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La línea 3 de metro, cortada dos horas al huir dos ladrones por los túneles

El servicio de la línea 3 entre Sol y Embajadores estuvo cortado cerca de dos horas

Una persecución de película se vivió ayer en los túneles de la línea 3 del metro (Moncloa-Legazpi). Dos ladrones, de origen suramericano, atracaron a un pescadero, Gregorio F. M., Goyo, que acababa de salir de un banco, y huyeron a la carrera. Un empleado del local les siguió hasta la estación de metro de Lavapiés, donde los asaltantes se fugaron por el túnel que va a la estación de Sol. Los pasajeros alertaron a los guardas de seguridad, y éstos, a su vez, a la policía, que montó un complejo dispositivo de vigilancia. Al final los atracadores lograron escapar del cerco policial.

El atraco al pescadero se produjo sobre las 12.20 de ayer frente al número 62 de la calle de Atocha, cuando el comerciante acababa de salir de la sucursal de Cajamadrid que hay en ese lugar. Los dos ladrones utilizaron el método del cogotero para apropiarse de los 9.000 euros que acababa de retirar de la entidad bancaria. Cuando salió de la sucursal y se dirigía hacia el coche, los dos individuos le abordaron por la espalda y le taparon la cara con la chaqueta de color azul que llevaba puesta Goyo. Le tiraron al suelo y, sin mediar palabra, le quitaron el dinero que llevaba guardado en uno de los bolsillos del pantalón.

Los dos ladrones, que actuaron a cara descubierta, salieron corriendo en dirección a Lavapiés. Les seguía de cerca Edi, un empleado de la pescadería de origen ecuatoriano, que vio cómo tiraban a su jefe al suelo y cómo escapaban con el dinero. Él dejó en el suelo la caja de pescado que llevaba y tras preguntar al agredido si se encontraba bien, le dijo que cuidara del pescado, porque iba a seguirlos.

Los ladrones huyeron por las calles de Amor de Dios, el pasaje de Doré, calle del Olmo y Ave María para desembocar en la plaza de Lavapiés. Algunos testigos relataron que iban armados con pistolas, aunque este extremo está siendo investigado por la policía. En el trayecto de huida, Edi cogió un listón de madera procedente de unos escombros de una obra. 'Lo tomé para defenderme por si acaso se volvían para pegarme', según comentó. 'En ese momento, el ladrón que estaba más cerca de mí le pasó la bolsa de billetes al otro', señaló el perseguidor.

Los ladrones tenían, según los testigos, rasgos suramericanos: pelo negro y con la tez morena. Uno de ellos, el que sacó el dinero del bolsillo, vestía camisa azul, pantalón y zapatos negros. El otro llevaba una camisa beige, unos vaqueros y zapatillas deportivas.

Llamada telefónica

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A los ladrones les dio tiempo incluso a sacar su teléfono móvil y, mientras corrían, efectuar una llamada, supuestamente a un compinche. Los cogoteros suelen tener un cómplice dentro de la sucursal bancaria, que marca mediante una señal predeterminada o mediante un teléfono móvil a los clientes que han retirado bastante dinero de la ventanilla.

Los asaltantes bajaron a toda velocidad las escaleras de acceso a la estación de Lavapiés. Saltaron los tornos a la carrera y se dirigieron al andén que conduce a la estación de Sol. De cerca, les seguía Edi. 'Cuando los atracadores saltaron a las vías del tren y se metieron por el túnel que lleva a Sol, yo subí a la entrada y le dije a la cajera que llamara a la policía', recordaba ayer por la tarde Edi.

Las primeras noticias que llegaron a la sala del 091 del Cuerpo Nacional de Policía alertaban de que un grupo de ladrones, armados con pistolas, acababan de secuestrar un vagón de tren. Este hecho hizo que se alertara a todos los grupos preparados para contingencias. Hasta las estaciones afectadas de la línea 3 acudieron decenas de agentes antidisturbios, de la Brigada de Seguridad Ciudadana destacados en el metro y de la comisaría de Centro. También se desplazaron policías del Grupo XII de la Brigada de Policía Judicial, especializado en secuestros y en atracos a mano armada. El despliegue por el distrito Centro de todos los efectivos no tardó más de diez minutos.

La policía ordenó el desalojo inmediato de las estaciones comprendidas entre Sol y Embajadores y que se suspendiera el servicio entre las mismas. Esto causó un gran perjuicio a cientos de pasajeros que cogen a esa hora la línea 3.

La emisora del Cuerpo Nacional de Policía alertaba a todos los agentes que fueran 'con sumo cuidado', ya que los tres atracadores iban armados y eran considerados muy peligrosos. De hecho, se advirtió a todos los policías que podían hacer uso de sus armas si se veían acorralados. Otros policías, junto con los guardas de seguridad del metro, impidieron el paso de los viajeros a la línea, mientras otros compañeros vigilaban palmo a palmo el tramo de túnel que une Lavapiés y Sol. La gente comenzó a agolparse en las bocas del metro sin que los vigilantes les informasen de lo que estaba ocurriendo unos metros más abajo.

Algunos afectados comenzaron a preguntar si iba a tardar mucho el corte, pero la única respuesta que recibieron fue la del guarda de seguridad, que se encogía de hombros, sin saber darle una respuesta certera. 'A este paso, seguro que llego tarde al trabajo, y eso que he salido con tiempo', se quejaba un vecino en la plaza de Lavapiés ante media docena de policías que permanecían muy atentos a todos a los comunicados que salían por la emisora.

Chalecos antibalas

En los túneles, los agentes iban pertrechados con chalecos antibalas y con distintivos de policía para ser reconocidos en el interior del túnel por sus compañeros. Del dispositivo se hizo cargo un inspector de la Policía Judicial, que coordinó a todos los policías.

Mientras seis policías de paisano bajaban desde la zona de Sol hacia Lavapiés, otros tantos efectivos subían en dirección contraria. El inspector que dirigía el operativo se dio cuenta de que los agentes se encontrarían en medio del túnel y, al no tener comunicación entre ellos por falta de cobertura de las radios, podrían liarse a tiros. Ordenó de inmediato que los agentes que habían subido desde Lavapiés se retiraran.

Los policías inspeccionaron todas las posibles salidas de los túneles, como alcantarillas y zonas de servicio. En ninguna de ellas hallaron a los supuestos asaltantes. 'Han debido de salir por una pequeña galería de cables, en las que, si son de baja estatura, caben con total facilidad. Ahora, cualquiera sabe dónde se han metido', señalaron varios agentes que rastrearon la zona.

El dispositivo fue levantado sobre las 14.30, después de que todos los agentes salieran de los túneles y se comprobara que no existía ningún riesgo de que volvieran a circular los metros. El empresario fue trasladado a la comisaría de Centro, donde presentó la denuncia por todo lo ocurrido. Allí señaló que le habían sustraído unos 9.000 euros.

Policías y vigilantes privados prohibían ayer el acceso a una de las bocas de metro de Lavapiés.
Policías y vigilantes privados prohibían ayer el acceso a una de las bocas de metro de Lavapiés.CLAUDIO ÁLVAREZ

'¿Cómo llego ahora a Palos de la Frontera?

La situación en la estación de Sol era caótica. Los viajeros llegaban de las líneas 1 y 2 constantemente, intentando enlazar para continuar su recorrido. Sin embargo, los altavoces de las estaciones les avisaban de que el trayecto de la línea amarilla entre Embajadores y Sol estaba cortado 'por razones ajenas a Metro'. Allí, nadie explicaba nada. Los trabajadores del metro y los guardas de seguridad, emisora en mano, indicaban a los pasajeros de la forma que podían el camino más corto que se les ocurría hasta el lugar de destino. Las combinaciones ofrecidas eran inverosímiles. Una chica morena con bolsas en la mano preguntaba insistentemente cuál era el trayecto más corto hasta Palos de la Frontera, también en la línea 3. Le respondieron con un escueto: 'señora, cójase el autobús'. Como la mujer demandaba más explicaciones, le indicaron que podía tomar la línea 1 hasta la estación de Pacífico y allí coger la 6 hasta Legazpi. Y allá, subirse a un metro de la línea 3 que la llevara, por fin, a Palos de la Frontera. La mujer no comprendía cómo el trayecto podía ser tan largo. El guarda, por fin, le dijo que también podía tomar el metro hasta Atocha, y desde allí caminar a Palos de la Frontera. Decenas de pasajeros se arremolinaban alrededor de los empleados del metro en busca de respuestas a sus problemas.

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