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Columna
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Charada o Liberty Valance

Javier Marías

Hay algo extrañamente desapasionado en este Barça-Madrid. Será por la situación en la tabla de ambos equipos, piensa uno, que impide cualquier humillación del uno al otro o del otro al uno, como sus respectivos y actuales juegos, aletargado el de los merengues, funcionarial el de los culés. O tal vez sea la presencia de Van Gaal, que produce un mortal efecto de déjà vu,como películas pasadas por televisión en lugar de estrenos rutilantes. Si al menos este entrenador se hubiera elevado al cubo a sí mismo (si hubiera trascendido a su guiñol), los madridistas podríamos acudir al campo o a la pantalla con los malos sentimientos necesarios para disfrutar en la victoria de veras o padecer en la derrota. Y no, el hombre es hoy menos que su muñeco, muy grave esto. También Gaspart irritaba más con la bufanda de vice que con sus absurdas gafas de presidente. Y en cuanto a los jugadores, una vez que han echado a Rivaldo, que caía antipático y nos metía goles, y que Luis Enrique es ya el más veterano y aún venerable culé, y que no hay Guardiola que envidiar, y que ni siquiera está Sergi con sus ocasionales butifarras groseras, se nos pone muy difícil la inquina, una catástrofe.

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Luego, tal vez los madridistas nos hayamos hecho insensiblemente a la idea de que en los años impares la plantilla descansa y sestea, más aún tras un Mundial. Las últimas Copas de Europa llegaron en 1998, 2000 y 2002, así que en principio esta temporada no nos toca nada, se da por descontado el mal juego. Y como llevamos casi veinte años sin ganar en Barcelona en la Liga (y además lo hicimos cuando más importaba, en semifinales europeas), perder allí entra en los presupuestos y ya no puede ser tragedia ni tan siquiera drama.

Pero lo más raro es que uno percibe el mismo desapasionamiento en la trinchera contraria, y eso sí que no casa. No porque Del Bosque o Florentino Pérez resulten odiosos, que en modo alguno, ellos no serán nunca alicientes para el rival. Pero en cambio sí tenemos a un puñado de jugadores cuya sola mención debería hervirle la sangre a cualquier culé: Raúl, por envidiado y porque mandó callar a la gent blaugrana una vez; Roberto Carlos, por dicharachero; Hierro, por estandarte, emblema y hasta rígida metáfora; Guti, por madridista total y vocacional; y, sobre todo, Figo y Ronaldo, por ex barcelonistas ambos, traidor supremo el primero y relativo el segundo, pero supremo éste en su desafecto general. ¿Y cómo es que, con semejantes figuras, no tenemos la cálida sensación del aborrecimiento máximo, de que los pobres van a saltar a la jaula de los leones y han de contar con nuestro mayor apoyo para salir vivos de allí?

Ay, yo creo que es una cuestión de reparto, en el sentido cinematográfico. Cuando el fútbol tiene tanto de espectáculo como de drama, los clubes deberían cuidar eso más. No todo gran jugador vale para cualquier equipo, como no todo actor genial encaja en cualquier género ni en cualquier papel. Y, no sé, quizá nos acostumbremos un día, pero para mí ver a Ronaldo de blanco es aún tan impropio como si El hombre que mató a Liberty Valance la hubiera protagonizado Cary Grant en lugar de John Wayne, o tan inadecuado como si éste hubiera sido en Charada la pareja de Audrey Hepburn. Adoro a ambos actores, pero a uno lo quiero en los westerns y las bélicas y al otro con Hitchcock y en las comedias.Y de Figo puede decirse algo parecido: es como si Ava Gardner hubiera hecho de Mary Poppins y Julie Andrews de La condesa descalza. No nos las habríamos creído, y eso es lo que ocurre, me temo, con el actual Madrid: que a los rivales les cuesta creerse que es el Madrid, y odiarlo por tanto como es debido. Tendría que saberlo Valdano, que es aficionado a las artes. Ya no es sólo cuestión de cómo juega cada futbolista, sino de su verosimilitud en el uniforme que viste. Y el verdadero Madrid es el que más se parece a Raúl, Guti, Solari y Zidane. Éste incluso recuerda algo a Di Stéfano...

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