_
_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Agua e irracionalidad

El 24 de noviembre yo me quedo en casa. Ya me enteraré por la prensa qué fue de la manifestación contra el trasvase y del acto celebrado en su defensa. Y no es por eludir responsabilidades cívicas y políticas, mayormente si de agua hablamos. En estos temas, y nunca mejor dicho, acostumbro a mojarme. Pero imperando la crispación y la demagogia por donde quiera que vaya no estoy por participar.

Y es que al laberinto en que hemos venido a caer sólo la prudencia y el buen tino le encontrarán salida. Y ni una cosa ni otra les atisbo a quienes al respecto lideran nuestro destino, comenzando por quienes convocan la manifestación, los ecologistas, unos grupos necesarios para contrarrestar las tentaciones especulativas del capital. Pero esta vez, ciertamente, pienso que se equivocan. La manifestación es legítima aunque imprudente, como lo es hacer pública ostentación de algo entre quienes carecen de ello. Sé que el concepto de "necesidad de agua" es discutible, pero no lo es tanto con la cultura que hoy nos preside. La manifestación es además innecesaria porque al respecto del trasvase la posición del ecologismo, así como la de las personas que habitan la cuenca cedente, es bien conocida. Por ello, salvo crispación, nada nuevo aporta. A lo sumo, y aprovechando que en Valencia se celebra la convención Ramsar, utilícese para manifestarse contra la gestión de humedales y déjese en paz el PHN.

Con todo, en el ranking de desatinos, y por meterse en camisa de once varas, ganan las Cortes de Aragón. Representan un territorio cuya política del agua es paladín de la irracionalidad. No se pueden cuestionar los costes económicos y medioambientales del trasvase al tiempo que se apoya una política (su pacto del agua) que propicia, y en mayor medida, lo que del trasvase se critica. Incluye el riego en los Monegros, 240.000 nuevas hectáreas de nuevos regadíos, económicamente insostenible, y la construcción, con notable impacto ambiental, de nuevas presas en los Pirineos. No parece de recibo exigir lo que no se cumple.

Pero tampoco en Valencia reina la cordura. Por una parte, está el PSOE, que por no haber definido su política hídrica se ve obligado a hacer encajes de bolillos para no contradecirse, y ni aún así lo consigue. Inhibirse por falta de ideas es peor que equivocarse pues, como decía Bocaccio, es mejor obrar y arrepentirse a lamentar no tomar decisiones. Y por otra parte está el PP, que deformando la realidad y practicando el maniqueísmo hace del trasvase cuestión de vida o muerte, ignorando que el problema del agua tiene otras dimensiones más importantes que el mismo trasvase o el simple y burdo uso electoralista de un plan como éste, de gran calado. Y no debieran olvidar que lo que en el corto plazo puede resultar rentable en el medio y largo plazo puede pasar factura. No perdamos de vista que hace diez años el PSOE opinaba lo que ahora el PP respecto al PHN y viceversa. Se han intercambiado los papeles, de gobierno y oposición, por que en aquel momento sólo pensaban, como ahora, a corto plazo. Y, como reza el refrán, de aquellos polvos, estos lodos: se contradicen y usan el agua como arma electoral.

Me referiré por último al acto de apoyo al trasvase convocado por los empresarios valencianos. Me sorprende porque el principal "pero" que al mismo le cabe es económico. ¿Y a este precio tendrán ustedes demanda? fue lo primero que preguntaron los profesores americanos contratados por el Ministerio de Medio Ambiente para que lo informaran. Una pregunta que los empresarios, a quienes nadie les dará lecciones de finanzas, ya se habrán formulado. ¿Tan clara tienen la respuesta como para apoyar sin fisuras el trasvase?

El ciudadano de a pie contempla atónito el marasmo general. Algún día alguien tendrá que explicarnos que el actual modelo de gestión fue concebido en un marco que en nada se asemeja al actual. Y que para que la confusión no siga creciendo convendría adecuar las reglas de juego a este nuevo escenario, un complejo proceso cuya solución pasa por un pacto social, de estado, que aparte el agua de la escena política. Máxime porque si en los próximos meses no llueve habrá problemas que la campaña electoral amplificará. El reto que tiene la sociedad en materia hídrica no es, como se nos dice, el trasvase sino la adecuación progresiva y sosegada de la política heredada al momento presente. Y todo en el marco de una nueva directiva europea del agua que muestra un camino que, mientras nosotros estamos parados, algunos países ya lo andan.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Cierto es que nadie está en condiciones de darnos lecciones sobre esta materia. Nosotros, los valencianos, nos podemos sentir orgullosos del Tribunal de les Aigües, como institución milenaria que en la huerta de Valencia ha puesto orden y paz en la gestión del agua durante siglos. Por eso, deberíamos de haber hecho del espíritu de este Tribunal el emblema del consenso y diálogo necesario en materia hídrica en el País Valenciano; lo que reclamamos mediante este pacto social antes citado para sacar del debate diario los usos del agua y así adecuarlo a la situación actual. Hace dos años propusimos la creación del Consell Valencià de l'Aigua, como continuador de este espíritu y catalizador de este consenso social que demandamos, para que así agrupara en su sí tanto a administraciones, como a universidades, agricultores, empresarios, ecologistas y otros sectores de la sociedad civil, con el sano fin de mantener abiertos cauces de diálogo en una materia tan esencial como poco necesitada de usos electoralistas, como es la gestión del agua.

El sin sentido actual constará en acta por mor de este 24 de noviembre. Un sin sentido que solo sirve para radicalizar, aún más si cabe, las actuales posiciones. Así que, lo dicho, yo ese día me quedo en casa esperando que el actual temporal hídrico escampe y deseando que llegue el día en que el cielo alcance a iluminar a quienes tienen capacidad para alejar al mundo del agua de la irracionalidad que hoy le preside.

Pere Mayor es presidente del Bloc.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_