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Entrevista:Peter-Klaus Schuster

"Resulta difícil coleccionar el arte efímero"

Berlín is different. Sus museos más importantes están subordinados a un único patronato, el de los Museos Estatales de Berlín. Dentro de esta estructura, el arte moderno y contemporáneo está a cargo de la Galería Nacional, subdividida a su vez en la Antigua Galería Nacional (siglo XIX), la Nueva Galería Nacional (arte moderno clásico), el Hamburger Bahnhof (arte contemporáneo), y dos filiales, la iglesia de Friedrichswerder (esculturas del siglo XIX) y la Colección Berggruen (Picasso y sus contemporáneos). En este entramado, el historiador de arte y filósofo Peter-Klaus Schuster, de 59 años, juega un papel crucial: es director general tanto del conjunto de los Museos Estatales como de la misma Galería Nacional.

"Planteamos una cuestión algo elitista: ¿existe todavía el arte como arte? Nosotros creemos que sí"
"La metáfora para describir el Hamburger Bahnhof sería la del laboratorio"

El Hamburger Bahnhof o Museo de lo Contemporáneo, en el que Schuster recibe a Babelia, está en una antigua estación de trenes convertida en un luminoso templo de arte por el arquitecto Josef Paul Kleihues. El núcleo de su colección permanente son las obras de artistas como Andy Warhol, Anselm Kiefer y Joseph Beuys, reunidas en su momento por el empresario berlinés Erich Marx. A éstas se han sumado la colección de arte povera, conceptual y minimalista de otro mecenas, Egidio Marzona, y, a partir de 2004, la de Friedrich Christian Flick, nieto de un industrial que surtió de armamento a Hitler (razón por la cual, Zúrich declinó hacerse con esta colección, que incluye importantes obras de Bruce Naumann, Georg Baselitz y Nam June Paik).

PREGUNTA. Usted es responsable de un gigantesco acervo artístico. ¿Qué papel juega en él el Hamburger Bahnhof?

RESPUESTA. Lo que distingue a los museos de Berlín es que desde un inicio se propusieron coleccionar todo, y ese todo ya en el siglo XIX incluía el arte contemporáneo. También hoy, en este museo universal que somos, lo emocionante es que este gigantesco complejo se extienda hasta la actualidad. A diferencia del Louvre, que suele desprenderse de parte de su colección -la del siglo XIX, al Museo de Orsay, y la del siglo XX, al Centro Pompidou-, nosotros seguimos juntos.

P. ¿Permite esto mostrar mejor la continuidad del arte?

R. Sí, una de las intenciones es aprovechar al máximo las posibles referencias cruzadas. Lo notamos en nuestros museos antropológicos, que últimamente han comenzado a mostrar arte contemporáneo por su propia cuenta. Los distintos espacios y contextos que podemos ofrecer a los artistas son un gran atractivo.

P. Da la impresión que el Hamburger Bahnhof todavía está formando su colección. En los últimos años ha sido anunciada la adquisición de las colecciones Marzona y Flick.

R. En el conjunto de la Galería Nacional, desde luego, constantemente estamos en proceso de recomposición. La cuestión es cómo definimos los límites de la modernidad clásica. ¿Twombly y Rauschenberg no corresponden más bien a este periodo? A Joseph Beuys, en cambio, siempre se le podrá considerar como un laboratorio para al futuro. Aquí tenemos una muestra importante de su obra, incluido su archivo mediático, y también obras de movimientos como Fluxus. En cierto sentido, el Hamburger Bahnhof es el lugar relevante para aquel arte que ya no esté vinculado a los museos. He aquí una dificultad: coleccionar lo que es más bien efímero. Para hacerlo, se requiere a una coleccionista como Marzona, quien ha recogido durante toda su vida huellas de arte. Por lo demás, el Hamburger Bahnhof siempre deberá ser el lugar para obras absolutamente contemporáneas. A esta meta nos hemos acercado mucho con la colección de Flick, un coleccionista que sigue comprando y expandiendo.

P. ¿Jugó un papel la consideración de buscar un acento propio, distinto al de otros grandes museos europeos?

R. No, más bien pensamos desde el punto de vista de la colección ya existente: el gran peso concedido a Beuys se complementa muy bien con la colección Marzona. Esto también lo notan los respectivos coleccionistas, entre quienes lentamente se desarrolla una afinidad por Berlín. En el caso de Flick, lo decisivo fue que pudiésemos ofrecer un lugar adecuado, no en cualquier parte de Berlín, sino en una nave adyacente al Hamburger Bahnhof. De eso se trata: no dejarnos guiar por este u otro deseo, sino tener muy en cuenta qué es lo que fortalece nuestra estructura actual.

P. Las grandes exposiciones temporales -la de Warhol, o la más reciente sobre el arte en la extinta RDA-, sin embargo, se tienden a mostrar en la Nueva Galería Nacional.

R. Es cierto, pero en gran parte esto obedece al deseo de los mismos artistas. De los que están vivos, sólo uno quiso estar a toda costa en el Hamburger Bahnhof. Ése fue Sigmar Polke. Todos los demás querían el templo, y el templo de la modernidad es el de Mies van der Rohe [arquitecto de la Nueva Galería Nacional].

P. Lo cual resta atención al Hamburger Bahnhof.

R. No creo, porque la gente aquí no esperaría este tipo de exposiciones. La metáfora para el Hamburger Bahnhof más bien sería la del laboratorio: exhibir no los valores consolidados, sino aquellos que están moviendo algo. Siempre se esperará encontrar aquí a Beuys, Fluxus o a Mario Merz.

P. ¿Y qué hay de la vinculación con la pujante escena galerística de Berlín?

R. El Hamburger Bahnhof es como un tentáculo que se extiende a ese mundo. Este museo forma parte de la Galería Nacional, y a ésta no le corresponde hacer e impulsar artistas, como sí lo hacen las galerías privadas. La Galería Nacional es una casa de cierta distinción. Claro que hay que encontrar un balance y para ello contamos con un espacio que llamamos de taller, en el que artistas -que en su mayoría trabajan aquí en Berlín- crean expresamente para esta sala una obra. Llevamos 15 de estas muestras, con artistas como Sophie Calle o Paul-Etienne Lincoln. En este mundo artístico tan veloz, sin embargo, uno a veces llega tarde. Las obras de Michel Majerus actualmente expuestas ya son casi una retrospectiva

[pintor luxemburgués fallecido en un accidente aéreo en noviembre pasado].

P. Es decir: se pierde el pulso del tiempo.

R. Eso de tomarle el pulso al tiempo es más bien tarea de las galerías.

P. ¿Y qué opina de un espacio de exposiciones como los Kunst-Werke aquí en Berlín, cuyo director artístico es Klaus Biesenbach, quien también trabaja en el P.S.1 en Nueva York? ¿Mostraría el Hamburger Bahnhof una exposición sobre el grupo terrorista Fracción del Ejército Rojo (RAF), tal y como planea Biesenbach?

R. En nuestra nomenclatura esto correspondería al Museo Histórico Alemán. Nosotros nos encargamos de una muestra sobre el arte en la antigua RDA. Nos concentramos en el arte puro.

P. Es decir: ¿usted no cree que este tipo de proyectos -tan presentes también en la Documenta o en las bienales- sean arte?

R. No quiero recurrir al zeitgeist, pero sí creo que tienen mucho que ver con sensibilidades y mentalidades pasajeras. Nosotros tenemos un discurso distinto, más arraigado en la historia del arte. Lo cual no quiere decir que no expongamos obras como el ciclo de pinturas sobre la RAF de Gerhard Richter. Lo tuvimos en nuestra exposición Imágenes de Alemania. La diferencia entre nosotros y los Kunst-Werke es similar a aquella entre el MOMA y el P.S.1 en Nueva York. En la Nueva Galería Nacional, el próximo año, tendremos una muestra muy completa del MOMA, que volverá a incluir los cuadros de Richter.

P. ¿No es una cuestión de la validez de estos géneros artísticos, entonces?

R. Lo nuestro es informar sobre lo que acontece en el arte. Planteamos una cuestión algo elitista: ¿Existe todavía el arte como arte? Nosotros creemos que sí.

P. ¿Cree que el público también lo ve así?

R. Yo me pregunto si un museo de arte contemporáneo necesariamente tiene que tener el mismo número de visitantes que uno de arte moderno clásico. Creo que no. Al mismo tiempo, con 135.000 visitantes, el Hamburger Bahnhof se está batiendo bastante bien.

Peter-Klaus Schuster, en una de las salas del Hamburger Bahnhof, en Berlín.
Peter-Klaus Schuster, en una de las salas del Hamburger Bahnhof, en Berlín.PATRICIA SEVILLA CIORDIA

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