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Columna
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'Parking'

A diferencia de lo que contaba hasta hace poco, la calidad de una ciudad no se juzga por lo que a primera vista se observa, sino, ante todo, por el subsuelo. Para los alcaldes ha sido muy fácil mandar plantar árboles, peatonalizar centros históricos, poner estatuas y bancos, crear museos. Pero ¿qué decir de los parkings? La prueba más profunda del valor de una ciudad coincide con el subterráneo. En las avenidas se alzan edificios firmados por célebres arquitectos, pero la construcción más burda y brutalista, el abandono miserable, la desidia, el deterioro y la inmundicia, se amontona en el aparcamiento. El alcalde olvida ese territorio oculto, pero, a menudo, de su aspecto se induce infaliblemente la conciencia moral de los gestores. En París, hace unos años, el resultado de una encuesta colocó en el último lugar de la estimación ciudadana a estos lugares inhóspitos y la respuesta de la principal empresa propietaria, el grupo Vinci, fue perfumar urgentemente las plantas, musicalizar una y otra zona, proveerlas de colores vistosos y hasta gorgeos de pájaros en la primavera. En Estados Unidos se ha hecho otro tanto animando los muros con motivos deportivos y de rockeros, difundiendo información y discos de última moda. Hacer amables los pesados minutos que requiere aparcar en las plazas angostas, con muros foscos, desconchados y untados de humedad, no ha sido tarea al alcance de la sensibilidad municipal, pero la primera sensación que se recibe del viaje a un municipio llega, a menudo, de la parada en un estacionamiento subterráneo. Desde ese pozo se sospecha que otros fondos estarán gestionándose mal y se cavila sobre qué clase de políticos serán esos que basan su elección en cuidar lo que se ve mientras mantienen nauseabundos los bajos. Un detalle que clasificó a las ciudades en finas o cutres fue la altura y anchura de sus bordillos. A bordillo alto y estrecho corresponde una gobernación inculta mientras el bordillo arrellanado y amplio se acompaña de una elegancia edilicia. Finalmente hoy no habrá alcaldía que se libre de ser votada negativa o positivamente sin contar con el olor y la luz del parking. Sin duda hay cuestiones mucho más importantes, pero pocas tan simbólicas y tautológicamente hondas.

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