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EL HUNDIMIENTO DEL 'PRESTIGE'

El 'Prestige' se hunde a 250 kilómetros de Galicia

El fuel vertido por el barco avanza hacia la costa empujado por fuertes vientos del suroeste

Xosé Hermida

El último resto del Prestige yace bajo el fondo del mar desde las 16.18 de ayer, a unas 133 millas marinas (250 kilómetros) de la costa gallega. Fue el final de una larga agonía durante la que el barco se cayó a trozos. A las ocho de la mañana se partió en dos. A las 11.45 se hundió la popa, y cuatro horas y media después el Atlántico terminó de tragarse la proa.

Con el petrolero se hundió también una buena parte de su carga, que era de unas 77.000 toneladas de fuel cuando zozobró siete días antes, y que se confía queden solidificadas a una profundidad de 3.600 metros. Las cifras oficiales no acaban de precisar la totalidad del combustible derramado desde que el buque naufragó el miércoles de la semana pasada, pero cabe deducir que el Prestige se ha ido a pique con unas 60.000 toneladas de fuel.

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La pesadilla no ha terminado para la pesca gallega, porque, en sus estertores, el petrolero volvió a verter al mar entre 3.000 y 6.000 toneladas más. Y frente a la costa de Galicia aún serpentea como una amenaza otra gran concentración de combustible de 278 kilómetros de largo y 28 de ancho.

Tras teñir de luto toda la comarca de la Costa da Morte (A Coruña), el Prestige no resistió más. Cuando se partió en dos en alta mar, tenía ya una grieta de 70 metros de ancho y le faltaba una buena parte de la cubierta del costado de estribor. Su peregrinaje ha concluido a 133 millas del cabo de Finisterre, el lugar más alejado de la costa al que logró conducirlo el remolcador chino contratado por la compañía holandesa que se hizo cargo del petrolero tras ser alejado de la costa gallega.

Otros tres remolcadores españoles y dos buques de la Armada portuguesa completaron la comitiva fúnebre del Prestige, otro nombre para la interminable leyenda negra de las aguas gallegas.

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El primer síntoma de que el petrolero agonizaba llegó a las ocho de la mañana cuando, como se temía desde hace días, se partió en dos. La fractura cogió de lleno uno de los tanques, que volvió a verter al mar miles de toneladas de fuel. Los dos trozos del barco aún se mantuvieron a flote durante varias horas. La proa fue la que más resistió, y acabó yéndose a pique a 3,5 kilómetros de distancia del punto donde el mar había devorado el fragmento de la popa.

"El hundimiento es lo menos malo que podía ocurrir", explicó Antonio Cortes, especialista en petroleoquímica del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, una opinión que también transmitieron las autoridades. Los técnicos están convencidos de que la baja temperatura del agua -2,6 grados en la zona del hundimiento- y la presión que se registra a 3.600 metros de profundidad harán que el fuel se solidifique y acaba petrificado como una parte más del fondo marino. Dañará el medio ambiente en la zona, pero al menos no incidirá directamente en la pesca, que no alcanza esas dimensiones abisales. Pero las incógnitas sin despejar son aún numerosas.

Los especialistas no descartan que algunos tanques puedan haber reventado en su caída, expulsando más combustible hacia la superficie. Y aunque se supone que el Prestige se ha llevado consigo una parte considerable de su carga, nadie es capaz de calcular cuántas toneladas de fuel ha ido dejando sobre las aguas tras su errática singladura por la costa gallega, primero hacia el norte y luego hacia el sur, ya enfrente de Portugal.

Tanques resquebrajados

Cuando el buque sufrió la vía de agua que quebró dos de sus tanques, el pasado día 13, las autoridades informaron de que se habían vertido 3.000 toneladas. Ahora admiten que la cantidad puede ser mayor, una impresión que corroboran técnicos independientes que han visto la magnitud del destrozo causado en la Costa da Morte. Según la versión oficial, el buque sólo derramó pequeñas cantidades entre el jueves y el domingo, cuando se agrietó otro de sus tanques mientras era remolcado mar adentro. Pero el lunes las autoridades reconocieron que la estela de contaminación que iba dejando atrás el Prestige ocupaba una vasta extensión de océano. Esa gran concentración de manchas había alcanzado ayer 278 kilómetros de largo y 28 de ancho y se extendía enfrente a la costa gallega, entre el cabo Finisterre y la desembocadura del Miño, a una distancia de 70 millas -unos 130 kilómetros- de tierra.

Tampoco se puede calcular con exactitud la cantidad que derramó ayer el Prestige en sus estertores. El delegado del Gobierno en Galicia, Arsenio Fernández de Mesa, la cifró en 3.000 o 4.000 toneladas "a ojo de buen cubero", pero a primera hora de la mañana él mismo había hablado de unas 6.000. Aunque esa concentración de fuel está frente a Portugal, amenaza también a la costa gallega porque las previsiones meteorológicas no podían ser peores. Para esta tarde se prevén fuertes vientos del suroeste, con rachas de hasta 100 kilómetros por hora en el mar, justo la dirección que podría devolver hacia el norte el reguero dejado por el Prestige. Si persistieran esas condiciones, el combustible estaría de vuelta en Galicia en el plazo de una semana, según aventuró ayer el profesor de Oceanografía Física de la Universidad de Vigo Gabriel Rosón. "Los vientos del suroeste generan a su vez corrientes con la misma orientación que meterían el agua hasta el fondo de las rías gallegas", agregó Rosón.

Los Gobiernos de Holanda, Alemania y Francia van a enviar a Galicia buques de lucha contra la contaminación, y el Reino Unido y Dinamarca también han ofrecido su ayuda, mientras Portugal empezó a movilizar sus propios medios. En la Costa da Morte se sigue luchando contra los efectos de la marea negra, con participación de efectivos de la Armada, y ahora la alarma se ha extendido a todo el sur de Galicia, a la zona de las Rías Baixas, las más ricas en marisco. De momento, la ría de Arousa se ha librado de la invasión de petróleo, que sí alcanzó el lunes a la de Noia, donde la situación mejoró ayer apreciablemente tras la intensa actividad de un remolcador y del barco anticontaminación enviado por el Gobierno francés. Pero cerca de la ría de Noia persiste otra pequeña mancha de combustible que podría acercarse a la costa en cualquier momento.

El vicepresidente primero del Gobierno, Mariano Rajoy, sobrevoló ayer la costa afectada y volvió a prometer ayudas para los damnificados. El Consejo de Ministros del próximo viernes declarará zona de emergencia. Rajoy anunció créditos oficiales y exenciones de impuestos y del pago a la seguridad social para pescadores y mariscadores. El vicepresidente especificó que el Ministerio de Medio Ambiente ya dispone de una partida de 27 millones de euros para afrontar las consecuencias del desastre. La Xunta de Galicia también se mostró dispuesta a ampliar "sin límites presupuestarios" los subsidios ya aprobados para los pescadores que han tenido que suspender su actividad.

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Sobre la firma

Xosé Hermida
Es corresponsal parlamentario de EL PAÍS. Anteriormente ejerció como redactor jefe de España y delegado en Brasil y Galicia. Ha pasado también por las secciones de Deportes, Reportajes y El País Semanal. Sus primeros trabajos fueron en el diario El Correo Gallego y en la emisora Radio Galega.

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