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Reportaje:

Nuevos aires artesanos

Nace una marca de calidad para proteger el abanico artesano de la competencia de los países orientales

Antiguo, artesano, y amenazado por la fuerte competencia asiática. La historia de este producto artesano vuelve a estar ligada a Oriente, desde donde las crónicas narran que llegaron los primeros abanicos a España a partir de la apertura de rutas comerciales con China y Japón a finales del siglo XV y a principios del XVI. Ahora, la competencia en precios de este tipo de productos asiáticos está movilizando a sus profesionales. Ayer, el Gremio de Maestros Abaniqueros, fundado en Valencia en el siglo XVII, presentó en el Ayuntamiento de Aldaia la marca de calidad del abanico español artesano.

La intención es garantizar con la distinción "aea" (Abanico Español Artesano) "un producto de calidad", explican sus promotores, y desmarcarse de los abanicos procedentes de otras latitudes: imitaciones de peor calidad, según defienden los artesanos valencianos, pero que se venden a mucho menor precio. Una situación que perjudica en el mercado español, explica el presidente del gremio, José Giner, pero sobre todo en el extranjero, "porque aquí te puedes defender". El presidente del gremio subraya la necesidad de "concienciar" a los consumidores sobre los productos de artesanía, una actividad que no consideran suficientemente valorada.

José Giner explica que la creación de la marca de calidad servirá, además, como detonante de otras acciones futuras con las que se intentará acotar una actividad: entre las intenciones está elaborar un estudio de mercado o realizar una especie de censo sobre los artesanos del sector, que se mantiene activo a pesar de que en los últimos tiempos ha perdido profesionales.

No es el caso de Salvador Burriel, que inició su negocio de abanicos en 1963 y en el que ahora trabajan sus dos hijos porque desde hace un tiempo su trabajo como teniente alcalde de la localidad de Aldaia le ocupa más tiempo. Este negocio familiar llegó a tener hasta cinco trabajadores, según explica su propietario, pero la dimensión que tiene en la actualidad es "la única forma de manejar el barco y no tener peligro de hundimiento". El abanico, explica el artesano valenciano, es una actividad "para poder sobrevivir" que permite en una "buena temporada" incluso ahorrar pero que "no es boyante".

En el taller de Salvador Burriel se pueden ver montones de tablones de madera de Palo Santo y también de ébano -asegura que el precio más económico de sus abanicos ronda los 48 euros y que pueden llegar hasta los 2.400- con los que hará el varillaje de sus abanicos. "Fábricas integrales no hay", explica el artesano de Aldaia, y el abanico pasa por "muchas manos" antes de que esté terminado. La tela, la puntilla y las lentejuelas si las tiene o la pintura son otras partes del proceso de elaboración de un abanico. Con todo, y a pesar de la manualidad que rezuma este trabajo, Salvador Burriel pidió hace un par de años a un mecánico conocido diversas máquinas que entre los dos acabaron diseñando y con las que ayuda a agilizar el trabajo diario de fabricación. Evita, al mismo tiempo, que las manos corran los riesgos de antes con la sierra circular de cortar la madera.

La fabricación de abanicos artesanales está muy condicionada por las condiciones meteorológicas. Este año, por ello, es bueno para el negocio. También por ello, la exportación de estos productos se dirige a zonas cálidas como Italia, los países sudamericanos, aunque también a Norteamérica. No es, además, un producto exclusivamente femenino. Salvador Burriel explica que vende muchos abanicos para caballero, que él mismo lleva en todos sus trajes, "especialmente en Madrid y Sevilla". En este oficio también hay espacio para el producto más joven, menos recargado en decoración y remaches y más económico que los clásicos abanicos goyescos.

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La actividad de este sector artesanal en España se concentra hoy en día prácticamente por completo en Valencia. Aldaia, Godella y Alaquás son los centros neurálgicos de esta actividad. La Comunidad Valenciana, además, es la única zona en Europa en la que todavía se mantiene esta actividad artesanal, que en su momento también desarrollaron maestros abaniqueros de Italia y Francia, que por su saber hacer superaron a sus homólogos españoles.

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