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Columna
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Sincera impostura

La vida tiene razones que la razón no comprende. En cuanto a la razón, puede ser pura impostura que oculte la vida. También el arte en cierto modo (y aún más si se posee esa gracia, ese don del engaño). El cine, el arte más popular hoy, es muchas veces puro artificio que, sin embargo, lo creemos. Tramas inverosímiles que nos hacen vibrar, llorar o reír. Situaciones increíbles que seguimos como si realmente pudieran ocurrir. Casablanca, el genial Cary Grant de Historias de Filadelfia, Arsénico por compasión o Con la muerte en los talones, o, por resumir, todo el cine negro y el western son puro engaño. El arte verdadero, en todo caso, contiene vida; vida que asoma sencilla y clara a través de la máscara.

Tomemos, por caso, Mujeres al borde de un ataque de nervios (1988), de Pedro Almodóvar. Una trama increíble de chiítas de fin de semana (María Barranco, sus pendientes y sus faldas), una esposa loca (Julieta Serrano) y un chico-bricolaje (Antonio Banderas). Comedia de enredo, sin faldas y a lo loco. Pero -y es decisivo-, tras la máscara de la comedia asoma la vida (con ayuda del folletín). Una historia de soledad y melancolía (Carmen Maura) y de sincera impostura (Fernando Guillén; y nos vamos acercando al tema que interesa: la pura impostura que tapa, anula la vida). Por ahí se cuela la paradoja, junto a la verdad más cruda. Con los créditos finales, La Lupe canta el bolero Puro teatro. 'Teatro, lo tuyo es puro teatro. Falsedad bien ensayada, estudiado simulacro...'. Es el tema. La máscara (Guillén), personaje de la vida, real, de carne y hueso, que, sin embargo, pasa por ella sin vivirla. Almodóvar se inspira en La voz humana, de Jean Cocteau. A Cocteau le preocuparon estas cosas del engaño, del engaño sincero, del 'hacerse ver' sin 'ser', y todo eso. Sobre el tema escribió la novela breve Thomas el impostor, un personaje encantador que pasó por la guerra del 14 sin hacerla; que no miente, simplemente sabe que el mundo está mal hecho, que no está hecho a su medida. Que es como el niño que, a fuerza de jugar a ser el caballo, se convierte en caballo (Gide, y el mismo Cocteau).

La política hoy tiene mucho (demasiado) de este juego de máscaras que tapan la vida. En general, se nota. De ahí la fama de los políticos (más bien mala que buena). Pero no a todos. Arzalluz juega con ello. -Mientras el PNV, Ardanza, Sodupe... callan. ¿Hasta cuándo?- Ya lo hizo él mismo al presentar la impostura de la 'sinceridad compleja de un hombre bien informado', etxeko aita. (Luego se vio que ni tan siquiera estaba bien informado). Pero, desde las últimas elecciones, sabe que aquel 'chaval' a quien mandó a lidiar con socialistas y populares (Salburua, 1998), ha crecido, y ahora lidera la familia. Arzalluz le apoya con reservas ('es una propuesta que la hace él', 'no hablamos de su oportunidad'). Pero no le queda otra, porque el chaval tiene maneras. Engaña sin malicia, y esto resulta encantador. Tiene ese don, esa gracia que hace que sus delirantes propuestas parezcan 'razonables', sensatas. Y, sobre todo (Álex de la Iglesia a CNN+), aparece como persona 'dialogante', que efectivamente claudica y hace el trabajo de salón que ETA haría. Que como Salomé ante Herodes, presenta como prenda la cabeza del Bautista-ciudadano vasco. Pero todo ello, sin que se note. Ya que no está por adaptarse a la realidad, hará que ésta se adapte alegremente a él. De tanto jugar a ser caballo, se cree caballo.

Los estrategas del Gobierno vasco lo saben y diseñan el escenario. Pabellón de la Casilla, seduciendo al respetable con su 'sencillez'; encuesta del miedo: aúpa el lehendakari, a ver si nos 'trae la paz'; el año que viene, dice, comerá alubias con sus 'amigos de Gernika' -¿sin que en Tolosa se ofendan?-. La propuesta del lehendakari, tras sucesivos vapuleos, debe 'normalizarse' como una propuesta razonable (impostura que oculta la vida). Engaña sin malicia, de ahí su fuerza. Es tan sincera su impostura, tantos años montando el caballo de cartón que ya cree ser jinete.

Puede ocurrir que Ibarretxe, en su simplicidad y gracia, introduzca su propuesta en la agenda política. Sería desastroso. Pero no parece (salvo en Álava) que el PSE y el PP estén en condiciones de ocupar ese terreno realista y centrado que el inspirado lehendakari abandona. Sería cosa de niños si de ello no dependiera el porvenir de nuestros hijos.

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