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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Otros caníbales

Pocas veces el relato que da título a una antología tiene tanta importancia como en este volumen de ficciones con el que Iban Zaldua (San Sebastián, 1966) parece dispuesto a desenmascarar la inconsecuencia de los mundos cerrados -especialmente el académico, pero también los ideológicos y tribales- frente a los rituales de lo cotidiano. Una sutil estructura trinitaria opone el mito de las islas a los infiernos de los especialistas y al horror vacui de una vida diaria en la que asesinos, vampiros, estadísticos y editores acechan bajo la cama o a la vuelta de cualquier experimento más o menos científico. Heredero de un aplomo propio del Max Aub más transgresor, Zaldua utiliza La isla de los antropólogos como epicentro de una parodia crítica que convoca a todos los fantasmas del mundo blanco (desde los profesionales del Día de Difuntos hasta los aficionados a las conservas humanas en formol, pasando por investigadores de todo jaez) y arranca carcajadas contando cosas que vistas de otro modo no tendrían ninguna gracia.

LA ISLA DE LOS ANTROPÓLOGOS Y OTROS RELATOS

Iban Zaldua Lengua de Trapo Madrid, 2002 159 páginas. 13,52 euros

La eficaz dilución de esas dramáticas verdades en la fantasía literaria no impide al autor dejar constancia del contexto histórico en que se dirimen los asuntos relatados: crímenes, venganzas, traiciones, conspiraciones. En cuentos como Yo, ministro de, La cama o Un hombre para SECTRA se indaga con espeluznante detalle en las fracturas ocasionadas por el canibalismo político en la sociedad española actual, algo muy digno de mérito. Zaldua maneja, además, un español manuelino y preciso como pocos escritores al sur del río Pecos -por utilizar uno de los referentes geográficos y sentimentales que configuran su divertidísima cartografía narrativa-, dotado de un instinto crítico y cítrico como Manuel Vázquez Montalbán, lírico y lúdico como Manuel Julve, y épico y ético como Manuel Talens.

En cierto modo -precisamente el único tolerable tratándose de una creación radical, libérrima- La isla de los antropólogos es un libro perfecto porque lo tiene todo: argumentos sólidos, un estilo excelso, un humor inteligente, una interpretación optimista de la existencia que no excluye la dimensión espiritual de los personajes y hasta una leve (y hasta discutible) incongruencia sintáctica (en la página 108) para solaz de quisquillosos.

En todo caso, este libro es obra de alguien que disfruta mucho escribiendo, la única manera de conseguir que el lector sienta un placer y una intensidad comparables.

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