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Columna
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Servicios

Los españoles y los valencianos nos hemos desayunado con que el sector turístico y el del automóvil van de la mano en resultados negativos. Las previsiones advierten de lo que todos sabíamos hace tiempo. Se espera una caída del 12% en ambas actividades. Para celebrarlo, el Ayuntamiento de la villa turística de Xàbia (Alicante) ha decidido dotar a sus flamantes policías municipales con automóviles y motocicletas de la marca alemana BMW. Algún iluminado debe haber pensado que es la mejor manera de celebrar que son precisamente los turistas y residentes alemanes, quienes encabezan la clasificación de bajas para la actual temporada vacacional con un descenso que supera el 18 por cien. Nuestros parientes ricos de la Europa comunitaria nos dejan porque en su tierra las cosas no van tan bien como iban y porque es más barato vivir en Berlín que aquí.

En estas circunstancias y mientras los enclaves turísticos padecen carencias escandalosas en los servicios que ofrecen, pasear a los gendarmes en coches de lujo es simplemente una provocación. Deficiente abastecimiento de agua, alcantarillado inexistente, planificación urbanística a cargo del enemigo e incrementos tributarios anuales desorbitados, constituyen un cóctel de tórrida digestión para nuestros sufridos visitantes.

Hace tiempo leí un libro de Jacques Horovitz que trataba sobre la necesidad de crear una cultura de servicio destinada a incrementar la satisfacción de los clientes y a aumentar su fidelidad. A los geniales gestores de nuestra política turística estos pequeños detalles les tienen sin cuidado. No preocupa que el servicio de nuestra hostelería sea imprevisible y casi siempre insuficiente. En cambio, los precios son astronómicos. Nos reímos del crecimiento sostenible porque es cosa de trasnochados, y nos olvidamos de que el turismo tiene un fuerte componente depredador que deteriora la calidad de vida del visitante y, sobre todo, del residente. No hemos caído en la cuenta de que para disponer de mano de obra cualificada hay que preocuparse de que su formación sea obligada y posible. Entre nosotros no se da ni lo uno ni lo otro. Hemos creído que los turistas que frecuentan nuestras tierras son tontos y no nos hemos dado cuenta de que el nivel de educación, presencial y de poder adquisitivo se ha deteriorado constantemente a lo largo de los últimos quince años.

Hemos suplantado sus gustos y preferencias al sustituirlos por los de los nativos y les recibimos con fiestas, pantomimas, charangas, tracas, músicas y estruendosas verbenas, cuando han venido sobre todo a descansar y a tomar el sol. Sobran moros, cristianos, filaes, procesiones, toros resabiados y melopeas callejeras. Falta protección del paisaje, limpieza de playas y agua, fluidez en el tráfico, estética y cordura a la hora de construir, servicios de limpieza, sanidad y mantenimiento razonables. Servicio, lo que se dice servicio, es lo que nos hace falta para contrarrestar la irresponsabilidad de quien protagoniza este desmán. Algún día lamentaremos nuestra pasividad ante un problema que se cierne sobre todos.

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