrito, Carles Martí, que asume que la limpieza será una de las asignaturas del mandato que ahora estrena en el corazón de la ciudad. "Habrá que pensar en cómo mejorarla", admite. La contrata de la limpieza se firmó en 1999 -concluye en 2006- por una suma global de 660 millones de euros. Anualmente se invierten 94 y es la mayor partida presupuestaria del Ayuntamiento.

Los basureros admiten que están desbordados y aluden a la escasez de medios. La oposición acusa al gobierno municipal de falta de reacción y se inclina por modificar y ampliar la actual contrata. Xavier Trias, de CiU, lamenta que la imagen de Barcelona sea "tan deficiente". "Muchos lugares del centro dan pena. Antes, en verano, la población disminuía, pero ahora aumenta de forma espectacular. Y tenemos la impresión de que los servicios han disminuido estos meses. Plantearemos esta cuestión en el próximo pleno municipal. Si queremos una ciudad que ofrezca ocio, hay que poner servicios", afirma. Jordi Cornet, del Partido Popular, cree que la contrata ya nació viciada: "El Ayuntamiento no aprieta a las empresas. Una cosa es lo que se les pide en el pliego, otra lo que se firma y una tercera lo que se les exige. La recogida de basura en el Gòtic, sin contenedores, no funciona. Y en Sarrià-Sant Gervasi, tampoco. Tras mucho reclamar, se suprimió antes de las elecciones".

"¿Qué quiere que le diga?", responde con flema un basurero. "Esto es lo de siempre. Y lo peor es que esta mañana ya han pasado mis compañeros". Son las 14.30 horas y el cochecito de limpieza está parado en la plaza de Sant Agustí. Junto a los contenedores de reciclaje azul, verde y amarillo, se acumula una montaña de bolsas de basuras, cartones, plástico y hasta un botijo de porcelana. El basurero, que prefiere el anonimato, no pierde ni un minuto. No es mala educación. El trabajo se le echa encima. Está desbordado. Casi resignado a una tarea titánica que parece no tener ni principio ni fin. Pasadas las 16.30 horas los hechos le dan la razón: media docena de bolsas de basura se vuelven a acumular en los mismos contendores; en la calle del Hospital, dos de los omnipresentes sacos de escombros de la construcción están desbordados de cascotes y el hueco de un árbol, ya colindante con las Ramblas, está lleno de desperdicios que provocan gestos de asco en una pareja, con plano en mano, de turistas.

Ciutat Vella está desbordada, especialmente los espacios públicos como, por ejemplo, la necrópolis de la plaza de la Villa de Madrid, con el césped salpicado de escombros. El centro se ve incapaz de asumir el grueso de turistas y de gestionar la basura que genera la población flotante y los ciudadanos de un distrito con una densidad de población cada vez más alta tras la llegada masiva de inmigrantes. El Ayuntamiento no se ha planteado sancionar con multas a los ciudadanos que ensucien como acaban de aplicar, por ejemplo, Florencia y Venecia. Ferran Mascarell, portavoz de la comisión de gobierno, dijo hace poco a este diario que Barcelona tenía tanto éxito, con tantos acontecimientos, que casi no había ni tiempo para limpiar. Pero anteayer reconoció que Barcelona tiene un problema: "No estamos en el límite en cuanto a capacidad de absorción de determinado número de turistas, pero nos queda un camino que recorrer para corregir el impacto en la vida ciudadana".

Pero es el no parar. José Antonio, de 19 años, barre a las 2.30 junto a Canaletes. Su escoba ha arrastrado en no menos de 15 metros una decena de latas y una caja de vino. "Esto no es nada. Lo peor es cuando estás barriendo y la gente te tira basura a un metro de ti. O cuando te cierra la toma de agua de las mangueras. Pero ahora parece que está más limpio: los guiris ya se han ido". Tiene ante sí una ruta de 10 kilómetros. "El recorrido nos supera tanto que a veces nos dan consignas de que no seamos muy escrupulosos. Y a algunos guardias urbanos ya les han dicho que retiren las bolsas que encuentren".

Santi bate récords en parar el pequeño camión que conduce, bajar, coger el capazo, vaciar la papelera en él y volver al camión. Así, hasta la siguiente. Toda la calle de la Princesa a la carrera para no entorpecer el tráfico. Es temporal, contratado para los meses de verano. Hace esa ruta tres veces al día: "Y a veces ya están desbordadas antes de que llegues. Porque se usan para todo. Son papeleras, pero la gente mete hasta las bolsas de basura".

¿Los turistas? ¿Los inmigrantes? ¿La suciedad de siempre? Todo influye. Un basurero señala varios factores que explican qué ha pasado este año. Dice que la contrata se ha quedado corta y que tiene la impresión de que este año la empresa Fomento Construcciones y Contratas (FCCSA), que se encarga de Ciutat Vella, no ha cubierto todas las vacantes por las vacaciones. "Somos 60 en cada uno de los tres turnos y faltaban en cada uno al menos entre 15 o 20 personas", explicó. Y algo más: que el incivismo ha aumentado de forma "descarada".

En ese diagnóstico coinciden vecinos de toda la vida del Gòtic. "Yo llevo 30 años viviendo aquí - en la calle del Arc de Sant Vicenç- y ahora la gente es más marrana", explica Mari, de 60 años. "Pero no sólo los de fuera. Que los de aquí son iguales. Tenemos que bajar las bolsas a partir de las 20.00 horas. Pues no, hay vecinas que la bajan por la mañana y la tiran en cualquier rincón. Pero lejos de su portería. Lo mismo hacen los restaurantes, que las tiran en el callejón de al lado".

Hay conductas incívicas que, además, son vandálicas. Como la de un joven alemán, Cristinas F. R., de 52 años, que fue detenido en la Barceloneta la pasada madrugada por destrozar 15 lunas de vehículos estacionados. El vandalismo se extendió ayer también al Raval, en la otra punta de Ciutat Vella. Marta Vidal, de la Associació de Ponent, del barrio del Raval, añade: "Es verdad que hemos pedido al Ayuntamiento que instale papeleras en la calle de Ferlandina, pero también que algunos cafres arrancaron ayer cuatro que había en la calle de la Luna. Es una barbaridad el vandalismo que hay. El Ayuntamiento podría hacer más, pero no habría tanta basura si los comerciantes aplicaran el horario y los vecinos bajaran las bolsas por la noche. Las normas cívicas aquí no las cumple ni Dios".

Bolsas de basura, un colchón y muebles, en un tramo de la calle de Sant Pau.
Bolsas de basura, un colchón y muebles, en un tramo de la calle de Sant Pau.MARCEL.LÍ SÁEZ

Cada vez más orines

"Esto no es un lavabo, aunque lo parezca". La sábana con esa leyenda cuelga de balcón a balcón en una calle junto a la plaza Reial. Los orines son uno de los problemas más acuciantes de algunas de las zonas del Barri Gòtic y del Raval. El penetrante olor lo impregna todo. Las fiestas de Gràcia han padecido también este año la misma peste, que los trabajadores de la limpieza han combatido con chorros de zotal.

Muchas ciudades europeas, como París y Amsterdam, disponen de urinarios públicos, pero el Ayuntamiento de Barcelona no tiene intención de implantarlos salvo ocasiones excepcionales como fiestas o conciertos. Como mucho, editará folletos en la Merçè con el lema Pipí, no. "Pues creo que los urinarios son indispensables", rebate Xavier Trias, de Convergència, líder de la oposición. "Si se quiere una ciudad que viva en la calle, el Ayuntamiento debe dar un servicio. Hay un rincón en la calle de Carabassa, junto a la plaza de la Mercè, que se ha convertido en un urinario público".

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