_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

A vueltas con la capitalidad

Si alguien, precisamente, no tiene sentido que plantee como problema la capitalidad andaluza es el alcalde de Sevilla. Yo, si fuera él, procuraría que nos olvidásemos de dos hechos: la precariedad de una capital que no está recogida en el Estatuto, y los cambios habidos en nuestra región en los últimos veinte años que han hecho disminuir la distancia entre Sevilla y el resto del sistema de ciudades andaluzas.

No se entiende qué interés tiene aislar a Málaga -y también a Bilbao- del proyecto de grandes ciudades españolas que comparten un montón de problemas comunes por el simple hecho de no ser capitales autonómicas.

Se entiende, en cambio, la vieja reivindicación madrileña de un estatuto de capitalidad: ser capital de un Estado cuesta dinero a sus habitantes, dada, entre otras cosas, la falta de ingresos por la extraterritorialidad de las embajadas y edificios de la Administración central o los elevados costos de protocolo y vigilancia de las cada día más frecuentes visitas de Estado.

El caso de Sevilla es justo el opuesto: la aportación de la Junta a su PIB es innegable. Creo que tenía razón el alcalde malagueño, Francisco de la Torre, cuando decía hace un año: "Si es por dinero, nosotros los haríamos gratis".

Tiene suerte Monteseirín con que el PP sea un partido tan centralista-sevillano y con tan pocas ganas de entrar en un debate que ha interiorizado realmente una parte de la sociedad andaluza -especialmente, granadina y malagueña-, que siente que desde Sevilla no se entiende nada bien la periferia. Puede parecer paranoia, pero es un sentimiento muy compartido.

Por eso no se concibe que, de nuevo, el alcalde sevillano -ese hombre del que Manuel Chaves, impávido, dijo, hace cuatro años que "era lo mejor que tenía el PSOE", sin que aún sepamos si era un halago o una queja, vuelva a desenterrar ese concepto de "capital integral", que no es sólo impropio de los tiempos, sino del sentido común y hasta del espíritu de nuestra Constitución.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Ni el alcalde madrileño más duro del franquismo, el conde de Mayalde, se habría atrevido a nada igual: Franco le habría mandado callar ante el temor de levantar las iras de las burguesías periféricas, vascas y catalana.

A Monteseirín nadie le ha mandado callar, quizá porque no hay una burguesía periférica andaluza, sino una simple burocracia patronal que opina como él o porque es tan tenaz que parece habernos acostumbrado a sus disparates, que sólo suscitan guiños cómplices del tipo de "qué cosas tiene este hombre".

Pero conviene ir hablando de estas cosas con libertad, abrir foros, comenzar a encuestar los sentimientos de la población sobre el hurtado debate de la capitalidad. Es un favor que nos hace el propio Monteseirín. Aprovechémoslo. Si el no tiene inconveniente, por qué lo vamos a tener los demás.

El grupo socialista en el Parlamento andaluz propuso no hace mucho abrir un debate sobre nuestro Estatuto. ¿Por qué no usar los mecanismos de consulta popular que ofrece la ley para debatir estos temas?

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_