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Reportaje:

Escuela de paladares

Escolares de Sevilla reciben una clase práctica sobre alimentación para celebrar el Día Europeo del Gusto

Ni bollycaos ni pastelitos ni chucherías. Ninguno de los 54 escolares de cuarto y quinto de primaria del colegio San Isidoro de Sevilla engulleron ayer a la hora del recreo ese tentenpié tan hipercalórico como poco saludable con el que suelen apaciguar el hambre que les azota al llegar al ecuador de su jornada lectiva. Ayer, estos alumnos cambiaron la bollería y demás chucherías por otro tipo de alimentos mucho más naturales y saludables sin que mediase castigo alguno y, lo que es más extraño, sin rechistar lo más mínimo. ¿El motivo? Su colegio fue uno de los escogidos por la Asociación Internacional de Cocineros de Europa (Eurotoques) para celebrar el Día Europeo del Gusto, iniciativa con la que se pretende inculcar a los más pequeños unos hábitos alimenticios mucho más saludables.

Esta actividad escolar de Eurotoques -asociación fundada a principios de los años ochenta y que reúne a más de 3.000 cocineros del mundo, algunos tan conocidos como el televisivo Karlos Arguiñano- pretende devolver a la cocina el terreno que ha perdido en beneficio de la industria alimentaria por culpa del frenético ritmo de vida en el que se desenvuelve la sociedad actual.

Como prueba de los malos hábitos alimenticios que tienen los niños españoles basta con echar un vistazo a las conclusiones del último estudio sobre alimentación infantil y juvenil realizado en España entre 1998 y 2000: 'Los niños españoles se alejan cada vez más de la dieta mediterránea, comen poca fruta y abusan excesivamente de los refrescos, la bollería y la carne. Andalucía y Canarias son las zonas donde peor se come'.

Darle la vuelta a este diagnóstico es precisamente el objetivo de esta iniciativa. Y nada mejor para ello que comenzar por cambiar los hábitos de la comida más importante del día, el desayuno.

Aciete de oliva, jamón, queso, aceitunas, zumo y un pastelito. Este fue el menú que ayer degustaron los alumnos del colegio San Isidoro, desayuno que, además, se convirtió en una clase práctica encaminada a que los escolares superasen esa barrera que les separa de los alimentos y los sabores desconocidos.

'Queremos luchar contra el 'A mí no me gusta eso' que tanto desespera a las madres. Se trata de que los niños superen ese miedo a lo desconocido a través del gusto', explicaba Jorge Rodríguez, directivo de la cadena de restaurantes Casa Robles, encargada de organizar esta actividad escolar para celebrar el Día Europeo del Gusto. 'Además de mostrarles hábitos alimenticios saludables, esta iniciativa también persigue acercar al público más joven a la cocina para que la conozcan y la valoren dado que ellos son nuestros futuros clientes', comentaba Rodríguez.

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Y para ello, nada mejor que convertir el aula en una improvisada cocina y a cada alumno en un pinche. De esto se encargó Félix Barahona, jefe de cocina de Casa Robles y miembro de Eurotoques. Ataviados con un gorro de cocinero y un delantal, los alumnos del San Isidoro se enfrentaron divertidos a la prueba que les planteó Barahona: degustar cada uno de los productos que componían el desayuno y describir en una ficha la sensación que les producía.

'Esto está muy amargo', afirmaba Ignacio Pascual mientras escupía el hueso de una aceituna sin que se reflejase en su rostro ningún gesto de desaprobación ante el alimento ingerido. 'Es que llevo toda la vida comiendo aceitunas', apostillaba este escolar de cuarto de primaria, mientras su compañera Jing Jing Wu se afanaba por esconder de los ojos de su señorita el fruto del olivo a medio morder. 'No me gusta nada, está demasiada amarga. Prefiero el pastel o los fideos de mi madre', se excusaba Jing.

'Yo no tengo problemas con la comida, porque mi madre sólo me hace cosas que me gustan', razonaba María de las Nieves Sánchez al ser preguntada por las comidas que no le gustan mientras su compañero Guillermo Rodón daba buena cuenta de los pasteles sin dueño que se repartían en los pupitres de los alumnos que ayer faltaron a clase. 'Es que me encanta el dulce', se justificaba Guillermo ante la mirada divertida del jefe de cocinas de Casa Robles quien, instantes después, se quedó de hielo al ser asaltado por dos pequeños sibaritas de apenas 10 años que ni cortos ni perezosos le pidieron que les facilitase la receta de su comida preferida: la paella.

Agotados los pasteles, los bocadillos de jamón y las aceitunas, a los escolares les quedaba por acometer la prueba menos apetecible, o al menos eso reflejaban sus caras: lamer un limón y probar una pizca de sal para y asignar a cada producto su sabor. 'Seño, seño, ¿no me tendré que comer todo el puñado de sal?', vociferaba una alumna alarmada ante la ingente cantidad de sal que tenía en el plato.

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