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Crítica:TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El filo de la incertidumbre

Javier Vallejo

En algunas fotos que conserva el Niels Bohr Archiv se les ve caminando sobre la nieve, con los esquíes a cuestas, o compartiendo una mesa repleta de tazas y botellas de cerveza vacías. Bohr (1885-1962), padre de la física atómica moderna, y Werner Heisenberg (1901-1976) se conocieron cuando éste era un chaval de 20 años que se atrevió a decirle en público -a él, un dios para sus colegas- que sus cálculos estaban equivocados. El científico danés, lejos de enojarse, arrastró al joven alemán a un paseo campestre en el que hicieron buenas migas, y, tres años más tarde, le concedió una plaza de ayudante en el Instituto de Física Atómica de Copenhague. Pronto, el discípulo acabó de deslumbrar al maestro: en apenas un año, desarrolló la mecánica cuántica, y en dos más, formuló el principio de incertidumbre.

Copenhague, de Michael Frayn, probablemente la mejor obra teatral de cuantas se estrenaron hace cuatro temporadas (en Londres obtuvo los tres premios: el de la crítica, el Laurence Olivier y el Evening Estándar; en París ganó el Molière, y en Nueva York, el Tony), trata del encuentro lleno de enigmas que estos dos grandes científicos mantuvieron durante la II Guerra Mundial. En toda Europa ha sido llevada a escena por los teatros públicos, y ahora llega a España, en una arriesgada producción privada que dirige Román Calleja.

¿Por qué fue Heisenberg, responsable del programa nuclear nazi, a visitar a Bohr en 1941? Esta pregunta ha hecho correr riadas de tinta. Lo único seguro es que el encuentro fue muy tenso (Dinamarca sufría la invasión alemana), que acabó rápido y que después su amistad se enfrió para siempre. Frayn lo recrea valiéndose de un efectivo truco teatral: sus protagonistas se reúnen después de muertos, pero cada uno recuerda lo sucedido de manera diferente. Y para enriquecer el juego de perspectivas, introduce otro personaje: Margrethe, esposa del físico danés, interpretada por Sonsoles Benedicto.

¿Quería Heisenberg (Juan Gea) que Bohr (Fernando Delgado) le proporcionara algún dato para avanzar en su programa nuclear? Difícilmente iba a colaborar, porque era judío. ¿Pretendía que le filtrara información sobre el Proyecto Manhattan? Bohr, presumiblemente, no sabía entonces nada del programa nuclear aliado, aunque dos años más tarde se incorporó al equipo que fabricó, en Los Álamos, la bomba atómica norteamericana. ¿Quería confirmar que no corrían peligro ni él ni el instituto que dirigía? Seguramente. En 1943, cuando Bohr se vio obligado a huir a Suecia, Heisenberg regresó a Copenhague para gestionar que el centro, que había sido confiscado, fuera devuelto a la universidad. No sólo hizo eso: ocultó a Albert Speer, ministro nazi de la guerra, que el instituto tenía uno de los dos únicos reactores nucleares que había en Europa. Para seguir apurando hipótesis, Frayn obliga a sus personajes a reiniciar el encuentro una y otra vez. ¿Y si el físico alemán fue a sondear la posibilidad de un acuerdo entre científicos de ambos bandos, con el fin de boicotear subterráneamente sus respectivas investigaciones sobre la fisión nuclear y evitar que los militares tuvieran una bomba atómica en sus manos?

Copenhague avanza, como los ríos tropicales, por tranquilos meandros que de improviso desembocan en una cascada. Frayn hace de su obra una metáfora del principio de incertidumbre, pero al final se moja, y deja que sus personajes apunten una teoría: si el programa nuclear aliado desembocó en Hiroshima es porque detrás había gente que actuó con tenacidad, como Oppenheimer, que hubiera deseado tirar la bomba sobre Alemania. El alemán fracasó porque Heisenberg no deseaba poner semejante monstruosidad en manos de Hitler. Pero en esta obra hay muchas bifurcaciones, algunas emocionantes. Montarla es un reto, tanto mayor cuanto en España domina el teatro de entretenimiento. Ojalá sus promotores no cedan a la tentación de recortarla, de adaptarla a una duración más comercial. Es un mecanismo de relojería que puede dejar de funcionar si le faltan piezas.

Copenhague se representa el 19 de octubre en Galapagar (teatro Benavente), el 25 en Soria (Palacio de la Audiencia), el 26 en Colmenar Viejo (Auditorio Municipal), del 1 al 3 de noviembre en Alicante (teatro Principal), el 9 en Fuenlabrada, el 10 en Móstoles, el 15 en Pinto.

Surtido para elegir

EN LA PROGRAMACIÓN teatral del 18 Festival de Otoño de Madrid destacan, entre los espectáculos extranjeros, Guerra y paz, dirigido por Piotr Fromenko; el Rey Lear que ha montado Declan Donnellan con alumnos de la Royal Shakespeare Company Academy; Pentesilea, con puesta en escena de Peter Stein; El sueño de una noche de verano, de Franz Wittenbrink; La escala humana, de Javier Daulte, Rafael Spregelburd y Alejandro Tantanian; Zigmund Follies, de Philippe Genty; Max Black, de Heiner Goebbels; Un mes en el campo, de Turguénev, con dirección de Paolo Magelli, un montaje de Kathakali, y The Seed Carriers, del marionetista Stephen Mottram. Entre los españoles figuran el estreno en Madrid de La ópera de cuatro cuartos, montaje de Calixto Bieito; 24/7, de Cuarta Pared; San Francisco, juglar de Dios, de El Brujo; El Avaro, de Molière, protagonizado por grifos de baño animados por Jordi Bertrán; Edipo Siglo XXI, de Lluís Pasqual, y un recital de Nuria Espert.

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Sobre la firma

Javier Vallejo
Crítico teatral de EL PAÍS. Escribió sobre artes escénicas en Tentaciones y EP3. Antes fue redactor de 'El Independiente' y 'El Público', donde ejerció la crítica teatral. Es licenciado en Psicología, en Interpretación por la RESAD y premio Paco Rabal de Periodismo Cultural. Ha comisariado para La Casa Encendida el ciclo ‘Mujeres a Pie de Guerra’.

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