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Cena con un buen lector de poesía

Francesc Valls

Rudyard Kipling y Lord Byron no fueron una nube de verano. El presidente del Gobierno, José María Aznar, es un buen lector de poesía. Y no sólo lo ha demostrado ante el primer ministro británico, Tony Blair. El pasado viernes impresionó al pequeño grupo de invitados con el que cenó en un céntrico restaurante barcelonés. 'No es un lector digamos como otros políticos; Aznar se interesa de verdad por la poesía', aseguraba eufórico a la salida uno de los asistentes, no precisamente de la cuerda política del presidente.

Aznar, de esta manera, renovó anteayer sus votos de ecléctico lector. Sus preferencias van desde el Siglo de Oro de Góngora y Quevedo hasta la poesía de la experiencia de José Ángel Valente y José Hierro, pasando por Ángel González, Ángel Crespo y por la poesía de la pureza de Jorge Guillén. Desde las nueve de la noche hasta la una y media de la madrugada, el matrimonio Aznar-Botella compartió mantel con los escritores Carme Riera, Valentí Puig, Màrius Carol y Joan Margarit, el diseñador Antoni Miró y el crítico de arte Daniel Giralt-Miracle, comisario a su vez del Año Gaudí. El escritor Eduardo Mendoza, que casualmente cenaba en el mismo restaurante, saludó a su salida del local a Aznar y a sus compañeros de velada literaria.

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Ayer, por contra, la jornada del presidente en Barcelona fue eminentemente arquitectónica. El jefe del Ejecutivo visitó la Sagrada Familia, donde no llegó a la fachada de La Pasión. Luego recorrió el Palau de la Música Catalana, edificio clave del modernismo catalán.

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