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Las tabacaleras obstaculizaron la venta de productos antitabaco

Una firma llegó a controlar la fabricación de chicles de nicotina

La industria tabacalera ha tratado de socavar durante años las campañas antitabaco y la venta de productos que combaten la adicción presionando económicamente a las empresas que los promocionaban. La táctica principal venía a ser así: si no dejan de vender el chicle o promocionar el dejar de fumar nosotros dejaremos de comprarle millones de dólares en productos químicos. Los documentos que revelan esa estrategia han sido la base de un estudio realizado por la Universidad de California en San Francisco, que hoy publica la Revista de la Asociación Médica Americana (JAMA).

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Otra táctica fue crear adictos y venderles luego productos para que se desengancharan de la nicotina. La tabacalera Procordia de Suecia era a la vez dueña de una empresa que fabricaba chicle para aumentar la adicción y de otra que produce chicle para dejar de fumar.

'Esto demuestra cómo ha utilizado la industria del tabaco su poder económico en contra de la salud pública', señala en JAMA la doctora Lisa Bero, que ha sido una de las autoras del estudio.

Un documento interno de Philip Morris sobre la marca de chicle de nicotina Nicorette ejemplifica los sutiles métodos de los que parece haberse servido la industria para no perder ganancias: 'Como cliente tenemos poca influencia en la publicidad de Nicorette. Menos tendremos si decidimos dejar de ser clientes'. Está datado el año 1982. Por esa época Philip Morris le compraba anualmente ocho millones de dólares a Dow Chemical en aditivos químicos para el tabaco. Una subsidiaria de Dow Chemical, Marion Merrell Dow, era la que comercializaba Nicorette. Como parte de la campaña de promoción del producto lanzó una revista llamada Smoking Cessation Newsletter (Para dejar de fumar), dirigida a los médicos para que orientaran a sus pacientes. La revista, que incluía estadísticas sobre las muertes a causa del tabaco, sólo se editó una vez. Philip Morris se encargó de que no volviera a salir y logró también que Nicorette se anunciara sólo con una frase inocua: 'Si quiere dejar de fumar, consulte a su médico'.

El tercer caso que cita JAMA es también de Philip Morris. A principios de los 90 la tabacalera decidió que los parches de nicotina Habitrol que vendía Ciba-Geigy perjudicaban sus ventas de cigarrillos y la presionó amenazándola con dejar de comprarle productos.

Los investigadores de la Universidad de California que publican el estudio advierten que no saben 'si los conflictos de intereses que hemos descubierto existen todavía, porque ni las tabacaleras ni las compañías farmacéuticas hacen pública su política'.

Los documentos que han analizado para el estudio son 187 comunicaciones internas entre 1980 y 1995 de Philip Morris, RJ Reynolds, Lorillard and the Tobacco Institute. Las tabacaleras se vieron obligadas a hacerlos públicos durante un largo juicio en Miami de una demanda colectiva de fumadores enfermos. El juez les otorgó una multimillonaria indemnización que aún no se ha hecho efectiva porque las tabacaleras siguen apelando en los tribunales.

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