La revista 'Gran Vía'
Cuando la globalidad de las redes telemáticas abren innumerables posibilidades para colocar imágenes en cada una de sus ventanas, volvemos la mirada hacia atrás y nos encontramos, casi olvidada, con la época gloriosa de los semanarios ilustrados. Su gran momento fue en los años cincuenta del siglo pasado, cuando los reporteros de Life o Paris-Match aplacaban la sed de noticias de un público ansioso por conocer el nuevo mundo surgido después de la segunda guerra mundial. En Bilbao, por no ser menos, nació el 15 de diciembre de 1956 la revista Gran Vía, promovida por una sociedad del mismo nombre y presidida por Alfonso Martínez de las Rivas, que después de unos años de estar en los kioscos desapareció por falta de rendimiento económico. Ahora, gracias a coleccionistas y hemerotecas, todavía podemos disfrutar de sus páginas y extraer algunas experiencias para nuestro siglo XXI.
Aunque sucedía a otras publicaciones gráficas publicadas en la capital vizcaína en años precedentes, su estilo dejaba atrás fotografías excesivamente estáticas, con abuso de matices costumbristas, para embarcarse en instantáneas más preocupadas por el momento que por el encuadre y por temas más universales. Buscaba la modernidad a la que aspiraban el grupo de bilbaínos que lo animaron desde sus inicios: Adolfo Careaga, Manuel Smith o Alfonso Villabaso, entre otros. Para ello se inspiraron en ejemplos internacionales tan venerados como los anteriormente citados.
En su afán de ofrecer un producto abierto a distintas sensibilidades hicieron sitio a plumas tan poco afines al régimen franquista como la de Luciano Rincón o Vidal de Nicolás. No obtuvieron las mismas cotas de prestigio y calidad de sus referentes, pero consiguieron hacer un producto estimable, donde la fotografía jugaba una función primordial. Desde una libertad censurada, las crónicas y reportajes eran de lo más diverso. La redacción se regía por la norma de que "cualquier tema es bueno, pero ha de tener interés vivo y ha de descubrir algo que ignoramos". No obstante se priorizaban aquellos con amplia profusión visual, como retratos de estrellas de cine, grupos de existencialistas en Roma bailando el rock, o escenas callejeras contaban de la vida en Estados Unidos y otros países de Europa. Imágenes de gran calidad, algunas de ellas de Cartier-Bresson.
Las firmas locales eran Garay, Valledor o Velasco, entre otros. Y el tratamiento de temas como la Tamborrada en San Sebastián o San Fermín en Pamplona fueron ejemplares. También otros menos lúdicos, como las condiciones de los inmigrantes llegados a Vizcaya o la situación de los niños en los orfanatos.
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