Soliloquios fraternales
Cuando se ven sobre el escenario dos mástiles solitarios pero firmes como robles, todo lo demás se antoja matorral confuso. En un concierto casi susurrado, Jim Hall y Charlie Haden se remontaron a la noche de los tiempos de la comunicación artística, al tú a tú directo sin interferencias. Fue el suyo una especie de soliloquio compartido más que un diálogo al uso; suele suceder cuando los contertulios son hombres de carácter y opinión propia.
Con todos los años que llevan al servicio de Hall y Haden, los respectivos diapasones de guitarra y contrabajo no saben todavía ni dónde ni cómo les van a poner encima los dedos. De hecho, el de Hall debe de estar convencido a estas alturas de que su dueño está un poco loco, describiendo esas líneas intrincadas e imprevisibles que hacen meditar al oyente como si le acabaran de exponer el acertijo más enigmático. Algo menos perpleja se vio a la madera del contrabajo de Haden. Ya sabe que su obligación es generar un sonido de trueno telúrico, seco. Parte de su secreto estriba en que se alía con cuerdas de tripa natural que sacrifican la duración de la nota en favor de un impacto instantáneo. Como siempre, Haden masticó cada compás hasta el último armónico y entregó solos de un romanticismo obsesivo.
Jim Hall & Charlie Haden
Jim Hall (guitarra) y Charlie Haden (contrabajo). Colegio de Médicos. Madrid, 28 de octubre.
La pareja abrió con un blues picassiano y continuó con el más figurativo de los estándar jazzísticos, All The Things you are. Rindió homenaje a Ed Blackwell y se puso aún más persuasivo en una de las piezas que Haden ha dedicado a su esposa Ruth. Pero si hubiera que quedarse con algo en verdad especial, la elección recaería en el escalofriante Lonely woman, de Ornette Coleman, que cerró el concierto.
Babelia
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