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Crítica:COMER
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Al ritmo del jazz latino y la buena gastronomía

CALLE 54, un nuevo local diseñado en Madrid por Javier Mariscal con dos comedores a cargo de Xabi Gutiérrez

José Carlos Capel

Concha García Campoy, Fernando Trueba, Antonio Resines, Santiago Segura y Javier Mariscal son algunos de los casi treinta socios que acaban de poner en marcha este moderno club de jazz. Un espacio insólito en Madrid que toma su nombre de la película dirigida por Trueba en la que participaban intérpretes relevantes del jazz latino y que ha sido concebido para escuchar música y asistir a la proyección de películas, además de tomar copas, comer o cenar.

Al diseño de Mariscal, autor del interiorismo, se suma el atractivo de sus actuaciones en directo y el efecto de seducción de su oferta culinaria, obra de Xabi Gutiérrez, jefe del equipo de I & D del restaurante Arzak. Sin apenas tiempo de rodaje, justo una semana después de su inauguración, Calle 54 arranca dispuesto a romper con la vieja maldición gastronómica que acompaña desde antaño a los clásicos clubes de jazz. Consciente de que en ninguno de los lujosos tugurios neoyorquinos, incluido el famoso Blue Note, se come medianamente bien, Gutiérrez ha diseñado dos cartas compuestas por platos resultones y ligeros, capaces de resistir las avalanchas que amenazan al local.

CALLE 54

Paseo de la Habana, 3. Madrid.Teléfono: 902 14 14 12. No cierra. Precio: entre 25 y 60 euros. Pizza cuatro quesos, 8 euros. Hamburguesa con patatas, 10. Bacalao ajoarriero, 8. Huevo trufado, 12. Merluza a la plancha, 18. Rosbif, 18. Helados artesanos, 6 euros.

Pan ... 5,5

Café ... 7,5

Bodega ... 7,5

Ambiente ... 6

Servicio ... 5

Aseos ... 8

En la planta baja, junto al pequeño escenario, se come por 25 euros a base de cazuelitas y recetas de la cocina tradicional española, a las que se suman platos desenfadados (sándwiches, pizzas y hamburguesas) propios del más estereotipado fast food. Resulta noble la hamburguesa, correosa la pizza de queso y salmón y sobrado de pan el sándwich de la casa.

En la planta superior (donde hay que calcular entre 50 y 60 euros por comensal) triunfan propuestas de más enjundia que, a pesar de los altibajos de un inicio desbordante, tienen dignidad aunque no consigan arrebatar. Están bien la ensalada de berenjena y trucha, las verduras salteadas con langostinos, los ravioles rellenos de setas, la merluza con verduritas y el escultórico huevo trufado. Decepcionan la sopa de guisantes y el tartar de atún rojo, carentes de gracia, y son magníficos el pichón y el rosbif al aceite de carbón.

Fallan los postres, muy rudimentarios, algo inexplicable mediando la asesoría de Gutiérrez, pastelero de profesión. Destacan apenas el helado de coco y la tarta de queso, pero conviene olvidarse de la sopa de frutas, su peor especialidad. Por las noches, el servicio, desbordado por varios flancos, salva su papel en medio del desconcierto general.

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El bar de Calle 54, que toma el nombre de la película sobre músicos del jazz latino dirigida por Fernando Trueba, uno de los promotores del local.
El bar de Calle 54, que toma el nombre de la película sobre músicos del jazz latino dirigida por Fernando Trueba, uno de los promotores del local.SANTI BURGOS

BODEGA, CARTA DE CAFÉS, CÓCTELES

CALLE 54 se ha convertido en un microcosmos de actores famosos y melómanos empedernidos, con una sugerente programación musical y dos restaurantes que funcionan de forma independiente al mediodía y se fusionan al anochecer. El bistrot de la planta baja, que abre a la una de la tarde, prosigue con las cocinas abiertas toda la tarde sirviendo meriendas y tentempiés. Al llegar las nueve de la noche, las cartas de ambos se refunden en otra intermedia para facilitar el servicio y mejorar la fluidez. Durante las actuaciones, que comienzan a las 23.30, las cenas tienen un suplemento de 20 euros. En el espacio de la barra o en cualquiera de sus mesas, merece la pena solicitar sus sugerentes cócteles, listado en el que figuran mojitos, caipiriñas, daiquiris, negronis, piñas coladas y margaritas con limón. Todos con un coste de siete euros. Abajo, junto a los lavabos, de ingenioso diseño Mariscal, se encuentra una tienda con camisetas con la marca de la casa. Particular relevancia posee la bodega, de mucha talla para un lugar semejante, obra de Juan Calduch, director gastronómico del enclave. Contiene marcas en el candelero y botellas bien escogidas, además de un jugoso listado de vinos de postre por copas (generosos jerezanos y oportos de envergadura), que se complementa con algunos de los mejores moscateles. No se queda atrás la carta de cafés, que brinda la opción de degustar aromáticos colombias, kenias, javas y guatemalas de calidad. Cafés que también se sirven en mezclas consolidadas, tipo irlandés, vienés, jamaicano o carajillo.

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Sobre la firma

José Carlos Capel
Economista. Crítico de EL PAÍS desde hace 34 años. Miembro de la Real Academia de Gastronomía y de varias cofradías gastronómicas españolas y europeas, incluida la de Gastrónomos Pobres. Fundador en 2003 del congreso de alta cocina Madrid Fusión. Tiene publicados 45 libros de literatura gastronómica. Cocina por afición, sobre todo los desayunos.

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