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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Navidades sangrientas

En 1996, con la edición de Juventud caníbal. Antología del horror extremo, la colección Stile Libero de la editorial Einaudi pretendió lanzar a una docena de jóvenes novelistas. Pero sólo dos de ellos, Niccolò Ammaniti y Aldo Nove, han visto algunos de sus libros traducidos a nuestro idioma. El tercero en incorporarse a la lista es el responsable de aquella antología, Daniele Brolli, del que Seix Barral recupera Almanegra, una novela que, publicada en 1994, anticipaba los planteamientos con los que los autores de Juventud caníbal buscaban inspirar ese 'horror extremo'.

Ha pasado muy poco tiempo pero todo aquello parece alejado. Eran los años de esplendor del cine de Tarantino, los años del pulp, incluso del splatterpunk, una variante del gore. Ése es el contexto que enmarca y delimita la estética de Almanegra, una novela en la que el lector encontrará más vísceras que en un negocio de casquería y casi tantos muertos como en la batalla de Waterloo. Echemos un vistazo al argumento. Loris es un boxeador sin futuro que trabaja de vigilante para una empresa de seguridad. Los perversos gemelos Marco y Mirko secuestran a Marina, hermana de Loris, con la complicidad de su novio, Arturo, ocasional traficante de drogas. Estamos en una localidad a orillas del Adriático que se prepara para celebrar las Navidades y por allí andan también el ex cirujano Ojos de Neón y su compañero sentimental (el Hombre Cómoda), que se dedican a secuestrar negros y transexuales y a despedazarlos hasta la muerte ante una cámara de vídeo. Las cosas se complican cuando uno de los gemelos descubre que el otro se ha enamorado de Marina y opta por matarlos y librarse de sus restos troceándolos y repartiéndolos por varios contenedores...

ALMANEGRA

Daniele Brolli Traducción de José Ramón Monreal Seix Barral. Barcelona, 2002 413 páginas. 20 euros

Con una estética inspira

da en las películas de serie B y los cómics, Almanegra no aspira a hablarnos de la vida sino de las fórmulas a las que otros escritores y cineastas recurrieron para hablar de la vida. Ante la incapacidad del novelista para poner en pie una obra genuina y para contar una historia que nadie antes haya contado, Daniele Brolli opta por una literatura autorreferencial, una literatura de lo ya escrito y lo ya contado, y el resultado es una novela que se alimenta única y exclusivamente de clichés, hecha de retales de obras ajenas, repleta de eso que algunos críticos se empeñan en llamar 'homenajes'. Un pastiche, en definitiva, y, como pastiche que es, no sólo no nos ahorra ninguno de los lugares comunes que cabría esperar de una novela así, sino que casi nos los presenta en forma de catálogo, un catálogo que incluye desde tatuajes y conductores suicidas hasta traficantes de drogas que parecen sacados de una película de Tarantino, desde travestidos brasileños y culturistas hasta actrices de cine porno y seres definitivamente trastornados, todo ello sin renunciar a esa pizca de imaginería católica que hace que, por un momento, no nos acordemos del cine de Tarantino sino del de Abel Ferrara.

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