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Los problemas de inserción lastran los programas de metadona para toxicómanos

Lluís Pellicer

Los programas de mantenimiento con metadona han supuesto una gran mejora en la calidad de vida de las personas drogodependientes. Este tratamiento ha demostrado sobre todo su eficacia para reducir algunas de las consecuencias del consumo de drogas, como la muerte por sobredosis, la infección por VIH o el número de delitos asociados a su obtención. Sin embargo, los tabúes sociales siguen siendo uno de los lastres que impiden la efectividad de los programas de mantenimiento con metadona en cuanto a la inserción social y laboral de las más de 9.000 personas que siguen estos tratamientos en Cataluña. Así lo demuestra un estudio elaborado por el Instituto para la Promoción Social (IPSS) efectuado sobre 356 toxicómanos que en la actualidad siguen un programa con metadona.

Uno de los aspectos más complicados de la reinserción social es la incorporación al mercado laboral. Un 54,4% de los drogodependientes que sigue los programas de mantenimiento con metadona obtiene ingresos económicos inferiores a los 450 euros del salario mínimo interprofesional. El 42,8%, además, se halla en el paro con unos ingresos inferiores a los 300 euros mensuales. La mayoría de los que permanecen sin trabajo subsisten gracias a las ayudas familiares, las prestaciones asistenciales de varias instituciones y, en un porcentaje más bajo, del tráfico de drogas a pequeña escala, robos y la prostitución. "Es necesario dar apoyo económico a los programas formativos que se ofrecen para que los que siguen el tratamiento no dependan de trabajos precarios y, en cambio, acudan a estos cursos", propuso el director de la investigación, José Manuel Alonso Varea.

Precariedad laboral

La precariedad laboral de los toxicómanos que siguen los programas con metadona se traslada al ámbito social y familiar. El 45,2% de los entrevistados, de edades entre los 30 y los 39 años, afirma permanecer en la vivienda de algún familiar, mientras que el 11,25% se aloja en residencias, en pisos ocupados o en la calle.

El único aspecto donde el estudio aprecia una mejora es el de las relaciones familiares. No obstante, la investigación señala que sólo la mitad de los tóxicomanos vive con sus hijos. Y en estos casos, los niños no siempre encuentran un ambiente familiar adecuado. "Los profesionales reconocen que se trata de un aspecto al que no se dedican suficientes recursos. Es necesario disminuir las situaciones de riesgo para los hijos que viven con sus padres y establecer programas socioeducativos", afirmó Alonso.

El director del estudio valoró que el 94,8% de los toxicómanos declare que el seguimiento de un programa con metadona haya mejorado su calidad de vida. Sin embargo, apuntó con preocupación el riesgo de cronificación de estas personas. "La mayoría no se atreve a decir cuándo lo terminará, algo que indica esta percepción de la dependencia como algo crónico", añadió Alonso.

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Sobre la firma

Lluís Pellicer
Es jefe de sección de Nacional de EL PAÍS. Antes fue jefe de Economía, corresponsal en Bruselas y redactor en Barcelona. Ha cubierto la crisis inmobiliaria de 2008, las reuniones del BCE y las cumbres del FMI. Licenciado en Periodismo por la Universitat Autònoma de Barcelona, ha cursado el programa de desarrollo directivo de IESE.

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