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EL ANÁLISIS ELECTORAL
Columna
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El enigma de los votos desaparecidos

Si el acertijo mayor en vísperas del 25-M versaba sobre las interioridades secretas de la amplia bolsa de electores aparentemente indecisos en toda España, el enigma por resolver en el País Vasco (y también en Navarra) era el rumbo que emprendería el derecho al sufragio activo de los antiguos votantes de la ilegalizada Batasuna. La anulación por el Supremo y el Constitucional de la gran mayoría de las listas presentadas a los comicios por agrupaciones de electores urdidas por el disuelto brazo político de ETA frustró la posibilidad de encaminar esas papeletas hacia las sucursales del mismo negocio. La defraudada clientela del nacionalismo radical se vio obligada, así pues, a optar entre soluciones alternativas: desde la abstención hasta el voto nulo, pasando por el apoyo a diferentes partidos.

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Las discrepancias sobre el punto de referencia más adecuado para fijar la cuantía de ese voto desaparecido aumentan las dificultades detectivescas en la tarea de investigar esos múltiples trasvases. Teóricamente, el término de comparación idóneo serían los resultados obtenidos por Euskal Herritarrok -una segunda marca de conveniencia de Batasuna- en las anteriores elecciones municipales de la primavera de 1999; sus candidaturas obtuvieron entonces 228.000 votos en el País Vasco (y 47.000 en Navarra) al rebufo del alto el fuego táctico declarado por ETA y de la firma por todos los nacionalistas -moderados y radicales- del Pacto de Estella. Sin embargo, la vuelta de la banda terrorista a la actividad criminal tuvo un reflejo electoral adverso para su brazo político: en las autonómicas vascas de mayo de 2001, Batasuna retrocedió hasta los 143.000 votos, pese a un notable incremento en la partipación. La hipótesis de que el núcleo duro comprometido política, ideológica y emocionalmente con ETA hasta sus últimas consecuencias en el País Vasco se halla constituido por esos 143.000 votantes (no por los 228.000 de las municipales de 1999) explicaría eficazmente no sólo el volumen de voto nulo registrado el domingo sino también los paralelos incrementos de PNV y EA (en coalición o por separado) e IU, así como los votos de Aralar (en torno a 36.000) y de las agrupaciones de electores legalmente autorizadas (alrededor de 15.000 en el País Vasco y Navarra, según algunas fuentes).

En el País Vasco, los votos nulos ascendieron a 127.000 (casi 20.000 en Navarra) y fueron depositados mayoritariamente en municipios donde Batasuna había ejercido hasta entonces el poder local: las papeletas inválidas superaron a las candidaturas ganadoras en varios ayuntamientos guipuzcoanos, como Hernani, Pasaia, Oiartzun y Usurbil. No parece aventurado correlacionar los 127.000 votos municipales nulos de mayo de 2003 (en la convocatoria de 1999 sólo fueron invalidados 10.000) con los 143.000 votos autonómicos de Batasuna en mayo de 2001; de aceptar ese conjetura, los casi 90.000 electores que ya renunciaron hace dos años a respaldar al brazo político de ETA habrían favorecido en esta ocasión a otras opciones del nacionalismo moderado o radical y a Izquierda Unida.

Ese significativo volumen de votos nulos (el 10% de los emitidos en el País Vasco) planteará problemas de gobernabilidad en los municipios en los que el legado de Batasuna siga teniendo un peso apreciable: ¿se producirá una situación de enfrentamiento permanente entre la oposición antisistema y los nuevos ayuntamientos o bien las diferentes familias del nacionalismo llegarán a acuerdos pragmáticos? Con la mirada puesta en el futuro, ¿seguirá ETA impartiendo indefinidamente su consigna de voto nulo al antiguo electorado de Batasuna y continuará siendo obedecida? Y en el supuesto de que esos radicales irreductibles fuesen abandonando con el paso del tiempo su intransigencia y decidieran conceder eficacia operativa a su derecho al voto, ¿confiarían sus papeletas a una opción de ideología independentista radical pero adversaria de la violencia terrorista, como Aralar, o se convertirían en una reserva potencial capaz de dar la mayoría absoluta a los partidos nacionalistas hoy en el Gobierno?

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