El corazón volcánico de Francia
Diez claves para dejarse seducir por la región de Auvernia
Para comprender la geología hay que aprisionarla. Atraparla entre las paredes craneales y modelarla con la imaginación. Solamente así el paisaje cobra la dimensión que merece. Y sólo de esta forma se podrá intuir cómo hace unos 400 millones de años la Tierra convulsionó plegándose sobre sí misma en un cataclismo lento y espeso que dio nacimiento al Macizo Central francés. Unos 380 millones de años después (hace 20 millones de años), las entrañas de este macizo herciniano entraron en erupción con una serie de colosales vomitonas desiguales en la forma y en el tiempo. Se originaron así los famosos volcanes de Auvernia, en el centro de Francia, que forman uno de los parajes más sobrecogedores de la orografía europea. Su actividad, hoy totalmente apagada, terminó hace 7.000 años: un espacio de tiempo suficientemente largo como para que hayan sido colonizados por una flora esplendorosa y que la erosión deje entrever parte de su edificio.
1 La vegetación
Uno se imagina las laderas de un volcán cubiertas de helechos arborescentes, palmeras o laureles centenarios. O, como mucho, de líquenes y euforbiáceas crasas, como es el caso del vulcanismo más reciente y descarnado: el de las últimas erupciones de Canarias. Pues no, en Auvernia los volcanes están tapizados de hayas, abetos, pinos silvestres y abedules, como en el más prototípico paisaje continental montano. En sus profundos valles, originados por el hundimiento de calderas, pastan vacas de las razas locales aubriac y salers, se elaboran algunos de los mejores quesos de Francia y se esconden poblaciones sobrias con ejemplos constructivos singulares.
Los volcanes surgieron a lo largo de diferentes series, y muestran una variada orfología y origen. Los hay de tipo efusivo, de explosión e hidromagmáticos, formando lagos encerrados en el interior de un cráter. Conos, diques, órganos y coladas son algunos de los relieves que emergen de tanto en tanto como protuberancias inquietantes en el paisaje, bajo la gruesa piel vegetal que lo recubre desde hace milenios.
2 Un parque natural
El parque regional natural de los Volcanes de Auvernia es el mayor de Francia, con sus 393.000 hectáreas de belleza en estado bruto en un más que aceptable estado de conservación. Auvernia es también una de las más vastas regiones de Francia y cuenta con cuatro departamentos: La Haute Loire, Allier, El Puy de Dôme y El Cantal, en los que se produce un amplio espectro de ecosistemas y condiciones climáticas.
Pero puede que sea en El Cantal y El Puy de Dôme donde la presencia de este fenómeno geológico es más visible y espectacular. A escasos kilómetros de la capital regional, Clermont-Ferrand, se alza el Puy de Dôme, el pico que da nombre al departamento y el más elevado de la cadena de los Puys, con sus 1.464 metros de altitud. Hay que evitar la niebla para disfrutar de la visión que se despliega desde su cima. Allí arriba, el viento arremete con pasión y se puede tocar el cielo con la mirada. Ante la vista se extiende todo un sarpullido verde y mineral que se diluye en el horizonte.
3 Secretos de la geología
No muy lejos, el parque didáctico Vulcania descubre para el neófito los secretos de la geología en medio de una atractiva puesta en escena. Enseña, entre otras cosas, que el vulcanismo origina unas aguas de excelentes propiedades termales -muy abundantes en esta región- y que provee de materiales aptos para la construcción.
4 De Clermo nt-Ferrand a Saint-Flour
Una de las poblaciones donde se puede observar cómo la traquiendesita, una oscura piedra volcánica, se utiliza para levantar edificios tan sólidos y hermosos como severos es Clermont-Ferrand (Clermont para los amigos). Aunque, eso sí, conviene hacerse a la idea de que la ciudad es como la mayoría de las que se extienden allende los Pirineos: a partir de las ocho de la tarde está desierta. No la salva ni el ser sede estudiantil.
En pleno casco histórico se levanta la catedral gótica, un edificio sombrío -siempre debido a la famosa piedra negra- cuyas agujas están admirablemente ornamentadas si se tiene en cuenta la dureza de la roca volcánica. Pero es tal vez entre las calles medievales de Saint-Flour donde se encuentra uno de los muestrarios más variados del arte de construir con traquiendesita. La población está literalmente colgada sobre unos órganos basálticos formados por la interrupción de una inmensa colada. En el recinto de la ciudad alta, doblemente amurallada, surge la catedral, un edificio gótico de aspecto defensivo, y en torno a ella se extiende la ovalada plaza de Armas, con algún dije de la arquitectura renacentista como es la Casa Consular. Cerca queda el viaducto de Garabit, construido por el genio de Eiffel, como una carcasa roja de hierro cosiendo dos barrancos entre sí. Lástima que las escasas lluvias primaverales tengan al embalse de la Truyère a medio llenar.
5 Tradiciones de La Margeride
A dos pasos, en Loubaresse, se encuentra la granja de Pierre Allègre, parte del ecomuseo de La Margeride, un gran macizo granítico lleno de tradiciones hondas y herméticas. Allí, con un poco de suerte, se podrá coincidir con Monique Fournier -"aquí todos me conocen por Monique de Chabanols"- para contar con una visita de lo más sabrosa, salpicada de anécdotas locales. La granja, de los siglos XVII al XIX, se ha conservado con todo el mobiliario original. Una de las primeras cosas que Monique Fournier enseñará al visitante será el famoso cuchillo de Laguiole, con una abeja de acero en el mango. Según cuenta, y pocos aquí lo saben, el cuchillo sería de procedencia catalana, introducido por los trashumantes que venían con su ganado por estos pagos cada verano. La mitología que lo envuelve es de lo más pintoresca: que si una cara del mango es de asta oscura para simbolizar el toro y la otra es clara en representación de la vaca; que si el canto de la cuchilla lleva una serie de muescas que simbolizan los días de la semana en que su propietario trabaja (en su número se detecta si es buen cristiano); que si un varón le presta el cuchillo a otro es como si le ofreciera a su mujer...
También describe Fournier el misterio de los pastores de ojos azules, a los que no hay que sostener la mirada porque está llena de magia, y que se llevan al huerto a todas las mujeres del pueblo. Monique Fournier, como tantos auvernianos tradicionales del Puy de Dôme, embelesará al público castellanohablante y catalán con sus abundantes menciones en occitano. Como muestra, un botón: hay que esperar a que el fuego "cante" (y no chante), guardar a las vacas en el "establo" (y no el étable) y tomar las "aigües" en lugar de des eaux.
6 Las montañas de El Cantal
Desde Loubaresse, uno se puede adentrar por El Cantal, la zona más montañosa y húmeda de Auvernia, con cimas de más de 1.800 metros de altura. En ella es posible perderse por carreteritas locales que triscan cuesta arriba por caseríos como Cheylades, Trizac y Le Falgoux, donde es difícil encontrar un alma fuera de época estival. En los valles más hondos se elaboran los famosos quesos cantal y salers con leche cruda de vaca. Con brazos de acero fundido y su sempiterno gorro blanco, Michel Rodde corta la masa tibia de leche recién cuajada en su quesería de Le Claux -"la mejor es la vaca de Salers, pero rinde menos, así es que también utilizo otras razas"-. En lo alto de las estives (pastizales de verano para la trashumancia) aún se conservan algunos burons, o chozas de piedra donde los pastores se alojaban y elaboraban el queso durante los meses más cálidos.
7 Museos del queso
En la carretera del Puy Mary, a unos 20 kilómetros de Salers, están La Casa de los Quesos y de la Genciana, dos pequeños ecomuseos instalados en unos chozos recuperados. En ellos se aprende de forma didáctica la utilidad de los utensilios y las características de la raza bovina de Salers, retinta, con cuernos en forma de lira y de probable origen español. También se explica la técnica de elaboración del licor de genciana, astringente, digestivo y tan rotundo como la propia gastronomía local: cinco clases de quesos de vaca, embutidos y chacinas como el tripou (a base de cordero y cerdo), así como el aligot (puré de patatas con queso fresco de Cantal), la truffade (patatas salteadas con ajo, tocino y perejil) y la incomparable carne roja de las razas salers y aubriac.
8 Salers
Sin duda la población con más encanto de El Cantal es Salers, un delicioso burgo amurallado construido durante los siglos XV y XVI. Entre sus calles, repletas de elegantes edificios góticos y renacentistas, se encuentran terrazas para beberse el frescor de la tarde, tiendecitas de artesanía y algún que otro restaurante de postín. Daniel y Jeannette Gil, propietarios de L'Asphodèle, una preciosa casa rural en mitad del pueblo, contribuyen con su calidez a que el viajero se sienta integrado en esta población que desde la atalaya que la acoge abraza los montes y valles más jugosos de El Cantal.
9 Las termas de La Bourboule
No muy lejos en dirección al sur aparece La Bourboule, pequeña población termal de finales del siglo XIX y principios del XX cuya arquitectura ecléctica y belle époque, en la que se incluye una audaz iglesia neorrománica con pretensiones bizantinas, constituye todo un anacronismo en medio de la austeridad regional.
10 La reserva de Chaudefour
Atravesando desde La Bourboule el Mont Dore, a menudo sumergido en niebla, se sitúa un valle de gran belleza: la reserva de Chaudefour. Halcones peregrinos, treparriscos, muflones y gamuzas (introducidos estos últimos durante los años setenta) se agarran a sus laderas y roques volcánicos, y lis de Martagon, violetas, anémonas y orquídeas crecen con discreción entre la espesura de los bosques y junto a los cursos de agua de este lugar frecuentado también por otra clase de aventureros roqueños: los escaladores bípedos.
VULCANÓLOGOS POR UN DÍA
EL PARQUE temático Vulcania es el primero en su género creado en Europa. Fue inaugurado en febrero de 2002, y su espectacular edificio, premiado en un concurso internacional, fue proyectado por el arquitecto austriaco Hans Hollein. Se ha edificado parcialmente en el interior de una colada basáltica, de forma que, pese a su innovadora estética, se integra perfectamente en el paisaje. Está íntegramente levantado con materiales volcánicos, excepto el cono que lo preside, revestido de titanio dorado.
El parque, a pesar de su oferta de ocio, tiene un marcado carácter didáctico y está presidido por un consejo del que forman parte algunos de los más prestigiosos vulcanólogos del mundo. A través de proyecciones, maquetas, animaciones, simulaciones y aparatos interactivos explica la génesis de los volcanes y sus principales tipos. Además se proporciona información sobre los volcanes en actividad: Stromboli y Etna (Italia), Pitón de la Fournaise (isla Reunión, Francia), Lewotobi (Indonesia) o Tungurahua (Ecuador).Se organizan talleres y visitas guiadas.
- Vulcania (0033 473 19 70 37, y www.vulcania.com).
Route de Mazayes, a unos 18 kilómetros de Clermont-Ferrand. Horario: de 9.00 a 19.00.
Precio: adultos, 19 euros; niños, gratuito; estudiantes, 17 euros.
GUÍA PRÁCTICA
Datos básicos
- Prefijo telefónico: 0033.
Cómo ir
- Clermont-Ferrand (150.000 habitantes) queda a unos 200 kilómetros de Lyón. Se recomienda alquilar un coche en el aeropuerto.
- Air Nostrum (902 40 05 00) tiene vuelos directos Madrid-Lyón desde 333 euros más tasas de aeropuerto. Desde Barcelona cuestan 306.
- Air France (901 11 22 66), a Lyón desde Barcelona, hasta el 31 de agosto, desde 306 euros más tasas.
- Iberia (902 40 05 00), a Lyón desde Madrid y Barcelona, hasta el 31 de agosto, 365,95 euros, tasas incluidas.
Dormir
- Hotel des Voyageurs Mourguy (04 71 69 51 59). Le Falgoux. En pleno Cantal. Renovado, agradable y con buenas vistas. La habitación doble, desde 36 euros.
- Jarriges (04 71 40 71 95). Casona del siglo XV junto de Salers. Ambiente tranquilo y refinado. Piscina. La doble, desde 43 euros.
- Habitaciones rurales L'Asphodèle (04 71 40 71 74). Rue de la Martille. Salers. La doble, 44 euros, con desayuno incluido.
- Chateau des Varillettes (04 71 60 45 05). Saint-Georges. Junto a Saint- Flour, elegante castillo del siglo XV rodeado de jardines. Desde 105 euros. Media pensión, 187 euros.
Comer
- Chèz Geneviève (04 71 60 17 97). Rue des Lacs, 25. Saint-Flour. Con encanto. Deliciosa y contundente cocina local. Menú por 16 euros.
- Buron de Chaudefour (04 73 88 63 67). Valle de Chaudefour. Cocina sencilla y casera auverniana. Alrededor de 18 euros.
- Hotel de la Vallée (04 71 78 90 04). Le Bourg. Cheylade. En pleno campo, familiar y con buenas vistas. Entre 16 y 30 euros. Agradable hotel con habitaciones dobles por 39,50 euros.
- Le Bailliage (04 71 40 71 95). Notre Dame. Salers. Restaurante coqueto con recetas cuidadas. Menús entre 17 y 40 euros.
Información
- Maison de la France en España (906 34 36 38 y www.franceguide.com).
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