_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Erasmus y chapapote

Si yo fuera consejero de Educación pondría en marcha un programa de becas Erasmus referidas exclusivamente a la Comunidad Valenciana. Y como el nombre de Erasmus ya lo tiene patentado la Unión Europea, le llamaría a estas becas, por ejemplo, Luis Vives. O Mayans i Siscar. O Azorín. Quedaría bien eso de las becas Azorín, y no digamos las becas Ausiàs March, aunque en este caso sería picar demasiado alto, no lo sé. Lo que sí sé es en qué consistirían estas ayudas: en unos dineros que permitirían a los estudiantes de la universidad de Castellón pasar un curso en el campus de Alicante, y a los de Alicante en Valencia, o a los de Valencia en Elche. Tampoco habría que olvidar las estancias en los pequeños campus que dependen de las universidades -Gandia, Orihuela, Alcoi, Altea, etc.-, lo que ampliaría la oferta. Sería un procedimiento digno, aunque modesto, para favorecer la vertebración de nuestra comunidad, objetivo que siempre parece pendiente, aunque ya bastante se lleva hecho desde que se aprobó el Estatut y desde que la autopista A-7 recorre las tres provincias; empeño que también favorecerá el AVE, que no sólo vinculará más a las cuatro grandes urbes valencianas y a sus soleados e industrializados hinterlands, sino que también estrechará los lazos con Cataluña y Madrid, con Murcia y Andalucía y también con Castilla y León, y quien dice Castilla y León dice sus brumosas y sabrosas periferias: Galicia, Asturias y Cantabria. Toda esa extensión nos lleva a hablar de otras becas Erasmus, las que permitirían que los valencianos estudiaran en Euskadi, por ejemplo, o los vascos en Castilla-La Mancha, los madrileños en Cataluña o los navarros en Mallorca. Creo que estos trasiegos favorecerían mucho el mutuo conocimiento entre quienes nos regimos por una misma Constitución, y ahora caigo que algo de ese sentir ha despertado con el chapapote, con beca o sin beca, donde miles de españoles de todas las comarcas han ido a trabajar a Galicia por pura solidaridad y también por conocer a otros vecinos y lugares tan remotos como próximos.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_