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Reportaje:

Los últimos vestigios del arte neogriego, a salvo

El Ayuntamiento financia la restauración del teatro del Ateneo, de 400 plazas, que posee una ornamentación única

Los últimos vestigios del estilo ornamental neogriego vuelven estos días a destellar en el teatro del Ateneo de la calle del Prado, de Madrid. Han pasado medio siglo en el olvido. Hoy, en plena restauración de este recinto único con capacidad para cuatro centenares de espectadores, comienza su recuperación para el patrimonio estético de Madrid gracias a la veloz respuesta municipal, de 300.000 euros, a una llamada de socorro de la presidencia de la entidad cultural más veterana de la ciudad y quizás de España: nació en 1820.

La mayor parte de las pinturas se hallaba estampada verticalmente a 15 metros de altura sobre un retablo. Hoy se halla casi cegado a la vista del público por veladuras que eclipsan su rara belleza. Fueron obra de uno de los grandes del ornato urbano del siglo XIX, el arquitecto, militar, escultor y pintor Arturo Mélida (1849-1902) autor, entre otros hitos, del fuste de la estatua de Colón en la plaza de su nombre.

Lienzos pintados al óleo sobre medallones alegóricos a las artes permanecen sujetos a un sistema atirantado

La frescura de sus motivos, inspirados en la mitología y en la poética griegas, con fascinante simbología masónica, brilla ahora sobre el ático del teatro del Ateneo. Y ello pese a haber permanecido sin tratamiento eficaz ni apenas mantenimiento desde que en 1883 fueran pintados por Mélida. Su fábrica, de una originalidad raramente parangonada en Madrid, fue fruto de la versatildad del arquitecto, gracias a sus conocimientos suplementarios de ingeniería y mecánica. "Las pinturas se encuentran sobre lienzos fijados a la parte visible de una superficie de unos doscientos metros cuadrados, con grandes medallones decorados con alegorías de las Artes; todo está adherido a una estructura de caña y yeso", explica Marcos Cruz, que dirige un equipo de seis jóvenes restauradoras. La humedad ha combado peligrosamente los medallones, tiznados por una pátina de humo depositada durante décadas por efluvios de viejas calefacciones.

El cañizo se hallaba, a su vez, atirantado, como muestran algunos bulones metálicos que asoman de trecho en trecho por el gran plafón ornamental. "Toda la trama descansaba sujeta de un tejado a dos aguas, cuya base poligonal, un tambor con ocho lados, fue acristalada para permitir la entrada de la luz y realzar así pinturas y decoraciones", señala por su parte Santiago González, arquitecto responsable, con Alberto Sánchez, del proyecto restaurador del teatro. Aquellas cristaleras fueron sustituidas, hace unos cincuenta años, por vidrios rugosos que eclipsaron sombríamente la sala. "Sustituiremos los paneles opacos por otros diáfanos que, no obstante, podrán velarse a voluntad mediante un dispositivo manejado a distancia, para oscurecer el teatro durante proyecciones de cine o de vídeo", explica González Rodríguez.

Todos los bulones y elementos roblonados con los que el techo se atirantaba del tejado fueron a su vez empleados por Mélida, con mano sabia, como elementos adyacentes de ornamentación, dando origen a círculos, segmentos y estrellas.

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De la sala teatral en sí, toda una balconada que hoy pende peligrosamente en voladizo sobre mohosos tablones de estrecha sección será recimentada con soportes firmes. La vieja calefacción será reemplazada por aclimatadores térmicos nuevos. Por todo ello, la actuación arquitectónica y ornamental exige de un mimoso proceder que ha de tener en cuenta factores relacionados con el intrincado cañamazo sobre el que descansaba la iconografía ideada por el versátil artista, que incluía representaciones de 12 de las Artes. Él situó su firma, historiada y barroca, bajo el medallón de la Arquitectura. Al elevar verticalmente la mirada desde el quinto y más alto andamio sobre el que se trabaja, llama la atención la sencillez expresiva de este retablo, pese a su compleja hechura.

José Luis Abellán, presidente del Ateneo, se halla comprometido, junto a sus antecesores, en una restauración completa de la institución cultural, que incluye tres edificios: el del teatro, en Prado, 21; el contiguo, de Prado, 19, futura sede de las oficinas, cuyo acceso salvará cinco metros para facilitar el tránsito de personas discapacitadas y contará con un ascensor que unirá estos dos edificios con el de la calle de Santa Catalina, sobre el que aún no se ha actuado. "Es la hora de una nueva financiación", comenta Abellán.

Respuesta a una llamada de socorro

La iniciativa de la restauración del Ateneo ha correspondido al Ayuntamiento de Madrid. Mercedes de la Merced, desde la primera tenencia de alcaldía, explica su contribución: "En agosto de 2001 recibí una llamada de socorro del presidente del Ateneo. Me dijo textualmente que, si no se actuaba con urgencia, el Ateneo se hundía. Pese a ser entonces verano", añade, "me involucré de lleno en la tarea: recurrí primero a los fondos de gastos de representación de la primera tenencia para buscar un paliativo inicial de emergencia", comenta la edil. Tras una serie de gestiones en las que De la Merced buscó financiación por doquier, el Ayuntamiento suscribió un convenio de colaboración con la Fundación Caja Madrid que hoy aplica la Empresa Municipal de la Vivienda (EMV) regentada por el concejal de Rehabilitación Urbana Sigfrido Herráez. Fue aportada una suma de 300.510 euros. Con ella, las obras de salvamento arrancaron. El proyecto les fue encomendado a Santiago González Rodríguez, doctor arquitecto, y a Alberto Sánchez. Con posterioridad, compareció el Gobierno regional. Ana Iglesias, de la EMV, supervisa la restauración, batallada y anhelada desde hace décadas. Ahora, la esperanza se llama financiación.

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